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Opinión

Cuando el poder se termina

En política el ejercicio del poder es un tema de obligada referencia para evaluar y hasta juzgar a los políticos

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 28 febrero 2021 | 06:00

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En política el ejercicio del poder es un tema de obligada referencia para evaluar y hasta juzgar a los políticos. Aún más cuando estos desempeñan algún cargo de gobierno que, necesariamente implica el ejercicio del poder, y que por supuesto requiere de todos los elementos que implica el uso de dicha herramienta. 

Para los estudiosos del tema, no solo en política sino en cualquier tipo de organización, un liderazgo lleva implícito el ejercicio del poder, entendido este como la capacidad de incidir directa y positivamente en los logros o metas de proyectos u organizaciones. Hacer que las cosas pasen y que las personas hagan lo que tienen que hacer.

De acuerdo con Robert Green y Joost Elffers, en su obra “Las 48 leyes del Poder”, establecen que se debe planear todo el camino hasta el final, en la ley 29 dicen a la letra: “La conclusión lo es todo. Hay que planear todo el camino que conduce hasta ella, teniendo en cuenta todas las posibles consecuencias, obstáculos y quiebras de la fortuna que puedan revertir el trabajo duro y proporcionar la gloria a otros. Si se planea teniendo en cuenta el final, uno no se verá abrumado por las circunstancias y sabrá cuándo parar. Hay que guiar la fortuna con suavidad y ayudar a determinar el futuro pensando con antelación”.

Saber cuándo parar. He ahí la clave. No lo supo César Duarte y ahora tampoco lo sabe Corral, son iguales se van de filo, se siguen de largo, no saben cuándo parar. Es quizá una de las reglas más indispensables del poder: saber cuando parar. Implica reconocer el tiempo y espacio exactos para entregar el poder, para guiar esa delicada transición y así mantener el ejercicio real del poder, aunque parezca un contrasentido, así es.

Todo ejercicio de autoridad o liderazgo tiene un marco muy definido de espacio, tiene una clara temporalidad, tiene una duración específica, por definición el poder es efímero en cada espacio, por tanto, requiere de estar mudando esos espacios y tiempos de acuerdo con circunstancias específicas también.

En refuerzo del razonamiento anterior, en la ley 47 de la misma obra citada, dice a la letra: “No sobrepasar la meta que uno se ha marcado en la victoria, saber cuándo parar. El momento de la victoria es, a menudo, el momento de mayor peligro. En el ardor de la victoria la arrogancia y el exceso de confianza pueden empujarle a uno más allá de la meta que se había marcado; y al ir demasiado lejos se crean más enemigos que los que se puede derrotar. No hay que permitir que el éxito se le suba a uno a la cabeza. No existen sustitutos para la estrategia y la planificación cuidadosa. Debemos marcarnos una meta y, cuando la alcancemos, detenernos”.

Así es el poder de veleidoso como instrumento de autoridad, pero muy efectivo en su uso adecuado dentro de una temporalidad y espacio determinado.

Nada de esto parece saber ni conocer, ni entender, el gobernador Corral. Temperamental, visceral y sanguíneo como es el mandatario estatal, se niega a aceptar que su ciclo está a unas cuantas semanas de terminar, escasos 6 meses le quedan en el cargo, apenas el tiempo suficiente para preparar maletas y una entrega tersa del poder.

En esta recta final de su mandato, justo cuando su poder entró también en franco declive de alcance y efecto, decide meterse en una inútil e infructuosa guerra más, justo contra el mismísimo presidente de la República, y lo de menos es quién tenga la razón, el problema real es que ya sabemos todos quién la va a ganar en perjuicio de todos los chihuahuenses.

En una de esas reacciones viscerales y poco razonadas del gobernador, un buen día decidió “desinvitar” de las mesas de seguridad a Juan Carlos Loera de la Rosa,  en lenguaje claro lo corrió pues, nada más y nada menos que al más alto representante del gobierno federal en la entidad, y además lo hizo de la peor manera que podría haberlo hecho, acusándolo de filtrar información confidencial y muy sensible, “por pérdida de confianza” dijo Corral sin empacho alguno.

Tomar una acción de esa naturaleza por supuesto que traería consecuencias, las cuales fueron que el gobierno federal tomó el control de las mesas de coordinación para la paz y la seguridad en el estado, era imposible pensar que dichas mesas pudieran realizarse sin la presencia federal y menos sin una adecuada justificación.

Inconforme por la reacción del Gobierno federal (provocada por él mismo), el gobernador Corral lo emplaza en un juicio ante la Suprema Corte de la Nación, para forzar esta presencia en las reuniones a las que convoca el gobierno estatal. La Suprema Corte ordena la integración del gobierno federal a dichas reuniones, como era de esperarse, ante un planteamiento con una visión muy parcial del tema.

En respuesta a dicha resolución judicial, la titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Lic. Rosa Icela Rodríguez, le responde al gobernador con el fundamento legal de dichas mesas de trabajo sobre el tema de la seguridad, y convocándolo a que se integre a las mismas en la 5ª. Zona Militar del estado.

Lejos de atender la invitación, y más lejos de comprender el significado real de la invitación, el gobernador Corral hace escarnio de la respuesta y del presidente en sus redes sociales, lo que a todas luces significa una nueva confrontación con el primer mandatario del país, y todos los efectos negativos que eso conlleva.

Más allá de quien tenga la razón jurídica sobre el diferendo, a Corral le pasa de noche que él fue quien provocó toda esta desavenencia, cuando sacó injustificadamente de las mesas a Loera, y en ese entonces el gobierno federal no le respondió demandándolo ante la SCJN, ni emplazándolo a una controversia constitucional, ni ante el Congreso de la Unión, que bien pudo hacerlo, pero no lo hizo, aguantó vara y jugó el juego planteado por el gobernador.

Corral se excede en los tiempos del ejercicio del poder. Reacciona, como siempre, visceral e irracionalmente a situaciones que él mismo provocó. Parece no saber que su mandato ya entró en la recta final del tiempo, con todo lo que eso significa.

Otro caso que nos muestra el talante soberbio y autoritario de Corral, es el del precandidato de Morena a la presidencia municipal de Juárez, el empresario Gabriel Flores, quien durante la semana en tres de los videos que ha venido publicando diariamente, se refiere al gobernador.

En el primero de ellos, publicado el lunes 22 de febrero, señala lo que en su visión son las obras fallidas del gobierno estatal, y los efectos nocivos que han tenido en la ciudad, luego, el miércoles 24, hace una comparación entre Corral y López Obrador señalando al primero del peor gobernante que ha tenido el estado y, finalmente, el viernes 26, hace una defensa del presidente López Obrador en el tema de las mesas de seguridad, pidiéndole a Corral que se ocupe de los asuntos de gobernar y deje de hacer politiquería.

Bueno, pues de acuerdo con el mismo Gabriel Flores, la respuesta no se hizo esperar, ya que de inmediato (la misma tarde del viernes) fue notificado por el IEE para verificar una diligencia en una denuncia que, al decir del mismo morenista, ya estaba terminada. Eso lo dijo el precandidato en su video del día de ayer, publicado en sus redes sociales.

Conociendo de antemano el carácter explosivo y casi hormonal de Corral, no resulta extraño este comportamiento y su exceso al intentar que el IEE acalle a Gabriel Flores, invadiendo además atribuciones que no le corresponden en lugar de ocuparse de los asuntos de gobernar que vaya que tiene muchos pendientes.

Si Corral no termina de entender que apenas le queda tiempo y espacio suficientes para realizar una transición (y transferencia del poder) digna y tersa, le pasará lo mismo que a quien dijo siempre que era un “vulgar ladrón”, el exgobernador Duarte, los mismos excesos, los mismos vicios de poder y los mismos resultados, terminará saliendo por la puerta trasera de Palacio de Gobierno.

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