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Opinión

California Fashion VIII

'Ando bien erizo', dijo Babe Sharon cuando despertó

Carlos Murillo
Abogado

domingo, 03 julio 2022 | 06:00

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“Ando bien erizo”, dijo Babe Sharon cuando despertó. La aventura parecía no tener fin, ya habían pasado cinco días desde aquel primer encuentro en el Café La Nueva Central y cada vez estábamos más lejos del objetivo. Don Choco se había ido muy temprano porque, de todos, era el único que tenía un trabajo en el archivo municipal. Lamentablemente se fue en nuestra hermosa rutera y nos dejó a pie. El profesor Zobek discutía con el licenciado Mazpulez la siguiente parte del plan en la cocina. Mientras, yo observa con detenimiento a Tonatiuh, el viajero en el tiempo. "¿Y terminando la misión regresas al 2053?", le pregunté bote pronto. "No hay forma de volver, este viaje es más del tipo Terminator, un one-way ticket", en su voz había un dejo de resignación que 

extrañamente se mezclaba con una sonrisa. "Te quiero preguntar algo -le dije- ¿en 2053 ya no hay baches?". Tonatiuh espetó una carcajada burlona, soez, hiriente, hasta un calambre en el estómago sintió, sudoroso me contestó "los baches en 2053 son considerados patrimonio inmaterial, prefirieron alabarlos, se dieron cuenta de que no podían contra ellos...y si no puedes con el enemigo te unes a el". Mejor no preguntar sobre la violencia o la corrupción, menos por el BRT. Es por ese futuro insufrible que necesitamos cambiar el rumbo de la historia a como de lugar. El profesor Zobek salió de la notaría y nos dijo con solemnidad "señores, los túneles del centro que llevan a El Paso están colapsados ¿si 'capean'?, entonces vamos a hacerle el 'try' por otro lado...este es el plan, el licenciado Mazpulez nos dará los recursos necesarios para brincar a San Elizario, por eso no hay 'purrún', nuestra mejor opción es cruzar por Guadalupe, ahí vamos a buscar a Omega Once, de la Eme-Eme, para que nos ayude". La misión dejó de ser una simple travesura en la que entramos a la catedral a escondidas y pasamos a tener contacto con la mundialmente famosa MM (la Mexican Mafia). El licenciado Mazpulez le entregó al profesor Zobek las llaves del Cadillac 63 y un sobre con puros cueros de rana, suficiente para pagar la misión. Lentamente el auto legendario fue descapotado y salió de reversa mientras Babe Sharon hacia las veces de agente de tránsito, parando el tráfico de la calle Vicente Guerrero, eras chistoso porque su pelo rubio contrastaba con la solemnidad de autoridad vial y porque aventaba un chiflido de 'puros puntos' que parecía salir de un silbato real. "Jóvenes del futuro -dijo el notario con magna elocuencia de perogrullo-, no podré acompañarlos puesto que debo hacer patria en esta humilde trinchera, pero sus sueños son mis utopías más deseadas, que Juárez se libere del yugo chihuahuita es mi anhelo desde que llegué a esta tierra... y se llevan lo que más quiero, mi Cadillac 63, con sufientes recursos para su misión, solo les pido a cambio que agreguen al equipo a quien será mis oídos entre ustedes, el profesor Zobek les explicará más sobre esto...-tomó un respiro y luego lanzó una bola a 120 kilómetros por hora- ¡suerte y arriba Juárez!", así finalizó el letrado con aquella extraordinaria faena. Ya encima del auto, todos obedecemos el impulso y aplaudimos embelesados por aquel discurso épico. Creo que entre los cristales de sus anteojos alcancé a ver que una lágrima se escapó entre sus parpados o a lo mejor fue una basurita, pero de que estuvo emotivo, estuvo emotivo. Con su -ya clásica- voz deteriorada por el agua ardiente, el profesor Zobek -al volante-, dijo "tenemos que regresar al Bar Dos Cartas, vamos a dar vuelta aquí -narraba mientras movía el precioso volante clásico-, aquí nos vamos por la José Borunda...y luego regresamos en la...Gua...te...ma...la...y otra vez...la Vicente Guerrero". Todos íbamos hipnotizados por el sonido del motor de aquel auto clásico y el tintineo de la voz que nos guiaba como una cobra de Medio Oriente. Enfrente del Bar Dos Cartas, firmes como un soldado, nos esperaba el tremendo George y su perro, El Duque Hershell, un bellísimo pastor alemán, entrenado en Philadelphia para ser un guía de personas con debilidad visual. George era ciego de nacimiento y por alguna extraña razón el licenciado Mazpulez pidió que se sumara a la expedición a San Elizario, era conocido en Juárez porque era periodista deportivo, era un caso extraordinario, sin ver se dedicaba a narrar el Rey de los Deportes, el béisbol, yo seguido lo sintonizaba a por radio pero jamás lo había saludado en persona. En esa escala nos volvimos a acomodar, yo pasé al asiento trasero junto a Babe Sharon y Tonatiuh, como nuevo copiloto se sumó George y su perro Duque. "¿A dónde vamos campeón?", dijo el conductor y el copiloto contestó "Vamos al Gardie". El golpe de timón no solo fue sorpresivo, sino que parecía el inicio de una nueva historia. De pronto estábamos en un Cadillac 63 convertible, cinco desconocidos y un perro rumbo a un edificio abandonado. El Gardie es un lugar irónico de los noventa, un restaurante ubicado en la mera curva de San Lorenzo, el lugar cerró desde el año 1995 ¿porqué vamos ahora a ese lugar tan extraño? El profesor Zobek intentaba evadir los baches por la avenida 16 de Septiembre, 

pero inevitablemente caía de vez en cuando en los cráteres del asfalto. A la altura del Hospital General el conductor comenzó con la presentación, como el primer día de clases nos ordenó que cada quien se presentara y eso hicimos. Después de dar varias vueltas llegamos al estacionamiento del Gardie, George se bajó y desdobló su bastón blanco, con un chiflido le dio una orden al Duque, que salió corriendo como un bólido en el terreno. "Vamos amigos", dijo George sin voltear atrás. Nos bajamos del Cadillac y caminos hacia la puerta que estaba tapada con una tabla de madera y alambres, pero luego lo rodeamos. El Duque se detuvo en una pared donde aparentemente no había nada. Como un equipo de basketball, todos nos paramos a espaldas de la fachada que daba a la calle. "Por aquí es", pasen por favor, con un leve empujón rebotó un teclado con de 12 teclas con símbolos braille. George apretó una clave de cuatro dígitos y una puerta automática, casi imperceptible, se abrió. Adentro, un pequeño elevador nos fue llevando de dos en dos hasta la cresta del edificio en forma de caparazón de tortuga. "Bienvenidos a nuestra casa -dijo George-, este lugar es nuestro centro ceremonial de los Caballeros de Colón, una organización milenaria que se dedica a vigilar y salvaguardar a los hombres de fe, durante años nos hemos interesado en los mismo, separar a Juárez de Chihuahua". Luego sacó un viejo radio de onda corta, lo encendió con un botón, se acomodó unos audífonos y comenzó a buscar una frecuencia con una perilla que lanzaba la señal, "aquí la Galleta, quiero comunicarme con Omega Once, adelante". Tras unos segundos de rechinidos se escuchó la respuesta, "aquí Omega Once, buenas tardes Galleta, cambio", era la voz de una mujer, quizá de unos setenta y tantos, la jefa de jefas.

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