PUBLICIDAD

Opinión

De política y cosas peores | Corrupción e impunidad en México

El drama de los mineros en "El Pinabete", en la región carbonífera de Coahuila, ha puesto de manifiesto las omisiones de la CFE y las corruptelas de los inspectores

Armando Fuentes
Escritor

viernes, 19 agosto 2022 | 06:00

PUBLICIDAD

Ciudad de México.- "Bisposo-le reclamó la furiosa esposa a su marido-. Me dicen que tienes amores con una mujer de Cuitlatlán; que le pusiste casa de gran lujo; que has tenido hijos con ella: que le compraste coche de último modelo; que la traes vestida con ropa elegante y accesorios caros; que te exhibes con ella en todas partes; que la llevas a viajes en crucero y la presentas a todo mundo como tu esposa". "¡Carajo! -replicó el marido con enojo-. ¡Cómo es mentirosa la gente! ¡Te juro que no es cierto que es de Cuitlatlán!".  Don Artemio de Valle Arizpe, quien fuera Cronista ilustre de la Muy Noble y Leal Ciudad de México, narró la historia de aquella virreina que llegó a la Nueva España, y en fiestas y saraos lucía collares de perlas muy hermosos. Dijo a las damas criollas que las perlas estaban de moda en las más altas cortes europeas: ya nadie allá usaba gemas ni otro adorno que no fueran las perlas. ¡Ay! Las señoras de la nobleza local se sintieron tontas por tener todavía rubíes, esmeraldas y diamantes. Afortunadamente llegó por esos días a la capital del reino un tratante que -venturosa coincidencia- traía un buen surtido de perlas venidas de Catay. Por esas perlas cambiaron las ricas damas sus preciosas joyas, y ya todas anduvieron a la moda, muy contentas con aquellas perlas que las igualaban a la nobleza de la Europa. Un buen día se enteraron, consternadas, de que la señora virreina se había embarcado súbitamente de regreso a España. Con ella -extraña circunstancia- iba el señor tratante de las perlas. Llevaban ambos un buen número de cofrecillos repletos de preciosas y carísimas joyas, y una sonrisilla burlona entre los labios. La sabrosa relación de don Artemio nos enseña que las cosas de corrupción no son, entre nosotros, nuevas. Pero antes al menos se hacían con ingenio. Hoy la corrupción es todavía práctica burda que se diría consubstancial a México. Se atribuye a cierto Presidente de mediados del pasado siglo  haber dicho esta frase: "Cada mexicano tiene la mano metida en el bolsillo de otro mexicano. Y¡ ay de aquél que rompa esa cadena!". El drama de los mineros en "El Pinabete", en la región  carbonífera de Coahuila, ha puesto de manifiesto las omisiones de la CFE y las corruptelas de los inspectores, que no inspeccionan nada, pero sí autorizan el funcionamiento de instalaciones mineras peligrosas. La corrupción y la impunidad siguen agobiando a México, dígase lo que se diga. Dos amigos se encontraron. Uno le dijo al otro: "Supe que te divorciaste de tu mujer. ¿Cuál fue la causa de la separación?". Respondió el  otro: "¿Te gustaría a ti vivir con una persona inconsciente, desobligada, gastadora, y para colmo infiel?". "Claro que no"-contestó el amigo. Suspiró con tristeza el otro: "Pues a mi ex esposa tampoco le gustó "...  El joven marido le dijo con ternura a su mujercita: "Estoy feliz por tu embarazo, Susiflor. Pero sufro mucho al ver tus mareos, tus náuseas, tus fatigas, todas las incomodidades de tu estado". "Que eso no te aflija -lo tranquilizó ella-. Después de todo tú no eres el culpable".... A don Peleto le ofrecieron en buen precio una casa a la orilla del mar en cierta playa de moda. Le dijo a su mujer: "Es una pena que no tengamos dinero para comprarla". "Sí tenemos -lo corrigió ella-. Yo he ahorrado una buena cantidad". Y le dijo la suma que tenía guardada, más que suficiente para comprar aquella propiedad. Le preguntó don Peleto, estupefacto: "¿Cómo hiciste para ahorrar ese dinero?": Le explicó la señora: "Cada vez que me hacías el amor apartaba mil pesos del gasto de la casa y los guardaba en una caja. Así reuní la cantidad". "¡Caramba! -se dolió don Peleto-. ¡Si he sabido eso habría hecho contigo todos mis depósitos!". FIN.

MIRADOR

        Por Armando FUENTES AGUIRRE.

    Jean Cusset, ateo siempre con excepción de la primera vez que vio sonreír a su hijo bebé, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:

    -Amo las oraciones que aprendí de mi abuela y de mi madre: el dulce Angelus que pintó Millet y el angustioso clamor esperanzado de la Salve Regina medieval. Amo el Credo tridentino, tan lapidario. Y amo los ingenuos rezos que salían de boca de mi vieja nodriza campesina, asustada por las cosas que no entendía y más asustada aún por las que conseguía entender: "Enemigos veo venir. Sangre de mis venas quieren. Yo no se las quiero dar. ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar!".

    -Amo esas oraciones -siguió diciendo Jean Cusset- porque las aprendí de gentes que creían y en las que creo yo. Las recito de pronto, y en cualquier parte. A veces hasta en un templo, porque hasta en un templo se puede rezar.

    Así dijo Jean Cusset con esa suave sonrisa que unos dicen puso en su rostro la sabiduría, pero que él atribuye a un martini adecuadamente preparado, con dos aceitunas, como siempre.

    ¡Hasta mañana!... 

MANGANITAS

Por AFA.

"... Un dramaturgo pide que sus obras sean representadas en una prisión.".

     Un crítico sin quehacer

    dijo que el autor es vivo.

    Así logrará tener

    un auditorio cautivo.

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search