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Opinión

Buscamos competitividad… Y encontramos el rezago

A pesar de todos los esfuerzos que se hacen por sacar ventaja de la localización de Ciudad Juárez respecto a Estados Unidos, inexplicablemente -para algunos- su índice de competitividad urbana ha ido a la baja

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 30 noviembre 2022 | 06:00

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Como en la entrega anterior, seguiremos hablando sobre un tema que el sector empresarial y también el gubernamental privilegian: la competitividad; hacia allá se encaminan las acciones que en ocasiones expresamente se plasman en políticas públicas, planes de desarrollo, y en muchas otras subyacen no tan en la superficie ocultas en discursos convincentes, pero no por ello sus efectos han sido menos reales.

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que se hacen por sacar ventaja de la localización de Ciudad Juárez respecto a Estados Unidos, inexplicablemente -para algunos- su índice de competitividad urbana ha ido a la baja. Es un hecho que para 2007, bajo los parámetros del CIDE ocupábamos la séptima posición a nivel nacional, mientras que bajo los del IMCO el cuarto. Entonces, ¿cuáles serían las razones para que ahora para el propio IMCO nos coloque en la novena posición, nivel medio alto, entre las ciudades de más de un millón de habitantes?

Algunas de las razones las podemos adjudicar al índice de homicidios para 2021 que registra una tasa de 141.4 por cada 100 mil habitantes ocupando la posición 68 de 69 ciudades evaluadas, sólo debajo de Salamanca. Otro foco rojo es la baja participación ciudadana a la que también corresponde la misma posición. Es triste que en cobertura educativa estemos en el sitio 48; ¡Imagine Usted! Una de las 10 ciudades con mayor población del país, la mayor del estado de Chihuahua, ¡con este nivel de rezago! Peor estamos en mortalidad infantil, estamos en el lugar 53 considerando las defunciones de menores de un año por cada mil nacidos vivos. Pese a ser frontera, tampoco nos va muy bien en cuanto al aprovechamiento de las relaciones internacionales, pues en cuanto al porcentaje de pasajeros que vuelan o vienen del extranjero somos el número 35. Por la baja densidad poblacional somos el 55, Centros de Investigación el 56; el alto número de víctimas en accidentes nos coloca en el 61 y, obvio, el sistema de transporte en el 28. Las largas jornadas de trabajo son también un factor negativo. 

Los ingresos de la población tampoco ayudan mucho: de la Población Económicamente Activa, el grueso labora en la industria maquiladora o en empleos que giran en torno a esta, para los cuales no se requiere una alta calificación. Alrededor de 58 por ciento de la PEA percibe entre uno y tres salarios mínimos, 18 por ciento entre 4 y 5, y el 24 por ciento restante seis o más, de tal forma que el ingreso per cápita es más bajo respecto a otras ciudades como Guadalajara, Tijuana y la propia ciudad de Chihuahua, lo cual nos lleva a señalar que siendo Juárez el municipio que más aporta al Estado, solo recibe alrededor de 25 por ciento del gasto sectorial. Todo lo anterior apunta a que recibimos mucho menos de lo que aportamos y si bien se tiene buena capacidad para atraer recursos vía inversión extranjera, no hemos sido capaces en transformarlos en mejor calidad de vida para los juarenses. 

Si hablamos de factores negativos, no podemos omitir la importancia que ha tenido el ordenamiento territorial dada la desproporción entre crecimiento de la mancha urbana respecto al crecimiento de la población, toda vez que en el período de auge entre 1995 y 2005 la población aumentó en un 31 por ciento mientras que la superficie lo hizo en 48 por ciento, siendo que precisamente en el área de crecimiento se aloja un alto porcentaje de población que percibe bajos ingresos. Todo lo anterior nos hace volver la mirada a los señalamientos de Saskia Sassen respecto a que uno de los efectos en la competitividad es la polarización social que además del amplio rango de ingresos entre un extremo y otro implica un porcentaje significativo de población con percepciones económicas muy bajas que padece bajos niveles de bienestar dado el hacinamiento, rezago educativo y difícil acceso a servicios de salud, carencia de infraestructura y también de conectividad a través de un sistema transporte público eficiente y digno.

Aún no superamos las condiciones de marginalidad que el crecimiento de la mancha urbana tuvo en las últimas dos décadas. Paradójicamente, los beneficios económicos que aquí generan las empresas transnacionales han enriquecido a ciudades y países de otras latitudes, mientras que localmente no contamos con los niveles mínimos de calidad de vida, desarrollo humano y urbano.

Los rubros arriba listados en los que tenemos pésimo desempeño sin duda alguna, deben ser parte de los objetivos de los planes de desarrollo y políticas públicas que actualmente se gestan. La competitividad no se logra avasallando. Sin embargo, no hay señales claras de que el sector privado y gubernamental lo comprendan a cabalidad… o ¿será que giran su brújula hacia otros intereses porque lo urbano y social no les representa ventaja?

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