Opinión

Coronavirus. Las reacciones (IV)

La pandemia que tiene paralizado el mundo desde hace ya varias semanas ha sido un fenómeno...

Sixto Duarte
Analista

martes, 07 abril 2020 | 06:00

La pandemia que tiene paralizado el mundo desde hace ya varias semanas ha sido un fenómeno que ha traído consigo las más diversas consecuencias de toda clase, desde la óptica política, económica, sanitaria, entre otras muchas que quizá no alcanzamos todavía a percibir.

Hasta este momento son incontables los estragos de la enfermedad, pues muchos gobiernos (incluido el de México) no tienen la capacidad –o simplemente el interés– de llevar un control adecuado de la enfermedad.

En el caso de México, el Gobierno desperdició más de tres semanas –que pudo haber aprovechado para llevar a cabo los preparativos y adoptar las medidas necesarias para hacerle frente a la crisis sanitaria– tratándonos de convencer de que no pasaba nada. Entiendo que la postura adoptada por el Gobierno era para no frenar la actividad económica en el país, ya de por sí mermada por pésimas decisiones oficiales (Texcoco y Mexicali). Fue tan indolente el gobierno mexicano al adoptar esta posición, que incluso no declaró la fase 2 de la pandemia hasta que la Organización Mundial de la Salud, de manera unilateral, decidió clasificar a México como un país ubicado en esa etapa.

En momentos de crisis complejas es donde se ve el verdadero talante de los gobernantes. A Winston Churchill le tocó enfrentar el horror de la Segunda Guerra Mundial. A Charles de Gaulle le tocó enfrentar militarmente a los nazis, y posteriormente encabezar un gobierno en Francia. Incluso a George W. Bush le tocó enfrentar una crisis terrorista como la causada por Al Qaeda el 11 de septiembre de 2011.

En el caso de López Obrador, vemos con preocupación que el presidente no está a la altura del reto. Nadie discute su popularidad, ni que haya sido el gobernante más votado de la historia de nuestro país, como siempre expresan sus admiradores.

Para efecto de dotar de mayor objetividad a la presente opinión, invito a mis lectores a que revisen lo expresado por un servidor respecto a López Obrador antes de las elecciones de 2018, para que corroboren que nunca fui un crítico recalcitrante de su agenda. Si bien no voté por él, en ningún momento desacredité sus planteamientos, no porque creyera en ellos, sino porque creía que quizá debía merecer, cuando menos, el beneficio de la duda.

Ahora veo, con profunda preocupación, que estamos en las peores manos; de nada sirve que vengan sus defensores oficiosos a decir que “el PRIAN robó más” y toda esa clase de justificaciones estériles que lanzan como si estuviéramos en un partido de futbol. Es un hecho que el presidente no tiene la capacidad de hacer frente a una crisis de esta magnitud. Apenas la semana pasada, el Instituto Mexicano del Seguro Social se encontraba buscando proveedores de ventiladores, mismos que se requerirán para la hospitalización de los enfermos del Covid-19. ¡La semana pasada! Es decir, dejaron correr todo este tiempo para ponerse a trabajar un mes después de que la crisis estalló en Italia.

El domingo presentó su informe trimestral, lleno de mentiras y medias verdades, como el hecho de expresar que él decidió que el precio de la gasolina bajara. Reiteró nuevamente que el proyecto de Dos Bocas sigue, y anunció que altos mandos del gobierno no percibirán aguinaldo, violando derechos laborales irrenunciables. No entiendo la urgencia de haber presentado un informe, o plan de medidas, pues no se tuvo ni lo uno, ni lo otro. El informe presentado y nada, son dos nadas. Todos recordamos cuando Manuel Camacho Solís anunció en vísperas de un debate presidencial en 2000, que el día del debate daría una sorpresa. Al llegar el día del debate, y ser cuestionado respecto a la sorpresa, Camacho dijo: “La sorpresa es que no hay sorpresa.” Así estuvo AMLO con su informe.

El presidente ha demostrado que tiene pavor de perder la potestad de marcar la agenda del país, con miras a la elección de 2021; con estas acciones, devela que sus verdaderas prioridades son las electorales, no las sanitarias, en un momento de crisis como éste.

Desafortunadamente, el Gobierno federal no está haciendo nada –salvo maquillar cifras de enfermos de Covid-19–, para enfrentar la pandemia. No parece haber esfuerzo de ninguna naturaleza desde la perspectiva médica, sino únicamente esfuerzos comunicacionales que develan cuáles son las verdaderas prioridades de López Obrador. Desafortunadamente, es en momentos como éste, que se recuerdan las palabras acuñadas por el escritor francés Albert Camus en su novela La Peste: “Si la epidemia no se detenía por sí misma, era seguro que no sería vencida por las medidas que la administración había imaginado”.

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