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Opinión

Consulta gansito

El día primero de agosto próximo estamos convocados a las urnas… otra vez. Para que digamos si queremos que se aplique la ley o no, pero pagando 500 millones de pesos

Arturo García Portillo
Analista

viernes, 23 julio 2021 | 06:00

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El día primero de agosto próximo estamos convocados a las urnas… otra vez. Para que digamos si queremos que se aplique la ley o no, pero pagando 500 millones de pesos. ¿A quién se le ocurre una tontería de este tamaño? Adivinó. He aquí la historia y el contexto. 

Hace unos pocos años se aprobaron reformas legales para que en México se pueda consultar directamente a los ciudadanos sobre temas de relevancia en lugar de que lo decidieran los gobernantes. 

Hacia finales de siglo XX, con la caída del muro de Berlín y la irrupción de la perestroika, se aceleraron en el mundo los procesos de transición a la democracia. Algunos venían de tiempo atrás, como la “revolución de los claveles”, de Portugal, en 1974. Después y durante años han ocurrido diferentes tipos de movimientos para pasar de sistemas dictatoriales o autoritarios (son cosas muy diferentes) a sistemas democráticos. Hoy, salvo Cuba y Corea del Norte; países con sistemas monárquicos particularmente árabes; y algunos estados con diversas formas de autoritarismo como Venezuela y Nicaragua, el resto tiene sistemas democráticos. 

Si embargo la democracia ha concretado básicamente en dos grandes modelos: la representación y la participación. Ejemplos de modelos de representación son los regímenes parlamentarios, particularmente europeos. La teoría dice que los ciudadanos eligen representantes con suficiente información y un encuadre ideológico en el que se ven reflejados, y ellos deciden quién ejerce el gobierno.  Se le llama modelo indirecto. Ejemplos acabados son Alemania y Reino Unido. Son perfectamente democráticos. Además, funcionan muy bien. 

Pero existe también el modelo de la participación. Aquí los ciudadanos eligen directamente a los titulares de los cargos ejecutivos, sin necesidad de un intermediario. Por ello se le llama modelo directo. Ejemplos típicos son los sistemas presidencialistas. 

Con el tiempo, el modelo de participación ha ido extendiendo sus alcances. Pasaron de elegir a las autoridades mayores, como presidente de la República, gobernadores, a cargos más diversos como jueces, comisarios. En México en Nayarit se eligen regidores por voto directo, no en planilla. Chihuahua es el único estado que hace lo propio con síndicos. Otro paso en su evolución fue votar por acciones no solo personas. En Estados Unidos, es frecuente que, junto con la boleta de alcaldes o legisladores, se entregue al ciudadano una con una lista de cosas a resolver, como la construcción o no de un puente, aprobar o vetar reglas. En nuestro estado tenemos una incipiente legislación al respecto. La misma se usó por primera vez y los ciudadanos de la capital decidieron que no querían ir adelante con proyecto de nuevo alumbrado, sin problema. 

Para muchos esta es la vía que hay que seguir, la de que sea el ciudadano quien decida directamente los asuntos que impactarán su vida en comunidad. Y por ello ahora se habla y se elogia de modo ampuloso la “democracia participativa” con todos los instrumentos en que se concreta, como plebiscito, referéndum, iniciativa popular. Y ahora, consulta ciudadana. 

El presidente López Obrador desde siempre ha presumido que oye al pueblo y le obedece. Eso es digno de encomio. O lo sería si fuese cierto. Porque realmente nunca lo ha hecho. Cuando fue jefe de Gobierno decía que consultaba a la gente, por teléfono. Pero nunca hubo manera de verificar si había ocurrido. Para mí es obvio que el resultado lo decidía él y el ejercicio democrático no era sino para justificarlo. Más atrás, cuando dirigía las protestas de los tabasqueños, por todo tipo de cosas, el método era más simple, a mano alzada. Sigue siendo el favorito. Así ha cancelado inversiones multimillonarias.  

Con una legislación nacional más acabada, reglamentaria del nuevo artículo 35 constitucional, y llamada Ley Federal de Consulta Ciudadana, el método de participación tiene un encuadre legal que debe dar certidumbre y transparencia a los resultados. Pero eso no importa a López Obrador, quien ha echado a perder, y desprestigia, los mecanismos democráticos directos, pues los usa como instrumento de propaganda no de decisión. La actual consulta, ahora en etapa de difusión, está plagada de irregularidades desde su inicio. La pregunta estuvo mal formulada. La Suprema Corte la modificó para darle gusto al presidente. El contenido de la consulta es de resultado obvio pues pregunta en última instancia si se debe enjuiciar a expresidentes en caso de que hayan cometido algún delito. 

El morenismo institucional lo promueve. Si no acude más del 40% del padrón no será vinculante. Para mí es obvio que no se conseguirá ese número. Pero da igual, no tiene ningún efecto práctico. Lo que es una enorme pena es echar a perder este que podría ser un ejercicio genuino de participación empleado en temas de hondo calado, como decidir si queremos que CFE tenga competencia o no, por ejemplo. Mientras AMLO juega con el país, ahora divertido con su consulta gansito. 

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