Opinión

Construyendo comunidad

El Sitio de Tenochtitlán concluyó cuando la resistencia de Cuauhtémoc y la pesada carga de ser el último de los Tlatoanis, llegó a su límite

Juan Carlos Loera de la Rosa
Empresario

domingo, 08 septiembre 2019 | 06:00

El Sitio de Tenochtitlán concluyó cuando la resistencia de Cuauhtémoc y la pesada carga de ser el último de los Tlatoanis, llegó a su límite y junto a ello una nueva organización de la sociedad, con muchos factores que incrementaban la complejidad del proceso colonizador: el mestizaje, el dominio religioso, el saqueo material, la organización del espacio y también razones políticas como la de Cortés de fundar la nueva “ciudad española” literalmente encima de la capital imperial de los mexicas, esto último significó todo un símbolo perverso de superioridad y el fin lamentable de una era en la historia de nuestro país.

La explotación de los recursos económicamente valiosos fue la prioridad, llevar al viejo mundo el oro y la plata de la Nueva España era más importante que el desarrollo armónico de la nueva convivencia, la que algunos denominan el encuentro (encontronazo, diría yo) de dos culturas. 

El abuso y desplazamiento sobre los pobladores originarios era contundente, aunque hubo importantes esfuerzos neutralizadores, encabezados por evangelizadores consecuentes, solidarios y hasta piadosos, como Fray Bartolomé en Chiapas (El Padre Las Casas, lo llamaba Jose Martí en su publicación La Edad de Oro) quien defendió a los indígenas de la esclavitud a la que fueron sometidos por los españoles, y el primer obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, religioso y jurista que fue mas allá, ya que se echó sobre  los hombros la enorme tarea de organizar espacios donde se reivindicara el humanismo y la integración, a estos les llamó Hospitales-Pueblo, en los que la hospitalidad era su principal valor. Ese esfuerzo Quiroguiano fue el primero que pregonó libertad e inclusión para los indígenas en una etapa convulsiva caracterizada más que nada por el despojo y el desplazamiento.

Esta es una de las formas de organización en las que se ha inspirado el gobierno de la Cuarta Transformación para romper con el abandono y la vulnerabilidad de las comunidades más aisladas del país, sobre todo las indígenas.

El Gobierno de México a través de la Secretaría del Bienestar ha venido impulsando la instalación de los Centros Integradores de Desarrollo, espacios físicos de atracción de comunidades y base de servicios, ya que evita que las personas deban desplazarse a grandes distancias fuera de sus comunidades para realizar trámites u obtener satisfactores a sus necesidades básicas, serán 13 mil los que se instalarán en el país, de los cuales 386 estarán asentados en nuestro estado, la distancia entre ellos deberá estar a no más de una hora caminando o media hora en automóvil, (lo cual nos arroja una distancia de cinco o seis kilómetros) de las personas a quienes se les ofrezca el servicio.

Estos centros integradores serán también ventanillas de gestión, seguimiento y supervisión de los programas del Gobierno federal, sin la injerencia de intermediarios; al mismo tiempo serán el núcleo donde se promueva el ordenamiento territorial y el desarrollo regional integral a través de la ejecución de proyectos y programas de impacto social, como el de Internet para Todos, importante iniciativa del Gobierno federal que será ejecutado a partir de estos núcleos.

El impulso de la organización, participación y cohesión social será el objetivo más impactante de los centros integradores, pero la idea va mucho mas allá ya que será una de las carácterísticas del actual Gobierno, y además la consolidación de lo que ha sido el ideal de muchos activistas y actores políticos progresistas: la construcción de comunidades y regiones sociales autogestivas y autosuficientes, donde sus pobladores tengan todas las facilidades para organizarse entre ellos, que sea un punto de partida en el que los aspectos colectivo y/o público logren armonizar todos los espacios sociales, culturales y educativos; cada uno de ellos será un sitio para el desarrollo y el beneficio de todos, transformando así incluso las estructuras socieconómicas a través de la participación comunitaria y regional.

Ante las condiciones que se padecen en algunas regiones de México, deberán atenderse indudablemente de manera prioritaria aquellas microrregiones en situación de pobreza, marginación y dispersión. Los problemas mayormente identificados son los relacionados con la salud, educación, cultura, vivienda y servicios, pero también hay una fuerte demanda de acceso a la información, telefonía celular, infraestructura carretera e internet. 

A través de esta propuesta de regionalización se permitirá visibilizar puntualmente, con delimitaciones geográficas las necesidades y el potencial de las microrregiones, además permitirá la planeación desde las comunidades con el aprovechamiento de los recursos humanos y materiales propios en torno al centro integrador, pero también con la descentralización y racionalización de los recursos públicos combinada con la inversión privada se ofrecerán servicios a los que nunca se había tenido acceso en la mayor parte del territorio, como los bancarios, a través de la instalación de cajeros automáticos en la mayoría de los centros integradores, e incluso sucursales del Banco del Bienestar en las cabeceras municipales y comunidades de mayor tamaño.

A través de esta planeación democrática, el Estado mexicano asegura que por primera vez el ideal de imprimir solidez, dinamismo, permanencia y equidad  al desarrollo nacional, sea realmente para todos, especialmente para los más desprotegidos.

Los Centros Integradores serán un punto de convergencia para la colaboración, coordinación y cooperación de las autoridades locales, desde luego, con el debido respeto a la soberanía del estado de Chihuahua. 

Con esto, el Gobierno que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, reitera que la participación ciudadana y el gran reto de estructurar territorialmente al Gobierno federal son bases muy sólidas que permitirán un nuevo tipo de convivencia social, en el que se recuperen los valores culturales, sociales, morales y espirituales a partir de la generación y aseguramiento de verdaderas condiciones de bienestar que incidirán en un mayor dinamismo económico en estas microrregiones.

El mayor fracaso de un país es el de rehuir el compromiso de atender a las comunidades más pequeñas y alejadas de los centros urbanos enfocando  únicamente su atención hacia las grandes poblaciones dejando así desprotegidos en cuanto a salud, educación y económicamente se refiere a los grupos más vulnerables. No se puede concebir el progreso de una sociedad cuando no se atienden las necesidades básicas de estos sectores de la población, ningún sistema económico o político podrá hablar de un auténtico desarrollo si antes no atiende a los grupos mayormente desprotegidos. Es por ello que a través de este y otros programas como el de La Escuela es Nuestra, la instalación de asambleas comunitarias donde se conforman comités de vigilancia y administración serán el punto de partida para una sociedad más igualitaria y justa. Esta es la pauta de un cambio verdadero en el que se impulsa la auténtica democracia.

Territorialmente estamos construyendo comunidad.

Notas de Interés

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