Opinión

Del mal humor social a la euforia colectiva

Carlos Murillo
Abogado

sábado, 12 enero 2019 | 22:37

El cierre del sexenio anterior se puede describir como la tormenta perfecta. Un tsunami de rechazo que detonó en que el expresidente Enrique Peña Nieto resultó ser el peor evaluado de los últimos 40 años. El rechazo generalizado fue tan evidente que el mismo Peña Nieto tuvo que bautizarlo como el mal humor social, intentando demeritarlo en su impacto mediático, aunque en realidad debió llamarlo frustración social. 

La percepción social señalaba a Peña Nieto como el culpable de todo. Era tan fuerte la convicción que la culpa de EPN se convirtió en una verdad absoluta, un axioma que no necesitaba ninguna prueba. De acuerdo con esta lógica, el mandatario siempre se equivocaba.

Los logros de la administración de Peña Nieto fueron sepultados por los errores en el manejo de la comunicación social, sobre todo en las constantes contradicciones en el discurso y en un pésimo manejo de crisis. 

Sin embargo, nadie puede negar la estabilidad económica durante el período de Peña Nieto. Ese gran logro –que no pueden presumir otros países de Latinoamérica–, fue opacado con un ejercicio polémico de poder y un desgaste político crónico degenerativo que agotó las fuerzas del sistema político mexicano, el que finalmente cayó derrotado, tras 30 años de resistirse a desaparecer.

La vida es irónica. Hoy la sociedad está posicionada en el otro extremo, la percepción es que el presidente Andrés Manuel López Obrador siempre hace lo correcto, hasta cuando se equivoca. Las expresiones de apoyo al nuevo Gobierno van desde el optimismo racional hasta la euforia colectiva que permanece en el estado de ensoñación nacionalista. Mitad despiertos, mitad dormidos.

Pero hay grandes diferencias entre el régimen saliente y el nuevo. Ahora, el sistema político mexicano tiene una sola expresión política, Morena, que hoy es la fuerza electoral hegemónica. En ese sentido, muy parecido al antiguo régimen priista de los 60, Morena se debate las decisiones al interior, pero se impone autoritariamente al exterior. En resumen, la política mexicana está situada en un solo pabellón, los camisas guindas. Todo lo que está afuera es simple ruido. 

Los demás partidos, incluyendo el PRI y el PAN, se han convertido en observadores, sus voces no tienen peso político en las discusiones y su capacidad de negociación se ha reducido al mínimo. Sin embargo, el nuevo régimen los necesita, tal como el PRI necesitaba al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) de Porfirio Muñoz Ledo en la década de los 90. La oposición es necesaria en un sistema para que pueda llamarse democrático, si no existe, el sistema debe crear sus propia oposición, no es la primera vez que lo hace.

Hoy, la euforia colectiva respalda las acciones del presidente López Obrador, quien aprovecha las circunstancias inmejorables en las que gobierna para emprender acciones que parecen arriesgadas, pero en realidad están bien medidas. Sus fortalezas para tomar ese camino son, un bono democrático histórico, la legitimidad del discurso y acciones concretas con alta aceptación social.

El problema del huachicoleo es un buen ejemplo. Tres cuartas partes de la población lo aprueban. La selección de este pleito es un asunto que AMLO sabe ganado desde el principio. En esa dinámica, es políticamente incorrecto estar en contra del huachicoleo y hay una sanción social para quien pone en duda las acciones del Gobierno federal.

Las pocas voces disidentes ponen en duda el método de combatir el huachicoleo, más no el fin (que se ha convertido en una lucha nacionalista por la soberanía energética). Esto, lejos de desgastar al Gobierno federal, fortalece –en el imaginario colectivo– la autonombrada “Cuarta Transformación” como un ideal alcanzable. La estrategia mediática está ganada antes de comenzar.

En la frontera norte, la discusión sobre el huachicoleo no está en la opinión pública, pues es un tema ajeno a nuestra realidad. En Juárez parece que vivimos en otro país, inclusive el desabasto en el centro y sur del país es una noticia que parece venir de Centroamérica.

Aquí el decreto para la frontera que incluye la reducción del IVA y el ISR, así como el precio de la gasolina homologado con El Paso, Texas, son señales que se suman a optimismo, junto con la baja del precio del dólar frente al peso y el crecimiento económico (aunque esto no tenga ninguna relación con el Gobierno federal), otra vez, la estrategia está ganada desde antes de salir a la luz pública; ¿quién –racionalmente– se opone a la reducción de impuestos y del precio de la gasolina?

Otros programas-bandera, como el de “Jóvenes Construyendo Futuro”, en la frontera han tenido un avance más lento que en el resto del país, según lo declaró la directora de Desarrollo Social municipal, la Lic. Marisela Vega (4-ene-19, El Diario de Juárez), probablemente por la reducida tasa de desempleo que hay en la frontera, pero en otros estados seguramente será un éxito.

Así, los primeros 40 días del Gobierno federal (que se suman a seis meses de gobierno informal), se han convertido en un arranque exitoso para el presidente López Obrador. Pero su principal fortaleza puede ser al mismo tiempo su mayor debilidad. Si todo sale bien, la confianza gana terreno, después llega la soberbia y finalmente el fracaso. Eso pasó con Peña Nieto.

Además, en estas circunstancias los pleitos internos suelen ser encarnizados y provocan ceguera. Desde Caín y Abel hasta nuestros días, las luchas entre familiares son el talón de Aquiles de cualquier proyecto. El PRI es buen ejemplo, porque todas las traiciones que provocaron el colapso final vinieron desde adentro.

Solamente falta un ingrediente adicional en esta fórmula. Morena tiene el poder político del país en sus manos, pero le faltan los estados, Morena solamente gobierna cinco, todos los demás son de oposición.

El primer experimento electoral, con el nuevo sistema político mexicano, serán los cuatro estados en donde hay elecciones de autoridades locales y la dos donde habrá también elección de gobernador, Baja California y la extraordinaria de Puebla. Todos durante el 2019.

Ya sin el efecto AMLO, los candidatos de Morena tendrán los éxitos o los fracasos del Gobierno como referente para su oferta política. Aquí podremos evaluar también si algunos partidos tradicionales, como el PRI y el PAN, son capaces de sobrevivir a las nuevas reglas del juego.

Chihuahua estará en la antesala de las elecciones los próximos dos años, pero la sucesión ya está en marcha. Por lo pronto, los focos están puestos en Morena también aquí. Mientras, la intensidad de la operación política de los equipos en Morena va en aumento.

Estamos en la cresta de la ola morenista. En este punto es difícil ver con claridad, a lo mejor la corriente tarda 80 años en perder fuerza, pero también puede durar unos meses. Nunca se sabe.

Por ahora la euforia social como percepción generalizada ha logrado unir a una gran parte de la población que ha decidido tener fe. A lo mejor funciona. Pero la historia nos ha enseñado que la percepción es una apariencia, y las apariencias engañan. 

close
search