Opinión

Al César lo que es del César

El paso que nos separó de ser una especie más de primates fue algo más que el uso de herramientas

Santiago González
Analista

sábado, 17 agosto 2019 | 06:00

El paso que nos separó de ser una especie más de primates, el punto en que nos diferenciamos definitivamente de todas las demás especies a ser lo que hoy conocemos como humanidad, fue algo más que el uso de herramientas, porque hay algunas especies que las usan, no únicamente el lenguaje, que podríamos afirmar entre animales hay formas de comunicación, fue la espiritualidad o la fe, la conciencia del yo y de la muerte. Ante el temor de lo desconocido y la incomprensión de los fenómenos naturales surgió la idea del “animismo” es decir, el espíritu o alma de las cosas y los fenómenos, el espíritu de la lluvia, del trueno, del sol, de la montaña, del volcán. Así surgió un nuevo poder más allá de la fuerza, el poder de la espiritualidad sobre los creyentes. Éste, afirman antropólogos (as), fue el origen de lo que hoy conocemos como religiones, una de las herramientas de persuasión más influyentes en toda la historia.

En los albores de la civilización los primeros estados fueron teocráticos ya sea gobernados por una clase sacerdotal o gobernados por un rey y regidos por una doctrina religiosa; nuestro México nació como un estado confesional, los “Sentimientos de la Nación” de José María Morelos (1813) y la “Constitución de Apatzingán” (1814) establecieron puntualmente que la religión católica era la oficial y la única so pena de perdida de la ciudadanía a quien desconociera la autoridad suprema de la Virgen de Guadalupe; la Iglesia contaba con el monopolio del registro del nacimiento, matrimonio y muerte de las personas. Fue hasta la Constitución de 1857 donde se elimina la obligatoriedad de la religión católica, producto de la tendencia que ya se había marcado en el mundo desde la Revolución Francesa (1799) y en México por las leyes sobre Bienes Eclesiásticos (1847) la Ley Juárez (1855), la Ley Lerdo (1856) y la Ley Iglesias (1857) lo que costó mucha sangre y grandes conflictos a nuestra incipiente nación. Ya entrado el siglo XX seguíamos en conflictos intestinos por temas de la limitación del poder político de la Iglesia con la Guerra Cristera (1926-1929). 

El punto fundamental del Estado laico es la libertad y la igualdad; libertad para profesar la religión elegida o no profesar ninguna y la garantía de igualdad, es decir, que más allá de la religión que profesemos seremos tratados como iguales unos y otros, sin imposiciones derivadas de doctrinas religiosas. Esto es el objetivo de todo estado moderno y garantista, pues en la actualidad los estados que se gobiernan bajo los preceptos de una religión igualmente se encuentran entre los que menos respetan los derechos humanos, abiertamente estados de Medio Oriente y algunos de África. Esto fue identificado por uno de los cristianos más destacados de la historia, líder de la Iglesia Católica desde 1978 hasta su muerte en 2005, Karol Joseph Wojtyla (Juan Pablo II) quien en las Jornadas Mundiales de Paz en 1988 habló sobre este tema, diciendo “confundir la ley religiosa con aquella civil puede efectivamente sofocar la libertad religiosa y hasta limitar o negar otros derechos humanos”.

En nuestra ciudad hay más de mil templos, iglesias, centros de oración etc. Los que conforman un poder factico importante y que no abiertamente pero de forma identificable para cualquiera impulsan agendas, bloquean derechos no afines, actuando a través de políticos de derecha, incluso creando partidos. Muy a pesar de las luchas que se dieron en el siglo XIX y XX la Iglesia nunca salió del poder público, pero no fue tan evidente sino hasta la entrada efectiva de los derechos humanos y de las mujeres a la normatividad. Sólo basta dar una mirada a la sesión de Cabildo donde se discutieron reformas sobre derechos humanos, acudieron cantidad de líderes religiosos; la religión puede dar consuelo y guía a quien busca una filosofía de vida, pero definitivamente no puede guiar la política pública de una sociedad, hay un punto inconciliable entre la visión dogmática del comportamiento establecido por una religión y la libertad e igualdad individual como base de la dignidad en los derechos humanos. Mientras los derechos humanos te dan la libertad de profesar la religión que quieras en un nivel tan ortodoxo como lo desees, la religión limita y restringe algunos derechos.

Las garantías de libertad nunca serán dañinas a la sociedad, el libre desarrollo de la personalidad le da a usted la facultad de ser tan religioso como lo desee, la libertad de culto le posibilita practicar la religión que le es más afín, la libre autodeterminación le dan la independencia para formar una familia tan tradicional y apegada al modelo de su religión como usted quiera. Lo que no es cristiano es imponer a los otros y otras su visión de las cosas. 

Notas de Interés

Te puede interesar

close
search