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Opinión

Dos años

Por muchas razones, el triunfo del tabasqueño tocó más fibras, y de más gente, que el de Vicente Fox

Luis Javier Valero Flores
Analista

jueves, 02 julio 2020 | 06:00

La euforia tocó a la puerta de la mayoría de los mexicanos, López Obrador ganaba la elección presidencial y su triunfo superaba la alegría que 20 años atrás millones de mexicanos sintieron ante la primera derrota priista en la Presidencia de la República.

Por muchas razones, el triunfo del tabasqueño tocó más fibras, y de más gente, que el de Vicente Fox. Las diferencias eran muchas, entre festejar que el presidente  de la Coca Cola en América Latina ganara y festejar que el antiguo dirigente social de los chontales le impusiera una colosal derrota a los partidos del régimen, había más que un abismo de diferencia.

Más mexicanos, de los más pobres, festejaron grandemente la victoria del hombre que había buscado, durante los últimos 12 años, la presidencia del país del partido casi único.

Había otro segmento de la población, no tan numeroso, que se sintió corresponsable de tan contundente resultado electoral: Los antiguos y nuevos militantes de las agrupaciones de la izquierda socialista que lucharon más abnegadamente que ningún otro sector en contra del régimen y del cual obtuvieron su reconocimiento, por la peor vía, la de causarle a este segmento una inmensa sangría, en virtud de que los personeros del régimen la catalogaron como la auténtica y más profunda oposición.

Cientos de muertos, miles de heridos y centenares de presos le costó a esta izquierda oponerse al régimen, por ello festejó, si bien no tan estridentemente, más hondamente, haber llegado a tal día.

Por otra parte, millones de mexicanos festejaron la aplastante derrota del PRI, y también, en segundo grado, del PAN, partido que acompañó en buena medida el desprestigio del antiguo partido del régimen.

Esos millones pudieron tener otras simpatías electorales en el pasado, pero el hartazgo fue mayor ante la descomunal corrupción desatada en casi todos los gobiernos estatales y, sobre todo, en el Gobierno federal, al mando del cual estuvo uno de los grupos políticos del priismo más poderosos y más longevos, el del Estado de México.

¿Qué hará López Obrador? Era la pregunta más atenazante; la interrogante procedía de todos los segmentos y sectores de la sociedad ¿qué programa pondrá en marcha?

Los más estudiados ponían sus interrogantes acerca de la política económica que pondría en marcha el gobierno que bien pronto se autodenominó como el de la Cuarta Transformación.

Hoy está más claro el panorama, quizá quien mejor lo ha descrito fue el analista Jorge Zepeda Patterson. 

Así lo dijo hace unos días: “El cambio propuesto por el Gobierno de la Cuarta Transformación (4T) está centrado en una serie de políticas públicas encaminadas a acotar la desigualdad social y regional, abatir la corrupción y ensayar otra estrategia contra la inseguridad sin trastocar las relaciones con Estados Unidos, sin provocar endeudamiento público, privatizaciones o ensanchamiento del Estado, sin represión política o policiaca, sin incremento en los impuestos o la inflación. Más allá de la narrativa radical que unos y otros se han echado en cara, en realidad lo que hemos vivido en dos años es un intento de reforma social orientado a paliar los excesos, sin desestabilizar el edificio económico y social”. ((Jorge Zepeda Patterson, “El boicot de López Obrador contra la 4T”, El País, 24/VI/20).

https://elpais.com/opinion/2020-06-24/el-boicot-de-lopez-obrador-contra-la-4t.html

Entre lanzar un ambicioso programa radical de izquierda, o uno de carácter claramente reformista, anclado en combatir la corrupción, porque ésta, insiste López Obrador una y otra vez, es la principal responsable de los problemas mayores de los mexicanos, la opción lopezobradorista está más que evidenciada.

No es, a contrapelo de lo sostenido por sus adversarios, un programa identificado como de la izquierda socialista; por el contrario, AMLO le apostó claramente a mantener la ruta neoliberal en la política económica, algo que se advirtió desde el período de transición en el cual, no solo aprobó los lineamientos del gobierno de Peña Nieto en las deliberaciones del Tratado de Libre Comercio, sino que los mantuvo como ejes rectores del nuevo tratado con EU y Canadá (TMEC).

El gobierno de la 4T es, como lo sostiene Zepeda, “un intento para apuntalar un sistema que se encuentra agotado y urgido de medidas correctivas que, de no tomarse, podrían desestabilizarlo”.

Ese es el momento del segundo aniversario.

asertodechihuahua@yahoo.com.mx; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF

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