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Opinion El Paso

Los liberales no tienen nada qué temer

Conozco a Amy Coney Barrett desde hace 15 años, ella tiene una mente que ha ganado la admiración de colegas de todo el espectro ideológico

O. Carter Snead / The Washington Post

lunes, 28 septiembre 2020 | 06:00

Tengo muchos amigos progresistas que están ansiosos por nuestro país y están considerando la posibilidad de que la juez Ruth Bader Ginsburg pueda ser reemplazada por Amy Coney Brarrett de una manera muy pesimista. Pero yo conozco a Barrett como amiga y colega desde hace más de 15 años. Y puedo asegurarles a los preocupados liberales que no haya nada en la juez Barrett que deberían temer.

No hay nada qué temer acerca del intelecto de Barrett. Ella tiene una mente incandescente que se ha ganado la admiración de colegas de todo el espectro ideológico. Noah Feldman, profesor de Derecho de Harvard, un respetado comentarista legal que es liberal, quien al igual que Barrett fue secretario de juzgado de la Suprema Corte durante el término de octubre de 1998, hizo la observación que Barrett fue la persona más inteligente de ese grupo de destacados jóvenes talentos legales de ese año. “Cualquier demócrata del Senado que trate de ponerse al tú por tú con Barrett sobre sus habilidades legales va a perder de la peor manera”, escribió en el 2018. Barrett ha confirmado su brillantez en muchas ocasiones tanto como experta y como maestra, ya que ha sido reconocida en tres ocasiones por los estudiantes de Derecho de Notre Dame como la “profesora del año”.

Lo que debe ser más tranquilizador para los escépticos sobre Barrett es su gran humildad. Hay muchas personas inteligentes en la élite académica y en la bancada federal, pero pocas tienen el espíritu de generosidad de Barrett. Ella busca genuinamente entender los argumentos de los demás y no los considera como meros obstáculos que hay que superar para llegar a una conclusión preferida. Una y otra vez, he visto enmarcar amablemente los argumentos de un colega para hacerlos más fuertes, aun cuando esté en desacuerdo con ellos. Ella no le teme a cambiar de parecer en la búsqueda de la verdad, como lo he visto en varios de nuestros seminarios de maestros. Esa apertura mental es exactamente lo que queremos de nuestros jueces –y lo que esperamos que Barrett aporte a la Suprema Corte, debido a que así ha sido siempre.

No hay necesidad de temer a la fe de Barrett. Por el contrario, su compromiso para tratar a los demás con respeto proviene directamente de sus convicciones religiosas. Aunque el amor que le tiene Barrett a su prójimo va más allá de sólo tratar a los demás con dignidad. En todo el tiempo que la he conocido, nunca he visto que Barrett coloque sus necesidades por encima de las de los demás.

Hace unos años, una estudiante ciega se inscribió en el primer año de Derecho en Notre Dame. Desde su llegada, ella detectó retrasos para darle el apoyo tecnológico que necesitaba para realizar sus estudios. Después de estar unos cuantos días en la clase de Barrett, la estudiante le pidió su consejo. La respuesta de Barrett fue “eso ya no es tu problema, sino el mío”. Barrettl le dio seguimiento en la administración de la universidad, y le proporcionó a la estudiante lo que necesitaba y también la asesoró durante tres años. Esa estudiante concluyó su servicio como la primera mujer ciega que haya sido secretaria de juzgado de la Suprema Corte en la historia de Estados Unidos.

Aunque la fe de Barrett es la fuente de su altruismo, no es la fuente de autoridad para su trabajo como juez. De hecho, durante sus audiencias de confirmación en el 2017, ella lo hizo bajo juramento. Una ex colega progresista de la época en la que Barrett fue secretaria de juzgado –ni más ni menos que la de Ginsburg– afirmó que Barrett “no es del todo ideológica” y considera que ella “tratará tan arduamente como cualquier otra persona para poner un paréntesis en los puntos de vista que tiene mientras decide los casos”.

Aunque Barrett no usará ninguna fuente extralegal de autoridad –ya sea religiosa, moral o política– como juez, a algunos les preocupa sus puntos de vista sobre un precedente legal. Barrett parece seguir la jurisprudencia de su mentor, el juez Antonin Scalia, para buscar el significado original del texto de la Constitución que evalúe las decisiones anteriores de la Suprema Corte. Este enfoque puede estar en tensión con la doctrina de estar en lo dicho, que asesora a los jueces para tomar en cuenta las consideraciones pragmáticas, tales como los efectos disruptivos de los precedentes vitales en los que los estadounidenses dependen, antes de revertir una decisión anterior.

Debido a su integridad y rigor, no hay razón para temer que Barrett descarte casualmente los precedentes que entran en conflicto con el significado original de la Constitución, o el significado llano de un estatuto. Su escolaridad, incluyendo un artículo de revisión legal del 2017, deja en claro que aprecia las tensiones entre la originalidad y el estar en lo dicho. Ella escribió que no hay nada en la originalidad de la jurisprudencia que requiera que los jueces busquen revertir los precedentes de su propia iniciativa.

Por supuesto que no se puede saber con anticipación qué va a decidir la juez Barrett sobre los casos polémicos. Lo que queda claro es que analizará cuidadosamente cada caso en base a sus méritos, respetando lo que está en juego tanto para el imperio de la ley como para la estabilidad de nuestra política, haciendo lo mejor para cuestionar lo que sea correcto, independientemente de su propio punto de vista.

En un momento en que hay muchas cosas de qué preocuparse en este atribulado país, el tener a una juez en la Suprema Corte que aporte honestidad e integridad a su trabajo debería ser el menor de nuestros temores.

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