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Opinión

Ajuste de cuentas

El mes de julio fue el más violento en lo que va del año, con 203 homicidios en toda la entidad, de los cuales 111 ocurrieron en Ciudad Juárez

Ixchel Cano
Analista

viernes, 12 agosto 2022 | 06:00

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El mes de julio fue el más violento en lo que va del año, con 203 homicidios en toda la entidad, de los cuales 111 ocurrieron en Ciudad Juárez.

En torno a este tema, es común que ante el incremento de homicidios en el Estado, las autoridades de los tres órdenes de gobierno con injerencia en la materia, argumenten que la mayor parte de esos crímenes se deben a ajustes de cuentas entre los grupos delincuenciales que operan en el territorio estatal. Lo mismo dicen las crónicas periodísticas y policiales, cuando anuncian los múltiples homicidios como ataques motivados por venganzas entre integrantes de bandas criminales.

De esta forma, se genera en la opinión pública la percepción de que los ciudadanos nos podemos sentir seguros y tranquilos, pues la expresión “ajuste de cuentas” leída tras un evento violento genera la idea que los delincuentes se matan entre ellos y las víctimas son merecedoras de esa violencia por participar en actividades delictivas, pero si nosotros no andamos mal -como comúnmente se dice- debemos sentirnos a salvo, pese al entorno violento en que nos desenvolvemos, porque al no formar parte de ese medio, no corremos el riesgo de sufrir un ataque.

En cambio, cuando nos damos cuenta de un evento como el homicidio múltiple ocurrido hace unos meses en el Dennys, nos ponemos en el lugar de las víctimas, porque nosotros acostumbramos acudir a ese tipo de lugares con nuestra familia, así como el robo a mano armada en un Oxxo, nos hace vernos dentro de dicho establecimiento porque es al que comúnmente acudimos camino a casa; lo mismo que los famosos “carjacking” que acontecen en cualquier esquina de la ciudad, pues nos provocan el temor de ser víctimas de un evento de esta naturaleza cuando andamos en compañía de nuestros hijos.

Esta práctica común de significar las muertes violentas como ajuste de cuentas entre grupos delictivos, ha logrado con éxito que no se responsabilice a las autoridades de su ocurrencia, y que no se dimensione la gravedad de los efectos colaterales que genera la normalización de las ejecuciones en espacios públicos, a plena luz del día y a la vista de todos, pues no son pocas las vidas de víctimas inocentes que se han perdido en medio de un fuego cruzado, solo porque tuvieron la mala suerte de estar en el momento y lugar equivocado, además de las huérfanas y huérfanos, viudas y —en menor medida— viudos, y padres y madres de familia que se quedan sin sus hijas e hijos, producto de los ajustes de cuentas; además del desplazamiento de familias a sus lugares de origen o como suele suceden en esta frontera que se mudan a la vecina Ciudad de El Paso Texas, dejando sus negocios, su casa y su vida atrás por temor de ser una víctima circunstancial en alguno de estos eventos, así como el cierre de negocios que se genera, pues desde el comercio ambulante, hasta el formalmente establecido, se ve seriamente afectado en sus ventas después de que ocurre un homicidio en un centro o establecimiento comercial.

Por lo que aún y cuando las ejecuciones derivadas de ajuste de cuentas entre integrantes de grupos delictivos constituyen la parte más visible en la incidencia delictiva; lo cierto es que el ceder el control de los espacios públicos a estos grupos delincuenciales para que salden sus cuentas pendientes, genera que también los aprovechen para someter a la población a ser víctimas de otros crímenes como el robo y daños a negocios a través de incendios provocados, y en casos más graves, a la extorsión y secuestro, como ya nos lo enseñó la experiencia que vivimos y sufrimos entre 2010 y 2012.

Más aún, el dar este tratamiento a la alta incidencia de homicidios dolosos, impide que se atiendan de raíz las causas que generan estos enfrentamientos entre grupos antagónicos de la delincuencia organizada, que se disputan el control territorial para la venta de sustancias tóxicas, pues al ser el narcomenudeo la principal causa de inseguridad en la frontera, se debe reconocer la atención que requieren las personas que son consumidoras y adictas, las cuales no deben ser vistas como criminales, sino más bien como una ciudadanía en espera de atención social, pues ya no sólo somos un punto para el trasiego de drogas, sino una ciudad de alto consumo, cuya adicción en muchos de sus habitantes propicia además la comisión de otros delitos como violencia familiar y robo.

De manera que, es necesario que empecemos por reconocer los daños colaterales que ocasionan estos enfrentamientos entre grupos delincuenciales, para que cada orden de gobierno, en su respectivo ámbito de competencia actúe en consecuencia para reducir los índices de violencia que aquejan a la entidad y recuperar los espacios públicos que estos grupos nos han robado.

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