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Opinion El Paso

Publicar libros prohibidos

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Jorge Ramos Ávalos/Periodista

domingo, 05 diciembre 2021 | 06:00

Querían quemar los libros. “Creo que debemos tirar esos libros al fuego”, dijo uno. Mientras que otro quería “ver los libros antes de quemarlos para identificar lo que está mal en nuestra comunidad”.

Esto no pasó en la Alemania nazi ni durante la Inquisición en la Edad Media en Italia o España. Esto ocurrió hace poco en Estados Unidos, el país más poderoso y tecnológicamente avanzado del mundo.

Dos representantes de la Junta Escolar del condado de Spotsylvania en Virginia querían prohibir en las bibliotecas de sus escuelas libros con “contenido sexual explícito”. Entre ellos había uno sobre tres adolescentes que escaparon de la prostitución y el abuso sexual.

Otro era sobre una niña del siglo XIX que se vestía como niño para entrar a la escuela de medicina.

Pero cuando esto se convirtió en noticia a nivel nacional –particularmente por la propuesta de quemar los libros– la junta ya no se atrevió a hacerlo.

Esto ocurrió en una pequeña población a hora y media de Washington, la capital del país. Desafortunadamente lo que ocurrió en Virginia se está repitiendo en otras partes del mundo. La Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos (ALA) tiene una lista de los 100 libros más censurados de la década. Muchos de esos libros hablan en contra del racismo, la discriminación y las desigualdades de género.

A nivel mundial es imposible tener una lista de todos los libros prohibidos por los gobiernos. Sería larguísima. Pero la Enciclopedia Británica tiene una lista de los “más censurados” de la historia que incluye al Ulises, de James Joyce; Los versos satánicos, de Salman Rushdie; 1984, de George Orwell, y hasta Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Basta decir que algunos de los libros más influyentes de nuestros tiempos han sido censurados.

Publicar es, a veces, un acto de valentía y rebeldía.

Un reporte de la IPA (Asociación Internacional de Editores) del 2020 confirmó que la libertad de publicar está siendo atacada en muchas partes del mundo. Sobre todo por gobiernos. Y también con cárcel, hostigamiento, autocensura y el abuso de las leyes contra la difamación.

El reporte establece que algunos libros en países como Cuba y Venezuela sencillamente no se pueden publicar. Sabemos que este año un editor fue asesinado en Líbano y otro en Bangladesh, solo por publicar libros. La conclusión del reporte es inequívoca: publicar un libro no debe ser nunca una sentencia de muerte.

La libertad es trabajo de equipo. Por cada escritor y periodista necesitamos a un valiente editor y dueño de medios dispuesto a sacrificar su trabajo –y a veces su vida– para que todos podamos leer un libro controversial y recibir las noticias sin censura.

Así que la primera regla de toda nación libre debe ser: no a la censura oficial. Por ahí empiezan a desmantelarse las democracias. Pero eso no significa que estamos en la obligación de publicar todo lo que nos llega a nuestros correos electrónicos o a nuestras redes sociales. Nuestro trabajo es precisamente identificar lo que es noticia y vale la pena publicar. Y dejar fuera lo que no lo es.

Los editores y medios de comunicación no somos una agencia de relaciones públicas de ningún gobierno. Por ejemplo, los reporteros nunca estuvimos moralmente obligados a publicar los miles de tuits y a difundir todo lo que decía el ex presidente Donald Trump. Al contrario, muchas de las cosas que decía eran mentiras.

De la misma manera, ningún medio en México ha tenido la obligación de transmitir íntegramente todas las "mañaneras" del presidente López Obrador durante los últimos tres años. Eso no sería buen periodismo. Además, debemos cuestionarlo constantemente. Sobre todo cuando AMLO tiene “otros datos” que no coinciden con la realidad y son pura propaganda.

Los editores y los periodistas hacemos mejor nuestro trabajo cuando desobedecemos a los poderosos y cuando nos arriesgamos para contar la verdad.

Publicar libros no es un trabajo para los que quieren ser neutrales, ni para los que prefieren quedarse callados. Detrás de la publicación de un libro prohibido o censurado siempre hay un editor valiente. Nuestra libertad depende de ellos.

Este es parte de mi discurso en la ceremonia del Premio Voltaire de la Asociación Internacional de Editores –IPA– realizada durante la maravillosa Feria del Libro en Guadalajara.

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