Opinión

Ancla perdida

Carlos Urzúa era el ancla de este gobierno: el personaje firme y sensato que daba estabilidad a una administración inconstante y turbulenta...

Sergio Sarmiento

miércoles, 10 julio 2019 | 06:00

Ciudad de México.- Carlos Urzúa era el ancla de este gobierno: el personaje firme y sensato que daba estabilidad a una administración inconstante y turbulenta. Todos sabemos que perdía muchas batallas, pero su simple presencia generaba tranquilidad. Tenía el valor de advertir al presidente sobre las consecuencias de sus decisiones erróneas en medio de un gabinete dogmático y lisonjero. 

No sólo preocupa su renuncia como secretario de Hacienda, sino las razones que expuso en su carta: "Discrepancias en materia económica hubo muchas. 

Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento". Urzúa buscó definir una política económica "con base en evidencia, con base en los efectos que esta pueda tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o de izquierda"; pero esta filosofía pragmática chocaba con el irracional proceso de decisión del actual gobierno.

Urzúa añadió en la carta: "Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés". En un gobierno que dice haber descartado el influyentismo y el nepotismo, esta acusación es lacerante. 

Los logros del actual gobierno se han debido en buena medida a Urzúa y a su equipo. El exsecretario de Hacienda mantuvo un presupuesto no sólo equilibrado sino superavitario. La recaudación subió mientras el gasto disminuyó. La estabilidad del peso y de los mercados se debe en buena medida a la certidumbre que Urzúa generaba en el timón de Hacienda.  

Urzúa se opuso a varios de los grandes errores del gobierno, entre ellos la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco, un ejemplo claro de las decisiones que se han tomado "sin el suficiente sustento". Por eso el peso perdió ayer casi dos por ciento en los mercados internacionales en el momento en que el secretario anunció su renuncia. La Bolsa Mexicana perdió 1.77 por ciento en la jornada. El presidente, sin embargo, cuando menos estaba preparado y menos de una hora después anunció que había seleccionado al subsecretario Arturo Herrera para ocupar la vacante.

Herrera es un profesional, como Urzúa, que ha asumido también posiciones sensatas en las discusiones dentro del gobierno. Por eso, cuando el presidente anunció que él sería el sucesor, el peso ganó algo de terreno, sin recuperar lo perdido antes. 

Herrera es el sustituto que más confianza podía generar en este momento. Elegir como secretario a uno de esos personajes ideológicos, ignorantes de las realidades económicas, que pululan por la Cuarta Transformación habría podido provocar un desplome de los mercados nacionales. Herrera ofrece, por lo menos, continuidad.

No podemos, sin embargo, hacernos ilusiones. Si el presidente no le hacía caso a Urzúa, difícilmente escuchará a Herrera. Recordemos que en marzo el subsecretario declaró al Financial Times que "no autorizaremos la construcción" de la refinería de Dos Bocas hasta que no tengamos un plan "que no sea muy diferente a los 8 mil millones de dólares que contemplaron originalmente. Es casi un hecho que la refinería está cancelada". Al día siguiente López Obrador lo desmintió sin miramientos en la mañanera. 

De poco sirve tener a los mejores especialistas si no se les permite hacer su trabajo y si no se toman en cuenta sus opiniones. Esperemos que a Herrera el presidente le haga más caso que a Urzúa.  

Terror 

Un nuevo secretario al menos sonríe cuando se le nombra. Pero el rostro de Arturo Herrera ayer en el video en que López Obrador lo anuncia como nuevo titular de Hacienda no era de simple preocupación, sino de terror. Ojalá que se le quite pronto, porque necesitamos a un secretario fuerte.

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