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Opinión

De política y cosas peores | El esposo de María

Ésta es una adivinanza. ¿La podrás adivinar?

Armando Fuentes
Escritor

sábado, 19 marzo 2022 | 06:00

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Ciudad de México.– Ésta es una adivinanza. ¿La podrás adivinar? “Escuchen qué cosa y cosa / tan maravillosa es ésta. / Un marido sin mujer / y una casada doncella. / Un padre que no ha engendrado / a un hijo a quien otro engendra. / Un hijo mayor que el padre. / Un casado con pureza. / Un hombre que da alimentos / al mismo que lo alimenta; / cría al que lo crió, y al mismo / que lo sustenta, sustenta. / Manda a quien es su señor, / y en cambio a su hijo respeta. / Tiene por dueña una esclava, / y su esposa es una reina. / Celos tuvo, más confianza. / Seguridad y sospecha. / Riesgos y seguridades. / Necesidad y riqueza. / Decidme: ¿qué cosa y cosa / tan maravillosa es ésta?”. Linda tradición es la de las adivinanzas. Acompañó la niñez de México, pues estaba muy en uso en la época mal llamada de la Colonia, y acompañó nuestra niñez, pues era uno de nuestros entretenimientos favoritos antes de que la televisión viniera a convertir el círculo de familia en semicírculo. ¡Qué difícil adivinanza la que al principio puse! Su autora es nada menos que Sor Juana Inés de la Cruz. La incluyó en sus “Romances”, y es en verdad una ingeniosa cábala. Veamos. ¿Cómo puede haber un marido sin mujer? ¿Cómo puede una mujer ser casada y al mismo tiempo doncella, es decir virgen? ¿Qué padre es ése que no ha engendrado a su hijo, el cual ha sido –¡qué misterio!– engendrado por otro padre? ¿Cómo puede un hijo ser mayor que su padre, y cómo puede guardar la pureza –es decir la viriginidad varonil– un hombre que se ha casado? ¿Quién es ése que da pan a quien le da el pan, que cría al que lo creó y que sustenta a aquel que es su sustento? ¿Cómo puede un hombre mandar a su señor y obedecer a su hijo? ¿Su dueña es una esclava y su mujer una reina? ¿Celos tuvo, y también confianza? ¿Recelaba, y a la vez tenía certidumbre? ¿Era al mismo tiempo rico y pobre? Ya habrás adivinado la respuesta. Sor Juana nos está hablando de San José. Fue él esposo de María, pero sin que ella fuera su mujer. José era padre de Jesús, pero no lo engendró. El Hijo de Dios era mayor que su padre terrenal, pero lo obedecía. José tenía autoridad de padre sobre Jesús, pero lo veneraba como a su Salvador. De José recibía Jesús el pan terreno; de Jesús recibía José el pan sobrenatural. La esposa de José, es decir su dueña, era esclava del Señor, y al mismo tiempo Reina del Cielo. En un principio José sospechó de la pureza de María, pero luego creyó en ella. Siendo pobre carpintero tuvo en su casa la mayor riqueza: la presencia de Dios y de su madre. Bella y conceptista adivinanza es ésta de Sor Juana, muy propia para decirla en este día, que es el de los Pepes. San José fue Pater Putativus, padre putativo, es decir simbólico o virtual, de Jesús. Al pie de sus imágenes se ponía esa expresión abreviada en sus iniciales: P.P. De ahí el diminutivo del nombre José: Pepe. Yo soy santero, quizá por gracia y obra de mi abuela Liberata. Gusto de la hagiografía, es decir de la vida de los santos, y he trasladado a mi casa –que es la tuya– casi toda la imaginería de la tienda de artículos religiosos que se halla al principio del pasaje San Francisco –o al final, según vayas o vengas–, por la calle de Donceles, junto a mi hotel preferido en la Ciudad de México, el Catedral, casi en la esquina con Argentina, donde está el bello edificio de la secretaría que alguna vez fue de Educación. A San José lo quiero por humilde. Él también dijo a su manera: “He aquí el esclavo del Señor, Hágase en mí según tu palabra”. A todos los Pepes de México, y a todos los que en el mundo llevan el nombre del Señor San José, les digo que éstas son las mañanitas que cantaba el rey David. FIN.

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