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Opinión

Desorden y caos a la vista

Bueno, pero ¿qué no hay ley para evitar tanto caos? Pues todo parece indicar que no

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 20 octubre 2021 | 06:00

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Bueno, pero ¿qué no hay ley para evitar tanto caos? Pues todo parece indicar que no. Recorrer las calles de Ciudad Juárez dejando a un lado el cariño que le tenemos solo hace evidente el ofensivo desorden que nos ataca por todos lados, no se diga en sus calles principales, donde los anuncios de gran tamaño nos gritan, las bolsas de plástico -basura- penden de los árboles a manera de un extraño fruto que se agita con el aire, y los postes, principalmente los de la CFE que renta a empresas privadas, ya no pueden más con tanto cable amarrado con la peor insolencia pues, con todo descaro, se les cuelgan madejas con cientos de metros de cable esperando ser utilizados quién sabe cuándo. ¡Peor aún!, no conformes con tal atrocidad, cuelgan cajas de registro a media calle. ¡Desde cuándo se les permitió utilizar los postes y el espacio público como bodegas!

No sé hacia dónde volvieron su mirada las autoridades desde hace ya muchos años, porque en lo que se refiere a imagen urbana cada día estamos peor.

Hubo un día en que parecía que nuestro destino iba a ser distinto. En aquel año 2001, siendo presidente municipal Gustavo Elizondo, el Cabildo aprobó el Reglamento del Entorno e Imagen Urbana para el Municipio de Juárez, mismo que se publicó en el Diario Oficial tres años después. Se decía que el crecimiento de la ciudad y creación de nuevas vialidades lo hacían necesario ¡y no sabían lo que vendría después!

A la letra manifiesta que su finalidad es “fomentar el cuidado, reutilización y restauración de los bienes inmuebles y espacios públicos o privados, de valor patrimonial, histórico y fisonómico y evitar su deterioro, demérito o destrucción”; en él se establecen las reglas sobre las cuales se otorgan licencias para anuncios de identificación y publicitarios con el fin de llevar un control.

Entre otras reglas se establecieron una serie de restricciones de los usos públicos y privados del entorno urbano, por cierto definido de una manera muy rara como el conjunto de elementos ambientales que definen el ámbito de las comunidades del Municipio. Se establecieron sectores y vialidades de prohibición y restricción quedando prohibido, entre otras cosas, instalar líneas aéreas telefónicas, telegráficas, de conducción de energía eléctrica, de fibra óptica o de cualquier otro tipo; salvo que se trate de obras subterráneas u ocultas; fijar propaganda en el mobiliario urbano, salvo en los espacios específicamente destinados para ese objeto, y dar un uso distinto a los pasamanos de los puentes. 

Pero ¿sabe Usted cuáles son esas vialidades de prohibición y restricción? ¡Ah, pues precisamente nuestras calles principales! ¡Las que están plagadas de publicidad y cables colgantes!, esas que también tienen puentes con publicidad de inmobiliarias, restaurantes y cuanta cosa les venga en gana. Sí, esas tan importantes como la Tecnológico, Paseo Triunfo de la República, 16 de Septiembre, Gómez Morín, Eje Vial Juan Gabriel, Libramiento Aeropuerto, bulevar Independencia, avenida De las Américas, Lincoln y otras tantas que suman 44 en total.

Entre otras curiosidades también establece que los anuncios de identificación y publicidad deberán presentar un aspecto que armonice con el entorno en el que habrá de colocarse y estar exentos de expresiones e imágenes obscenas que contengan sexo explícito, inmorales o contrarias al orden público. 

Si esto le parece mucho, ¿dónde queda el fomentar el cuidado, reutilización y restauración de los bienes inmuebles y espacios públicos y privados, de valor patrimonial? ¿Cómo se va a evitar su deterioro, demérito o destrucción? ¿Cómo se regulan las acciones que intenten cambiar el aspecto de edificios o espacios públicos o privados? Se quedó corto: se dijeron muchos “qué”, pero nunca los “cómo”.

¿Qué decir? Por un lado, hacer una mala y limitada copia de reglamentos ajenos siempre va a traer como resultado su inoperancia, más aún cuando una norma es tan ambiciosa que, de entrada, invita a transgredirla. Me duele cuando nos visitan y ven a la ciudad con desdén, pero más me duele Juárez cuando veo cuadrillas de trabajadores colgando todavía más cables; me duele cuando veo los montones de tierra acumuladas por meses, por años, flanqueando las guarniciones maltrechas; cuando al hermoso cielo azul se le antepone una barrera de gritos visuales que no logran articular un lenguaje. 

Y si en el orden del día se colocara, simplemente, atreverse a aplicar la normativa a partir de hoy ¿cambiaría algo? 

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