Opinión

Delincuencia, nociva para la sociedad

Mucho se ha escrito sobre los efectos nocivos directos que produce la actividad de los grupos del crimen organizado...

Francisco Ortiz Bello
Analista

viernes, 19 abril 2019 | 06:00

Mucho se ha escrito sobre los efectos nocivos directos que produce la actividad de los grupos del crimen organizado en las comunidades donde actúan, sin embargo estos pueden alcanzar niveles de verdadera emergencia porque rebasan el mero ámbito de la seguridad pública.

Altos niveles de inseguridad, restricción de la actividad ordinaria, cierre de negocios y cancelación de empleos, afectación de la actividad económica en la zona en general, son tan sólo algunos de esos efectos negativos, nocivos, que genera la delincuencia organizada cuando su presencia y actividad rebasa la capacidad de las autoridades encargadas de combatirla.

Pero hay otros efectos igual de perjudiciales que pocas veces se advierten. La operación de los servicios de salud, por ejemplo. Recientemente, diversos medios de circulación nacional dieron a conocer la noticia de que, en Salamanca, Guanajuato, la Cruz Roja anunció la suspensión de sus servicios, debido a la inseguridad.

De acuerdo con las notas publicadas en medios nacionales, el anuncio se dio luego de que el sábado 13, una ambulancia fuera detenida por sujetos armados para llevarse a un hombre herido, informó la benemérita institución el pasado domingo. Un comunicado de la sede de la Cruz Roja de Salamanca advierte que “cierra sus puertas hasta nuevo aviso” por cuestiones de seguridad, y pide compresión a la ciudadanía. Esto es muy grave.

Es decir, a un ya grave problema de seguridad pública, una verdadera crisis que genera inestabilidad social y económica, hay que sumarle el entorpecimiento de instituciones de salud, de beneficencia, que atienden miles de casos que nada tiene que ver con los grupos del crimen organizado.

Pero los fronterizos ya hemos visto esta película de terror. Durante la época negra de la inseguridad en nuestra ciudad (2008-2012), el cierre temporal, parcial o definitivo de hospitales era cosa de todos los días prácticamente, ya fuera porque se saturaban sus instalaciones y el personal médico era insuficiente, o por la amenaza latente que representaba tener hospitalizadas a personas agredidas a balazos en nuestras calles. Ya lo hemos vivido nosotros.

Es un hecho incontrovertible que los diferentes niveles de autoridad han fallado. Han dejado de cumplir su obligada función de proporcionar seguridad a la sociedad. De acuerdo con la constitución política del estado de Chihuahua, el responsable directo de la seguridad, bienestar e integridad de los chihuahuenses es el gobernador del estado. Lo dice la constitución, no yo. A dos años de su periodo de gobiero ¿por qué Javier Corral Jurado no ha cumplido con esa obligación y mandato legales?

Aquí la pregunta y la reflexión obligadas, deben ser ¿cómo sociedad vamos a seguir permitiendo que la delincuencia secuestre nuestra vida diaria? ¿Seguiremos consecuentes si que se apodere de nuestros espacios, tiempos y actividades? ¿Vamos a seguir permitiendo la ineficacia, indolencia e incumplimiento del gobierno estatal en el tema de seguridad pública?

Sí, a la autoridad le corresponde la importante tarea de contener los embates del crimen organizado, pero a nosotros como ciudadanos, como sociedad también nos toca compartir la tarea de no permitir que otros ciudadanos, que otros juarenses, a veces familiares o amigos cercanos, se dediquen a esta actividad, muy lucrativa para ellos, pero extremadamente nociva para el resto de la sociedad.

Quienes hoy se dedican a infringir la ley y a ocasionar severos disturbios produciendo o traficando droga, extorsionando comerciantes, robando autos, casa o negocios, no vienen de marte, ni nacieron por generación espontánea. Son personas que surgen de esta sociedad, que han estado, estuvieron y están incrustadas entre nosotros, son ciudadanos de esta comunidad que han decidido ponerse al otro lado de la ley.

Nuestra responsabilidad social es importante. Exijamos que la autoridad cumpla su trabajo, pero también hagamos la parte que nos corresponde. Eduquemos bien a nuestros hijos, formemos ciudadanos de bien, con valores y alejados de la delincuencia, y no permitamos que otros nos roben la paz, el sueño y la vida.

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