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Opinión

De política y cosas peores | Un acosador no será embajador

Nunca en su historia el Servicio Exterior Mexicano había alcanzado un nivel tan bajo como el que le ha dado López Obrador

Armando Fuentes
Escritor

miércoles, 19 enero 2022 | 06:00

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Ciudad de México.- Nunca en su historia el Servicio Exterior Mexicano había alcanzado un nivel tan bajo como el que le ha dado López Obrador. No creo incurrir en ofensa si digo que Marcelo Ebrard debe sentirse avergonzado por participar con actitud sumisa y obsecuente en la degradación de nuestra diplomacia. AMLO no sólo ha dado el cargo de embajadores y cónsules a personas sin experiencia alguna en funciones diplomáticas; también ha designado para representar a México a mujeres y hombres de antecedentes turbios, acusados de acciones delictivas o tachados de inmoralidad. El último de los nombramientos que ha debido defender el presidente ante las protestas con que han sido recibidos es el de Pedro Salmerón Sanginés, quien más que como historiador oficialista a sueldo del régimen es conocido por los señalamientos de acoso sexual que se le han hecho, y por la supina estupidez de haber llamado "jóvenes valientes" a aquellos que intentaron secuestrar y finalmente dieron muerte a don Eugenio Garza Sada. En lo relativo al morenista que contra todas las protestas será el embajador mexicano en Panamá, nación hermana a la que debemos respeto y consideración, yo estoy en posibilidad de aportar un testimonio personal. Fui burdamente calumniado por Pedro Salmerón. En el periódico La Jornada publicó un artículo en el cual me acusaba de haber llamado "ignorante" a Juárez en uno de mis libros. Incluso mencionaba el número de la página en que, según su dicho, ese calificativo aparecía. No recordaba yo haber hecho tan desatentada afirmación, de modo que me apresuré a buscar la cita. No estaba en dicha página, ni en ninguna otra de la obra. Di a conocer el difamatorio escrito de Salmerón. Había incurrido él en una falsedad imperdonable en alguien que funge como historiador. Poco después me ofreció disculpas públicamente, igual que a los lectores. Su disculpa, sin embargo, fue por demás necia y absurda: dijo que lo que había afirmado sobre mí se debió "a un error grave de lectura". Me pregunto si fue error de lectura asegurar que leyó lo que yo nunca escribí. Si al narrar ahora esto he incurrido en inexactitud corríjame Salmerón. En fin, esto no es nada comparado con la marca que lleva de acosador de mujeres. Repetidas veces se difundió que había hecho objeto de acoso a alumnas suyas en el ITAM, por lo cual hubo de renunciar a su puesto de maestro, lo mismo que se vio en la necesidad de salir de la dirección de un instituto histórico luego del torpe adjetivo elogioso que dedicó a quienes privaron de la vida a aquel ilustre empresario regiomontano. Pese a todo eso ahora el régimen premia sus excesos y desatinos haciéndolo embajador. De igual o parecida especie son otros de los protegidos de AMLO. Al parecer en el caso de Salmerón la protección viene más bien de personas allegadas al presidente, lo cual me lleva a quitar toda esperanza a quienes protestan por la designación del historiador al servicio del gobierno y dicen: "Un acosador no será embajador". Con la pena, pero ya veremos que en el caso del representante de México en Panamá un acosador y falso acusador sí será embajador. Aligeraré esta justificada filípica con un  par de ligeros cuentecillos. Babalucas le contó a un amigo: "Fui de turista a la India, y me mordió una serpiente". Preguntó el amigo: "¿Cobra?". "No -respondió el badulaque-. Me lo hizo completamente gratis". La abuela de Rosilita le dijo: "Tengo muñequitos y muñequitas de chocolate. ¿Qué quieres? ¿Muñequito o muñequita?". "Muñequito -pidió la pequeña sin dudar-. Ha de tener un pedacito más". FIN.

         MIRADOR.

                   Por Armando FUENTES AGUIRRE.       ¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, el día que subimos por la verdad del monte cuando aún no era de día?

         Me habían dicho que andaba a media sierra una manada de potros salvajes, y que solían ir a beber en el sitio llamado El Aguajito.

         Caminábamos en silencio. Ni yo hablaba, aunque contigo solía hablar a veces, ni le ladraste tú a la lechuza que pasó volando casi sobre nuestras cabezas ni al venado que apareció de pronto, sombra fugaz entre las sombras.

         Amaneció el día, radiante. Brilló el sol sobre los dos picachos del cerro de Las Ánimas. Llegamos al Aguajito. Ahí estaba la manada, bebiendo las yeguas, en alerta vigilante los caballos. Nos sintieron, claro, y escaparon al galope. ¿Cuántos eran? No sé. 30, 40. Hermosos todos, y todos con el orgullo que da la libertad. 

         Cuando volvimos a la casa conté lo que habíamos visto. Don Abundio me dijo:

         -Esos caballos le pertenecen, licenciado.

         -¿Por qué? -quise saber.

         -Porque están en lo suyo.

         -No -respondí-. Son de la montaña. 

         De esto ha pasado mucho tiempo, Terry. Y ¿sabes una cosa? He aprendido que yo también soy de la montaña.

         ¡Hasta mañana!...

MANGANITAS.

Por AFA.

". Todavía muchos no usan cubreboca ni guardan la sana distancia.".

         Están fuera de lugar

         sus conductas caprichosas.

         Así lograrán dos cosas:

         contagiarse y contagiar.

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