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Opinión

Con cincuenta años de atraso

Ya lo sabíamos, pero tuvo que llegar la pandemia para hacer caso

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 03 junio 2020 | 06:00

Ya lo sabíamos, pero tuvo que llegar la pandemia para hacer caso.

Entre la sorpresa y emergencia, se nos olvida que no es la primera vez que la humanidad ha quedado expuesta a pandemias, más quizá por prepotencia o soberbia, por insensatos, o para evadir que el sufrimiento vuelva a propia piel, el aprendizaje que se hubiera tenido de ella se olvida. Quienes las vivieron prefieren no revivir el dolor que les provoca y, mientras voltean hacia otros horizontes, las generaciones que no las sufrieron viven ajenas a ellas.

Sin embargo, los tiempos en que suceden marcan la diferencia. En 1972 Furnas y McCarthy en su obra “El Ingeniero”, ya nos lo decían: “Para el siglo XXI, o sea dentro de una generación, el servicio de computación será tan barato y fácil de usar, que en los hogares de ciertos países será cosa tan ordinaria como lo son ahora la electricidad, el gas, el teléfono o el agua corriente. Tan sólo este resultado del trabajo de los ingenieros puede acarrear un gran cambio en nuestro género de vida; cualquier niño, no importa en qué lugar viva tendrá a su alcance todo el mundo de la instrucción para las materias más propias para él: los directivos de las empresas basarán sus decisiones en información más fresca y fiel, que literalmente tendrán al alcance de sus dedos; habrá gente que prefiera quedarse a trabajar en casa”. Pero tuvo que llegar una pandemia para recordarlo.

Es de locos: sabíamos que la tecnología estaba lista para ponerla a trabajar para nuestro provecho pero nada hicimos; quisimos avanzar al ritmo de una sociedad global, y a veces hasta creímos que lo hacíamos, pero nos quedamos atorados en el pasado. Y llegó la pandemia, y con ella el tiempo de mostrar la incongruencia: enseñar a niños y jóvenes “sin importar en qué lugar viva … todo el mundo de la instrucción para las materias más propias para él”… pero no hay condiciones para ello. En Corea del Sur, por ejemplo, de manera natural y sin necesidad de que la pandemia les urgiera, es una realidad que el servicio de internet llega a todos. Por el simple hecho de ser ciudadano surcoreano, y por supuesto, pagar impuestos, en toda casa hay servicio básico de internet. Con ello, sin mayor alharaca, cada niño y joven tiene frente a sí la oportunidad de acceder a la educación. Normal… para ellos. Para nosotros… tema de exclusión.

Los retos que la pandemia ha impuesto obligan a tomar acciones: ni podemos quedarnos estáticos, ni tampoco tomar decisiones inmediatas sólo para justificar una vana preocupación política. Aunque lo más conducente es buscar las propias, en otros países, como Argentina se han implementado programas como “El Estado en tu barrio” que acerca los servicios públicos en estructuras temporales. En Medellín, Colombia, se abrió una línea especializada en atender el tema de la violencia de género que allá, como aquí, se ha elevado durante la pandemia. También se han implementado programas que ponen a disposición bicicletas a fin procurar una opción respecto al uso del servicio de transporte público, mientras que en Ruanda se instalaron módulos de energía solar para la carga de dispositivos móviles.

Ahora bien, ante la premura de la emergencia, no se debe perder de vista que las acciones que se tomen tienen la oportunidad de impulsar cambios de mediano y largo plazo para que las inversiones que se hagan ahora tomen sentido y sean la base de futuros programas con perspectiva de justicia social. Quizá siempre hemos pensado que cuidar la cobertura de agua potable, saneamiento y electricidad es una necesidad básica y, es obvio, que en tiempos de pandemia deberán reforzarse esfuerzos para que su cobertura sea universal, más ahora, junto con estos servicios, la conectividad, por su relación con la educación, ha tomado un papel preponderante que iguala en nivel de importancia a los que tradicionalmente hemos considerado básicos, como lo es también el tema del transporte público, tan urgente en nuestra ciudad y necesaria su reinvención: no podemos sostener el mismo sistema aún con unidades renovadas.

Nos lo dijeron hace casi medio siglo y yo misma hace algunos años lo menospreciaba: tuvo que llegar la pandemia para decir ¡oh, es cierto! La conectividad “debe ser tan ordinaria en cada hogar, -o espacio público- como lo son ahora la electricidad, el gas, el teléfono o el agua corriente”.  Habrá que buscar lo que se tenga que hacer, para ver si ahora sí, por fin, a las malas, hacemos caso.

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