Opinion El Paso

¿Provocará una recesión el coronavirus?

La segunda economía más grande del mundo está casi paralizada

Eswar S. Prasad / The New York Times

miércoles, 19 febrero 2020 | 06:00

Nueva York— La rápida propagación del coronavirus constituye un fuerte golpe para una economía mundial que parecía estar en la antesala de una modesta recuperación. Desde luego, la magnitud de los daños depende de la rapidez y la eficacia con las que se contenga el brote. Cualquiera que sea la trayectoria de la epidemia, es momento de evaluar con seriedad la economía china.

Aunque sea difícil de imaginar, la segunda economía más grande del mundo casi está llegando a un estancamiento. Las infecciones y los decesos van en ascenso. Muchos de mis conocidos y amigos en China me dicen que cada vez están más preocupados por la capacidad del gobierno de controlar la epidemia y sus repercusiones económicas. Los grandes centros financieros y manufactureros urbanos siguen estando como mínimo en cuarentena parcial, los trabajadores migrantes no pueden regresar a sus labores y las fábricas no pueden obtener materias primas ni embarcar su mercancía de manera confiable.

Debido a que, en su mayoría, la gente permanece en casa, el consumo también ha caído de forma drástica. Las industrias de servicios como el turismo y los restaurantes en particular se están viendo muy afectadas. Las empresas de estos sectores, al igual que las fábricas pequeñas, han estado impulsando el crecimiento del empleo de China, pero suelen tener poca holgura financiera.

Pekín sí tiene posibilidades de aumentar el gasto público, recortar impuestos y ofrecer créditos baratos para reforzar el crecimiento. El Banco Central de China ya ha tomado medidas para relajar la política monetaria. El gobierno reconoce que inundar la economía con créditos baratos aumentará los riesgos para el sistema bancario, pero estos son tiempos difíciles.

En todo caso, ninguna de estas medidas tendrá gran impacto hasta que se recupere la actividad comercial. Además, el sistema bancario tradicional de China ha tenido mucho mayor éxito al canalizar el crédito a grandes empresas estatales en vez de a empresas privadas más pequeñas con problemas.

La enorme extensión de China, junto con su papel de motor para el crecimiento de la economía global y actor predominante en los mercados de productos básicos, significa que un infortunio en China tendrá repercusiones importantes en todo el mundo. Los precios del petróleo han bajado conforme se reducen las posibilidades de crecimiento de China y disminuyen los viajes a nivel internacional, en especial los que salen de China y los que aterrizan ahí.

Este episodio también impulsará más algunos cambios que ya estaban en marcha en las cadenas globales de suministro. Junto con los salarios al alza de los trabajadores chinos y las posibilidades de que escalen las tensiones entre Estados Unidos y China, es probable que la epidemia provoque que las empresas multinacionales hagan una nueva evaluación de sus cadenas de suministro y reduzcan la presencia de su producción en China.

Tal vez la epidemia del coronavirus solo tenga un impacto limitado en la economía de Estados Unidos en lo inmediato, pero al generar mayor incertidumbre y desestabilizar las cadenas de suministro en Asia, se añadirá a la larga lista de factores que podrían frenar el crecimiento de Estados Unidos y de todo el mundo en 2020. El aumento transitorio de confianza empresarial y financiera que se habría podido esperar del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China del mes pasado se verá neutralizado por esta nueva nube de incertidumbre que se cierne sobre el comercio global. Todavía no se vislumbra una recesión a nivel mundial, pero, como mínimo, la incertidumbre añadida frenará la inversión y la productividad, las cuales ya se veían débiles en todas las economías más importantes.

Es probable que se note otro impacto prolongado en la confianza de los ciudadanos chinos en su propio gobierno. Parece que el Estado y su pueblo han hecho un pacto implícito: un buen desempeño económico, niveles de vida más elevados y la apariencia de estabilidad social a cambio de restricciones a la libre expresión, los derechos democráticos y la libre circulación de información.

Sin embargo, incluso en un ambiente en el que se acepta que las autoridades controlen la información que se publica, la población desconfía cada vez más de la capacidad de un gobierno que oculta las malas noticias de manera sistemática. Este asunto tiene especial relevancia en el contexto de los primeros intentos que hizo el gobierno chino de restarle importancia al brote de gripe porcina el año pasado. Para cuando el gobierno reconoció la magnitud del problema, se habían diezmado las piaras de puercos en China y los precios de la carne de cerdo habían aumentado al doble.

Ahora, el coronavirus se está propagando con rapidez en un país que ya estaba sufriendo una desaceleración debida a la fiebre porcina y a un brote de gripe aviar que podría reducir los criaderos de gallinas. Ni dentro del país ni en el extranjero se confía en la información que da el gobierno ni en su capacidad para manejar estos problemas.

La forma en que la epidemia del coronavirus se está desarrollando puede ser aleccionadora no solo para el gobierno chino, sino tal vez para Estados Unidos también. Cuando se debilita la confianza en el gobierno y en la prensa libre como resultado de la voluntad del gobierno de manipular la información, el costo puede ser muy grande, en especial en momentos difíciles, cuando esa confianza se vuelve fundamental para mantener la certidumbre y la estabilidad.

A juzgar por los antecedentes históricos, al final se controlará el coronavirus y, tal vez luego de un periodo difícil, las economías de China y del resto del mundo volverán a su cauce. Quizá lo más duradero sea cómo la gente y los negocios percibirán a sus gobiernos a raíz de este suceso.

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