Opinión

No a las muertes evitables.

En esta semana cuatro adolescentes, estudiantes del Centro de Bachillerato Técnico Industrial y de Servicios (Cbtis) 270, fueron atropellados en la avenida Talamás Camandari

Lourdes Almada Mireles
Analista

jueves, 17 enero 2019 | 22:42

En esta semana cuatro adolescentes, estudiantes del Centro de Bachillerato Técnico Industrial y de Servicios (Cbtis) 270, fueron atropellados en la avenida Talamás Camandari. Kevin de 16 años falleció, y otros tres (dos mujeres y un hombre) estaban hospitalizados con lesiones severas. La lectura de la noticia, como ocurre cada vez que me encuentro con la muerte de niñas (os) o adolescentes, especialmente si se trata de muertes evitables, me cayó como descarga eléctrica. Algo se sacude en mí, algo estalla dentro, en ese lugar donde se encuentran la tristeza y la indignación.

Escribo y siento una inquietud por ser repetitiva. La inquietud dura poco, pues al instante aparecen a galope imágenes de maltrato infantil, adolescentes acribillados, niñas y jóvenes desaparecidas o asesinadas, personas jóvenes atropelladas o que murieron en accidentes de tráfico. Una ola de indignación crece ante la indolencia, ante la repetición de noticias trágicas en las que perdemos niños y jóvenes. Y escribo entonces convencida de que no podemos quitar el dedo del renglón. Mientras un solo niño, niña o adolescente muera por causas evitables, habrá que seguir llamando a la conciencia, a la acción y a la exigencia de políticas que mitiguen riesgos y brinden protección y seguridad.

Más allá de la forma como ocurrió el accidente, este hecho me hace pensar en la diversidad de riesgos a los que están expuestos nuestros niños, niñas y adolescentes. Nuestra entidad es vergonzosamente puntera en ello. Desde 2006, los informes sobre derechos de infancia y adolescencia de Unicef y la Red por los Derechos de la Infancia en México apuntaban que Chihuahua era una de las entidades con mayores riesgos. Por desgracia, la situación sigue agravándose y la indolencia crece en proporción similar.

Según información del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna) e Inegi, recuperada por Judith González, el 37 por ciento de las muertes de personas menores de 18 años pudo haberse evitado. Según ese informe, en el caso de adolescentes entre 12 y 17 años, la cifra de muertes evitables asciende a 70 por ciento, es decir, de cada diez muertes de adolescentes, siete pudieron haberse evitado.

Según datos generados por el Sipinna y publicados en La Crónica de Chihuahua, el 54 por ciento de las muertes de adolescentes entre 12 y 17 años se generó por causa externa (homicidio, accidente o suicidio), mientras a nivel nacional, el porcentaje es de 24.5. Es decir, en nuestro estado perdemos –proporcionalmente–más del doble de adolescentes que el conjunto del país, por las causas mencionadas.

En el caso de accidentes viales, según una nota de este diario a finales del año pasado, entre 100 ciudades de América Latina con más de 400 mil habitantes que fueron consideradas, Ciudad Juárez y Chihuahua aparecen entre las ciudades con más víctimas fatales por dicha causa.

Habrá, con seguridad, quienes piensen que las muertes por accidente son eso, accidentes. Sin embargo, es indispensable preguntarnos por qué en nuestras ciudades se presentan con mayor frecuencia. Al ser muertes evitables es indispensable preguntarnos qué tenemos que hacer diferente, qué puede hacer la autoridad –además de poner boyas o topes- para disminuir los riesgos, pero también qué podemos hacer como ciudadanos (as) para crecer en seguridad y protección de nuestra población más joven.

Creo firmemente que la vida de niñas, niños y adolescentes es lo más preciado que como sociedad tenemos. Ninguna muerte evitable debería ocurrir. Por ello, necesitamos crecer en conciencia y compromiso para garantizar condiciones óptimas y seguras de vida para ellos. Necesitamos convertirnos en una sociedad que cuida a sus niños, que asume, como dice Serrat, que “cada niño es el tuyo”, pues como afirma Francesco Tonucci, una sociedad segura para las y los más pequeños, es una sociedad segura para todos. Muchos esfuerzos habrá que hacer todavía para lograrlo, sin duda, con la participación de todos (as).

 

 

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