PUBLICIDAD

Opinion El Paso

No por nada los franceses están molestos

.

Sylvie Kauffmann/The New York Times

lunes, 27 septiembre 2021 | 06:00

París— No se equivoquen. Esta es una crisis, no una disputa.

La nueva alianza entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia anunciada la semana pasada, en la que se dotaría a este último país de submarinos de propulsión nuclear, causó molestia y conmoción entre los franceses. Y no sólo por la pérdida de su propio acuerdo, firmado en 2016, para dotar a Australia de submarinos.

Los funcionarios franceses dicen que fueron bloqueados y engañados por aliados cercanos, que negociaron a sus espaldas. El sentimiento de traición es tan fuerte que el presidente Emmanuel Macron, en un gesto poco habitual en él, optó por guardar silencio sobre el tema y delegó la manifestación de una rabia muy pública a su ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian, quien suele ser bastante tranquilo. Cuando se le preguntó en la televisión pública si el comportamiento del presidente Biden le recordaba al de su predecesor, Le Drian respondió: “Sin los tuits”.

Las repercusiones van mucho más allá de un acuerdo de negocios frustrado, del orgullo galo y de los egos heridos. Esta bomba diplomática dejó al descubierto de manera cruda las reglas no escritas de la rivalidad entre grandes potencias, en la que Francia no puede ser un protagonista a menos que tenga el peso de la Unión Europea detrás. Lo sucedido la semana pasada tuvo que ver con la geopolítica del siglo XXI y del brutal ajuste de las viejas alianzas a las nuevas realidades.

Francia se considera una “potencia residente” en la región del Indo-Pacífico, un campo de batalla crucial para la rivalidad entre Estados Unidos y China, porque posee varias islas y mantiene allí cuatro bases navales. La nación desarrolló su propia estrategia para la región en 2018 y desde entonces ha estado presionando para que la Unión Europea presente un proyecto similar. Por ironías del destino, la estrategia indo-pacífica de la Unión Europea se presentó el mismo día en que se hizo público el acuerdo, conocido como AUKUS. Como era de esperarse, el plan se frustró debido al revuelo.

Australia era fundamental para la estrategia francesa. Además de la venta de submarinos, Francia preveía una alianza con Australia que agregaría un importante pilar a su presencia en la región. Ahora todo el plan se vino abajo. En opinión de los franceses, el nuevo programa puesto en marcha por los estadounidenses en Australia es tan enorme, ya que abarca la ciberseguridad y la inteligencia, que no deja espacio para ninguna otra iniciativa. Para reconstruir su estrategia regional, Francia ahora recurrió a India, país con el que ya tiene una estrecha cooperación.

Aquí está en juego el reajuste de las alianzas en la región, forzado por Estados Unidos con la misma falta de consideración por sus aliados que la mostrada en la desastrosa retirada de Afganistán. El orden mundial está cambiando, las alianzas se multiplican. Los países angloparlantes han reforzado su alianza con la red de intercambio de información conocida como Cinco Ojos, que incluye a Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda y que se congrega en el Pacífico Sur. No deja espacio para los europeos continentales, aunque tengan intereses comunes.

Parece que ha pasado mucho tiempo desde la cordial reunión familiar de Biden con sus aliados europeos en la sede la OTAN en Bruselas realizada en junio pasado. En ese momento, a instancias de Biden, los líderes se unieron para declarar que China era un riesgo para la seguridad, aunque Francia y Alemania objetaron que China no formaba parte de las competencias de la organización. Ahora, en aras de contrarrestar ese desafío, Francia ha sido apartada.

Los franceses no sospechan que el Gobierno de Biden haya actuado de manera deliberada para dividir a Europa (el viejo truco del ex presidente Donald Trump), pero culpan al nuevo Gobierno de haber juzgado mal el impacto de su política de mano dura. El liderazgo estadounidense, me dijo un diplomático francés, es diferente de la alianza. Por ejemplo, en la asociación de los Cinco Ojos hay un líder, los demás son socios menores.

Esto plantea muchas interrogantes difíciles para Europa. El lunes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró a CNN que el trato que se le dio a Francia fue “inaceptable”. Pero la renuencia de algunos líderes europeos a pronunciarse en público ante la crisis refleja su incertidumbre sobre cómo lidiar con Estados Unidos y China. Como las tensiones entre las dos potencias siguen aumentando, los líderes europeos podrían no permitirse el lujo de la ambivalencia durante mucho tiempo más.

Estados Unidos también tiene preguntas qué responder. Asociarse con el Reino Unido después del Brexit en esta delicada fase de la relación con la Unión Europea y humillar a los franceses ¿contribuye a la estabilidad de Europa y la unidad del Occidente? Si Washington de verdad quiere que sus aliados europeos se hagan cargo de su territorio, ¿está listo para aceptar el concepto de soberanía europea, incluso en lo que respecta a la adquisición de defensa? ¿Y qué quiere para el futuro de la OTAN?

Los franceses, que perciben las crecientes dudas entre algunos de sus socios de la UE sobre el compromiso de EU, tratarán ahora de impulsar una Europa más autónoma y soberana, con mayor capacidad de acción tanto militar como diplomática. Pero es probable que se haya perdido la ilusión de que los franceses podrían ser socios, aliados pero no alienados, de EU en una relación más equilibrada con el Gobierno de Biden.

Los países angloparlantes tienen una pintoresca expresión para esta ilusión: “punching above one’s weight”, que puede traducirse al español como no dar la talla o no estar a la altura. Es revelador que no se traduzca con facilidad al francés.

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search