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Opinión

De lo sublime a lo ridículo

El pasado 5 de mayo se cumplieron doscientos años de la muerte del francés más ilustre: Napoleón Bonaparte

César Jáuregui Robles
Abogado

lunes, 10 mayo 2021 | 06:00

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El pasado 5 de mayo se cumplieron doscientos años de la muerte del francés más ilustre: Napoleón Bonaparte. Aunque es recordado por innumerables batallas y circunstancias personales, también tuvo una faceta de dirigente y líder muy orientada hacia el establecimiento de un orden y un cumplimiento estricto de las leyes para generar las condiciones de convivencia social, necesarias para hacer posible el progreso constante. Ejemplo de ello es la redacción de su Código Civil, que trasciende y es modelo de muchas naciones, como la nuestra.

“De lo sublime a lo ridículo, sólo hay un paso” (Du sublime au ridicule il n’y a qu’un pas) se le escuchó decir ya en el exilio de Santa Elena y se le considera una de sus frases más famosas, queriendo evidenciar con ello, cómo la gloria y el cielo, que sienten que atrapan los que asumen el poder, se escapa a veces de manera instantánea por la tozudez de la realidad cambiante y en no pocas ocasiones, por las derrotas y las torpezas que se cometen.

Hoy la autollamada por el inquilino de Palacio Nacional, Cuarta Transformación, se encuentra en esa transición, pues ya no es posible ocultar con verborrea mañanera y miles de palabras y discursos huecos, (incluidas las pseudolecciones de historia nacional y de moralidad) el fracaso de su administración.

Baste sólo ver cómo su política de austeridad cercenó miles de plazas, como la de director de mantenimiento del Metro de la Ciudad de México, para encontrarse con la tragedia en que se convirtió la caída de dos vagones de la Línea 12 del sistema de transporte masivo más grande del país.

Grave es en sí, el hecho que enluta a veinticinco familias capitalinas, pero es una verdadera llamada de atención para ver cómo el privilegio de la distribución de prebendas, becas, dádivas y canonjías de todo tipo ha contrastado con el recorte presupuestal en áreas de seguridad y estratégicas como son las vías de comunicación, donde ya se puede constatar que caminos y carreteras recientemente construidas en el sureste, no han resistido el plazo de un año para exhibir la pésima realización y cuidado en materia de infraestructura.

Por eso alarma la manera en que se está llevando a cabo la ocurrencia presidencial de establecer el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles en la base militar de Santa Lucía, la construcción de una inoportuna y costosísima refinería en Dos Bocas o el tirado de rieles por toda la península yucateca, para dar paso al Tren Maya, que será un elefante blanco, aun antes de que se inaugure.

Preocupa aún mucho más, que bajo la premisa de que los funcionarios sólo deben contar con un 10% de capacidad y el resto de honestidad, se dé el mantenimiento debido a plantas como las instalaciones de Pemex o la nucleoeléctrica de Laguna Verde, por personal incompetente e indolente.

No arribar al ridículo, que ya anuncian expertos, técnicos y medios de comunicación extranjeros, es un reto de rectificación que debe llevarse a cuestas en el sublime acto de exigencia ciudadana, pues es bien sabido que el presidente no escucha más opinión que la de su interior. 

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