Opinion El Paso

‘No puedo seguir callado’

Los académicos en China predijeron hace un año en un artículo de la revista Viruses que era “muy probable” que hubiera brotes de coronavirus, y dijeron que era un “asunto apremiante”

Nicholas Kristof / The New York Times

martes, 18 febrero 2020 | 06:00

Nueva York— La mala gestión que se realizó en China del brote del coronavirus ha puesto en peligro al país y al mundo debido a que es un lugar donde la ciencia vive en el siglo XXI y la política, en el XIX.

Los académicos en China predijeron hace un año en un artículo de la revista Viruses que era “muy probable” que hubiera brotes de coronavirus, y dijeron que era un “asunto apremiante”. En cuanto ocurrió el brote, otros científicos chinos rápidamente identificaron el virus e hicieron su secuenciación de ADN para después publicarla el 10 de enero en un sitio web de virología para que todos lo vieran. Ese fue un trabajo extraordinariamente bueno y rápido.

Mientras tanto, el Partido Comunista de manera instintiva llevó a cabo un encubrimiento, y le ordenó a la policía que detuviera a ocho médicos acusados de tratar de alertar a otras personas sobre los riesgos. Los programas de televisión nacional en repetidas ocasiones denunciaron a los médicos como personas que divulgan rumores.

Uno de esos ocho médicos, Li Wenliang, contrajo el virus y murió, lo cual provocó la indignación de los ciudadanos. Algunos chinos argumentan que, si Li hubiera estado a cargo de China, en vez del presidente Xi Jinping, se habrían salvado muchas vidas.

“La epidemia del coronavirus ha revelado el núcleo podrido de la gobernanza china”, escribió este mes Xu Zhangrun, profesor de Derecho en Pekín, en un ensayo en línea que de inmediato fue bloqueado. “El nivel de la furia popular es volcánico, y un pueblo así de enfurecido quizá, al final, también haga a un lado su miedo”.

Xu en efecto hizo a un lado su propio miedo, y predijo que enfrentaría nuevos castigos, pero agregó: “No puedo seguir callado”.

Hizo un llamado a sus conciudadanos chinos para que exijan libertad de expresión y elecciones libres, además de instarlos: “Levántense en contra de la injusticia; dejen que sus vidas ardan con la llama de la decencia; libérense de la oscuridad embrutecedora y den la bienvenida al amanecer”.

Xu ahora está incomunicado, pero es notable ver en internet la oleada de furia dirigida a la dictadura. Los ciudadanos no pueden denunciar a Xi por su nombre, pero son hábiles para evadir a los censores, como cuando sustituyen el nombre del presidente Donald Trump con el de Xi.

Es difícil saber qué dirección tomará la situación, pero esta incongruencia entre la ciencia del siglo XXI y la política del siglo XIX es lo que un marxista llamaría una contradicción. Esto genera desafíos a largo plazo que están aumentando con una clase media creciente (ahora más grande que la de Estados Unidos) que se muestra impaciente ante los líderes corruptos, matones y narcisistas.

Los chinos comunes y corrientes ven más allá de la propaganda del gobierno y se dan cuenta de que la mala gestión del coronavirus es solo un ejemplo de la ineptitud del régimen. El gobierno de Xi también manejó mal un brote de fiebre porcina que comenzó en 2018 y ahora ha matado a casi un cuarto de los cerdos del mundo.

Antes de eso, China tuvo problemas con el SRAS. Y a comienzos de la década de 2000, ocultó un brote de SIDA que se propagó debido a una iniciativa de recolección de sangre respaldada por el gobierno. Un gran número de granjeros y trabajadores pobres murieron, pues la respuesta del gobierno no fue ayudar a los infectados, sino castigar a los médicos que alertaron sobre el problema. Jamás olvidaré a una mujer que trató de darme a su hijo de 4 años porque ella estaba muriendo de SIDA y su esposo ya había muerto.

Es cierto, los estadounidenses debemos mostrar algo de humildad al criticar el régimen, pues es un tributo al progreso de China que un bebé nacido en Pekín actualmente tenga una expectativa oficial de vida más larga (82 años) que un bebé nacido en Washington, D.C. (78), o en la ciudad de Nueva York (81).

Aun así, el progreso provino de los tecnócratas, los médicos y los científicos chinos, el resultado, en parte, de abrir una universidad nueva a la semana durante años. El punto máximo de ese enfoque tecnócrata y pragmático ocurrió durante el gobierno del primer ministro Zhu Rongji a finales de la década de 1990 y principios de 2000.

A últimas fechas, Xi ha provocado que China retroceda, pues ha reprimido las redes sociales y el periodismo mientras cultiva algo que se acerca a un culto a la personalidad al estilo norcoreano en torno a sí mismo. El aparato propagandístico de Xi lo alaba por dirigir personalmente los esfuerzos en contra del virus y afirma que la Organización Mundial de la Salud envió a expertos para que aprendieran del manejo sabio que China le dio al coronavirus.

El éxito económico y educativo de China ha creado una clase media inteligente que se siente traicionada cuando el gobierno dice tonterías y va tras los médicos en vez del coronavirus. Los médicos de la vanguardia están trabajando casi las 24 horas del día con suministros limitados, arreglando cubrebocas con cinta adhesiva, usando gafas hechas de carpetas de plástico y comiendo solo una vez al día o usando pañales para no tener que ir al baño con tanta frecuencia (pues eso implica quitarse la ropa protectora que no puede remplazarse).

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