Opinión

De política y cosas peores | El Ejército Mexicano

En dondequiera advierto preocupación, desasosiego, enojo por la forma en que se desarrollaron los acontecimientos de Culiacán

Armando Fuentes
Escritor

lunes, 21 octubre 2019 | 06:00

Ciudad de México— “Mi marido fue a un motel con una rubia”. Eso le contó doña Pamema a su vecina. Preguntó ésta: “¿Lo viste cuando iba entrando?”. “No -contestó la señora-. Lo vi cuando iba yo saliendo”. El cliente interrogó al abarrotero: “¿Está usted seguro de que estos huevos son frescos?”. “Tan frescos son, señor -respondió el hombre-, que las gallinas no los han extrañado todavía”. Después de 40 años de trabajo don Gerontino se jubiló como tenedor de libros de la Compañía Jabonera “La Espumosa”. Con tal motivo los directivos de la empresa le obsequiaron una loción para después de rasurarse y le dieron un diploma hecho en una hoja de máquina. Por la noche los empleados lo invitaron a celebrar la ocasión en una casa de mala nota. Ahí todos se hicieron de una pareja, menos el festejado. Fue don Gerontino al baño y le habló con enojo a su parte de varón. “¡Pendeja! -le dijo-. ¡Yo también me estaría divirtiendo si tú no te hubieras jubilado antes que yo!”. Por todo el país ando, y mis andanzas me permiten pulsar el pulso de México y sentir el sentimiento de la gente. En dondequiera advierto preocupación, desasosiego, enojo por la forma en que se desarrollaron los acontecimientos de Culiacán, inquietud por el rumbo que está tomando la Nación. A muchos ciudadanos les irritan los agravios que continuamente está recibiendo el Ejército, institución que ha sido ejemplo de lealtad y servicio a la República y a la que en este régimen se está tratando en forma indigna hasta el punto de propiciar que se le maltrate y se le humille. El Ejército Nacional ha sido siempre objeto de respeto. Nadie ha de hacer que ese respeto se pierda, pues con eso se propicia el recrudecimiento de la violencia y la instauración de la ilegalidad. Los altos mandos militares, sin faltar a la lealtad que les obliga pero salvaguardando siempre su decoro y dignidad, deben evitar todo aquello que redunde en demérito del Instituto de que forman parte, defensor de la paz y las instituciones. Condición indispensable para ser respetado es respetarse. La maestra del jardín de niños le preguntó a Pepito: “¿Cómo se llama el esposo de la vaca?”. Respondió el chiquillo: “Buey”. “No -lo corrigió la profesora-. La esposa de la vaca se llama toro”. Precisó Pepito: “El toro es el amante”. Dos chicas que habían estado en el mismo colegio se encontraron después de algunos años de no verse. Una vestía con modestia; la otra, en cambio, iba hecha un brazo de mar. (Nota de la redacción. La última vez que se usó esta expresión empleada por nuestro amable colaborador fue en 1935). La que vestía modestamente le preguntó a la de los lujos: “¿A qué te dedicas para poder vestir así?”. Respondió la otra: “Vivo de mis acciones”. “Te felicito -le dijo la primera-. ¿Por qué no vienes a cenar hoy en mi casa para hacer recuerdos?”. “No puedo -replicó la otra-. Precisamente hoy en la noche tengo acción”.  Un solitario tipo bebía, hosco, en la cantina “El perro azul”. El cantinero le preguntó: “¿Qué le sucede amigo? ¿Por qué se ve tan triste?”. Respondió el tipo, sombrío: “He tenido muy mala suerte con las mujeres”. “¿Cómo es eso?” -quiso saber el de la taberna. Contó el hombre:” Mi primera esposa se fue con otro hombre, y la segunda no se ha ido”. Doña Panoplia de Altopedo compró dos pericos. El que se los vendió le dijo que eran macho y hembra. Inquirió doña Panopla: “¿Cómo sabré cuál es uno y cuál es la otra?”. Le aconsejó el vendedor: “Cánteles la misma canción una y otra vez durante varias horas. Cuando por fin uno de ellos diga: ‘¡Ya me tienes hasta los güevos con tu cancioncita!’, ése es el macho”. FIN.

    

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