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Opinión

Corral ya no tiene pretexto

Duarte logró regresar la seguridad y Corral la perdió

Carlos Murillo>br>Abogado

domingo, 12 julio 2020 | 06:00

El gobernador Javier Corral está cegado por la euforia, pero no tiene nada que celebrar. Al contrario, debe estar triste y nostálgico porque pierde el único pretexto que tenía para justificar el fracaso de su administración. Pero, más allá de las fobias de Corral, la gran pregunta es ¿qué ganaron los chihuahuenses con la detención de César Duarte en Miami? La respuesta es fácil: Nada. Al contrario, estos cuatro años hemos perdido mucho.

Esto es populismo punitivo disfrazado de justicia, tan irracional como antiguo, lo hicieron en los juicios de Salem y en los Juicios de la Santa Inquisición. Aquí no hay un juicio para llegar a una sentencia, hay una sentencia lista para simular un juicio. Así es el populismo penal, Duarte ya es culpable sin haber pisado un tribunal y es presentado como un logro político del gobierno. 

Duarte es el chivo expiatorio de este sexenio. Con el juicio no ganamos nada, no habrá una cama de hospital más en los hospitales, ni una escuela en alguna comunidad alejada, ni una patrulla en Juárez, ni una beca para algún estudiante. Nada. La detención de Duarte y su juicio no le aportan nada a Chihuahua.

Entonces, ¿quién ganó? AMLO fue el único que obtuvo un beneficio con el boom mediático de la detención de Duarte, porque logró desviar la atención de la fallida visita diplomática a Washington. Y Trump, otro viejo lobo de mar, utilizó la foto con AMLO para acercarse a los votantes hispanos previo a la reelección. En ese giro de la pirinola todos ganaron.

Más allá de las cuestiones legales está la coyuntura política. El presidente López Obrador necesitaba una cortina de humo, no podía regresar con las manos vacías a México, entonces, su equipo encontró en Duarte la mejor forma de ocultar la triste realidad: no hubo ningún acuerdo significativo con EU. 

Existen dos formas de hacer política, la primera es con el uso de la fuerza (poder duro) y la segunda es por medio de la persuasión (poder blando). Esta semana, al parecer Trump decidió mantener una tregua en la política exterior y ofrecer una cena exquisita en lugar de las amenazas. 

Hay muchas versiones sobre lo sucedido. El hecho es que la relación México-Trump parece comunicarse con mensajes simbólicos; Trump recibió al narcotraficante más buscado del mundo, “El Chapo” Guzmán, unas horas antes de la toma de posesión en 2017, lo que fue interpretado por los expertos como un regalo. Ahora, Trump elige el día de la visita de AMLO para entregar a César Duarte, quien simbólicamente representa un regalo para el mandatario.

Los estudiosos de la política exterior le llaman la “diplomacia del panda”, este referente se asocia al ejercicio de un poder blando (soft power), que utiliza China frecuentemente como mensaje, donde el panda se regala como símbolo de buena voluntad diplomática. 

Sin embargo, después de la fiesta, el conflicto sigue ahí. Unas horas más tarde, Trump volvió a lanzar ataques a los mexicanos con su estilo autoritario y agresivo. Es evidente que, en esta ecuación, Corral no tiene ninguna participación, es una pieza contingente.

En el ámbito local, el proceso judicial contra Duarte es un producto de marketing gubernamental que llaman “Operación Justicia para Chihuahua” y lo venden como si fuera un producto multinivel, a los panistas se les llena la boca de orgullo al mencionarlo y hasta le hicieron un logo en azul y blanco. Pero esto no es un proceso de justicia apegado al Estado de Derecho, es todo un programa político para el linchamiento del exgobernador. Es justicia selectiva, porque el gobierno decide a quién sí y a quién no llevar ante los tribunales.

Pero, si en verdad quieren hablar de justicia para Chihuahua, debieron resolver primero el asesinato de la periodista Miroslava Breach, del activista rarámuri Julián Carrillo o de la activista juarense Isabel Cabanillas, por solo mencionar tres ejemplos de los miles de homicidios cometidos durante los últimos cuatro años sin resolver. ¿Para ellos no hay justicia?

Ahora hablemos de seguridad. En 2010, cuando comenzó la administración de Duarte, sólo en Juárez hubo tres mil 718 homicidios dolosos, el exgobernador recibió el estado en llamas; seis años después, cuando Duarte entregó el estado, los homicidios en Juárez se redujeron dramáticamente, en 2016 hubo 143 asesinatos; ese mismo año comenzó la administración de Javier Corral, pero la historia es muy diferente, en los siguientes tres años la cifra aumentó hasta que, en 2019, tuvimos un retroceso, alcanzando mil 286 homicidios, lo peor es que, a la mitad del 2020 y en plena pandemia, ya llevamos 887 asesinatos. ¿Con la detención de Duarte cambiará esta terrible realidad?

Aquí está la prueba, los datos duros, las estadísticas que no hablan, gritan. Esto demuestra que la obsesión de Palacio por Duarte provocó una crisis de inseguridad en Juárez. Como dicen los empresarios, se pusieron a cuidar los centavos y descuidaron los pesos. 

En ese sentido, será muy bueno tener a César Duarte de regreso en Chihuahua para que, además de responder por las acusaciones de corrupción, le explique al gobernador cómo puede recuperar la paz en las calles de nuestra frontera, porque Duarte logró regresar la seguridad y Corral la perdió.

Cuatro años duró la persecución del exgobernador. No se escatimaron recursos en la Fiscalía para obtener pruebas, los investigadores siguieron las huellas de testigos protegidos que afirmaron ver lo invisible y sentir lo intangible con tal de obtener el perdón que hiede a impunidad. Si no me cree pregúntele a Jaime García Chávez, quien acusa directamente a Jaime Herrera, secretario de Hacienda de Duarte, de una doble complicidad, primero con el exgobernador Duarte y después con el gobernador Javier Corral como su testigo protegido estrella. Lo que demuestra una vez más que la “Operación Justicia para Chihuahua” es para los enemigos, no para los amigos.

La historia no termina aquí, al contrario, comienza un juicio que tiene una fuerte conexión con la política, interesante para los especialistas y para la opinión pública, pero aburrido para el ciudadano común. Como es de esperarse, los equipos de abogados están cerrados herméticamente, nadie quiere revelar su estrategia antes de tiempo. Pero han tenido cuatro largos años para soñar una y otra vez con las mil variables que están en juego. Como sucede con la vida misma, una mala jugada y se pone en riesgo el resultado final. Corral no ha ganado todavía, pero ya celebró anticipadamente.

Astuto como es, AMLO recibió los aplausos por la detención, mientras que el canciller Marcelo Ebrard reveló casualmente que las investigaciones presentadas eran débiles, algunos interpretaron que el gobierno de Peña Nieto había debilitado los expedientes a propósito, pero olvidan que, en este caso, el Gobierno federal solamente es intermediario para traer a Duarte. Las investigaciones que envió Corral eran débiles desde el principio. 

Eso no cambió nunca, los expedientes están llenos de contradicciones, este es un caso de lawfare, una guerra jurídica con fines de venganza política, no cabe duda, el delito de Duarte es ser enemigo de Javier Corral. Pero cuando se trata de diplomacia, pesa más el timing político que la ley.

Finalmente, hay algo que olvidó el gobernador Javier Corral en su plan de marketing contra Duarte; el producto tiene un ciclo de vida, nace, logra su punto máximo y muere. Este discurso de linchamiento contra el exgobernador ha llegado a su fin. El 8 de julio se acabó la historia y, con ella, se sepultó la única bandera de Corral. Así, la facultad de juzgar mediáticamente desde el balcón de Palacio, fue su fortaleza y ahora es su debilidad, porque en el discurso se concentró en la detención de Duarte y ya fue detenido. Se le acabaron los pretextos al gobernador.

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