Opinión

Como si purgaran una penitencia

Yo no sé cual sería la palabra que mejor describa la situación que están pasando los niños de la periferia de la ciudad

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 29 enero 2020 | 06:00

Yo no sé cual sería la palabra que mejor describa la situación que están pasando los niños de la periferia de la ciudad; por las circunstancias que los rodean parecería que están purgando una culpa. Viven rodeados de situaciones como si estuvieran pagando un castigo, una penitencia, ¿a qué me refiero?

En este mismo medio hace unos cuantos días se publicó que las escuelas primarias ubicadas en los extremos de Juárez: el norponiente, surponiente y del suroriente, están saturadas. Apuntaron que es precisamente en el suroriente donde el problema es más agudo porque es donde más demanda hay. La noticia no la dio cualquier dependencia, pues la fuente fue la propia Secretaría de Educación y Deporte del Estado mencionando que se ha detectado un crecimiento poblacional derivado de la migración y, para atenuar lo negativo de esta situación, de inmediato dio la solución: los padres de familia con hijos inscritos en estas escuelas deberán informar, lo antes posible, la intención de inscribir a hijos menores en el mismo plantel para que puedan ser considerados antes que a otros niños. Es necesario, agregan, que se brinde esa información para prever oportunamente aulas y docentes. ¿Qué no hay algo que se llama planeación? A seis meses de que inicie el ciclo escolar ¿es suficientemente oportuno?

Se establecieron criterios para admitir a los niños el próximo ciclo escolar: tener hermanos de primero a sexto año inscritos en el plantel de su interés; que tengan necesidades educativas especiales y/o aptitudes sobresalientes –¡niños promedio no, por favor!–; que vivan dentro del área de influencia del plantel y aquellos cuyo padre, madre o tutor trabaje dentro del área de influencia de la escuela y, ya después de todo ello, se considerará a la comunidad en general.

Tristemente, la noticia no me causó sorpresa alguna… es un problema añejo que se repite año tras año. Hace más de doce años, justo en el auge de edificación de fraccionamientos en el surponiente, a raíz de resultados de trabajo en campo en aquella zona expresé esa grave carencia: los niños tomaban clases no en aulas, sino en contenedores, o bien, ocupaban tres o cuatro viviendas abandonadas y las convertían en espacios educativos; aún así se quedaban niños sin acceder a la educación. Ese comentario se publicó en un diario de la localidad y, al día siguiente, desde el Gobierno del Estado se desmintió una situación que se había constatado de primera mano. Entre otras experiencias recuerdo la ocasión en que una madre de familia caminaba por Riberas del Bravo, en horario escolar, llevando de su mano a un niño que tenía edad para estar en cuarto de primaria; al conversar con ella nos compartió que llevaba ya cuatro años acudiendo a las escuelas del fraccionamiento buscando un lugar para su hijo, pero al no tener hermanos inscritos, en todas esas ocasiones había quedado fuera, sin oportunidad. No tenía manera de llevarlo a escuelas fuera del sector, así que ahí, frente a nosotros, teníamos a un niño de diez años que no había podido iniciar su primaria: exclusión, marginación y pobreza como escenario actual, y no muy distinto en el futuro para ese niño.

Pero, ¿es posible condicionar la entrada de niños a las escuelas? ¡De ninguna manera! La educación es un derecho que todos como mexicanos tenemos. Años han pasado y la situación no ha mejorado: gobiernos van y gobiernos vienen, y se sigue condenando a muchos niños a no acceder a uno de sus derechos básicos: la educación. Sí se les condena a no tener elementos para salir adelante y romper el círculo de la ignorancia, de la pobreza.

¿Quién les impuso esta condena? ¿Por qué deben sobrellevar la penitencia de una culpa de la que ellos son las víctimas? Llevan sobre sí –y llevarán toda la vida- la pena por una falta de la que son ajenos. Y deberán asumir, también, las consecuencias que ello les acarree por el simple hecho de vivir en donde viven.

De manera figurada, pero de facto real, el contexto en el que viven se les convierte en una suerte de espacio que les limita, cuando debiera favorecer su desarrollo, su florecimiento. ¿Sería surrealista, entonces, pensar que ese ámbito es una penitenciaría que les convierte en reos? Son nuestros niños, quienes nacieron, han crecido y pasarán sus próximos años en una realidad que los ahoga.

close
search