Opinion El Paso

La mala idea de Beto O’Rourke: castigar a iglesias conservadoras

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Michael R. Strain / Bloomberg

viernes, 18 octubre 2019 | 06:00

Washington– Beto O’Rourke ha tenido una terrible idea.  El candidato demócrata a la presidencia y ex congresista de Texas desea que el Gobierno de Estados Unidos le quite el estatus de exención de impuestos a las organizaciones religiosas  –incluyendo a las iglesias y mezquitas– que se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo.

La semana pasada, cuando le preguntaron acerca de ese tema, O’Rourke respondió: “No puede haber ninguna recompensa, ningún beneficio, ninguna exención fiscal para alguien o cualquier institución u organización en Estados Unidos que niegue los derechos humanos de manera completa, y todos los derechos civiles, de cualquier persona en Estados Unidos”.

Su propuesta podría ser un golpe bajo para las organizaciones religiosas y la tradición estadounidenses de tener una sociedad civil saludable, junto con la separación de la iglesia y el Estado. 

La magnitud de las organizaciones que resultarían afectadas sería grande.  Por poner un ejemplo, existen más de 17 mil parroquias católicas y 76 millones de católicos en Estados Unidos.

Retrocedamos un poco. ¿Por qué a las organizaciones religiosas les permiten recibir contribuciones deducibles de impuestos en Estados Unidos?

Los contribuyentes han podido deducir sus contribuciones a las iglesias y a otras organizaciones no lucrativas de sus ingresos gravables durante más de un siglo. Unos años después que Estados Unidos creó el impuesto a los ingresos, la tasa más grande se incrementó significativamente para generar ingresos para la Primera Guerra Mundial.

En ese tiempo surgió la preocupación de que esa alta tasa podría acabar con los fondos disponibles para las organizaciones no lucrativas. Así que, esas contribuciones fueron exentadas de los gravámenes fiscales.

Éste es un ejemplo de la manera como funciona:  Si usted está en el grupo de impuestos sobre ingresos de manera individual del 37 por ciento, y usted hace una contribución de 100 dólares a una iglesia, esos 100 dólares de sus ingresos no son gravados.

En lugar de deberle al gobierno 37 dólares, no le debe nada.  Así que, el costo real de la donación  para usted será de 63 dólares y no de 100 dólares.

Usted puede deducir hasta la mitad de su ingreso bruto ajustado, y la deducción sólo está disponible para los hogares que lo detallen en la declaración fiscal.

Las organizaciones religiosas que califican para la exención deben estar organizadas y se operadas exclusivamente para propósitos religiosos. Ninguno de sus ingresos puede ser usado para el beneficio privado de una persona o grupo.

Además, tienen que evitar hacer cabildeos o intervenir en las campañas políticas.  A las organizaciones religiosas les han dado una amplia libertad para gobernarse a sí mismas.

Debido a que la deducción reduce el costo de la filantropía de los contribuyentes, los economistas consideran que eso incrementa la cantidad de obras de caridad que se hacen en Estados Unidos.

Una investigación, que pronto será dada a conocer, y que fue realizada por economistas y expertos en obras de caridad, Jonathan Meer y Benjamin Priday, encontró que un incremento del 10 por ciento en el “precio del dinero que se dona”, reduce la filantropía en un poco más del 10 por ciento.

El precio de las donaciones cambia cuando el Congreso modifica las tasas de impuestos a los ingresos marginales.

Para los hogares que se encuentran en la parte superior del grupo máximo de impuestos, eliminar totalmente la deducción a las organizaciones religiosas que se oponen al matrimonio del mismo sexo –como O’Rourke dice que lo haría si es electo president– podría incrementar en un 59 por ciento el costo para los contribuyentes en las donaciones de esos grupos.

Eso podría provocar que las contribuciones para obras de caridad se desplomaran.

El hecho de que la deducción apoye las obras de caridad es en sí un argumento fuerte en favor de seguir manteniéndolas en el Código Fiscal. Además, los ingresos que se regalan no deberían ser gravados.

Una persona que regala dinero a una iglesia tiene menos dinero para consumir, y debería ser gravada sobre esa base.

Uno podría argumentar que las donaciones para obras de caridad son una forma de consumo.  Ciertamente lo son, por lo menos hasta cierto grado. Los grandes donadores pueden colocar sus nombres en los edificios y programas, y experimentan una buena sensación de haber hecho una donación a una causa u organización a la que apoyen.

Sin embargo, el punto clave es que el valor de las donaciones es mucho más grande para la iglesia u organización que las recibe que para la persona que la hace.

El atraer donaciones para obras de caridad podría afectar a las organizaciones religiosas y no a los donadores.

La gran mayoría de lo que hacen las organizaciones religiosas –por ejemplo, ofrecer ayuda y apoyo a los pobres, tratar el abuso de sustancias, proveer educación, ayudar a los refugiados y cosas como ésas– es de gran valor social.

Muchas de esas actividades requerirían recursos gubernamentales adicionales si no hubiera iglesias, sinagogas y centros islámicos.

El estatus de estar exentos de impuestos de esas organizaciones representa la relación complementaria que existe entre el público y las provisiones de asistencia social privada.

Ese tema toca los cimientos de la sociedad civil de Estados Unidos, que es apoyado por la tradición que tiene el país de hacer donaciones para obras de caridad.

En Estados Unidos, las contribuciones individuales para la caridad ascendieron a 292 billones de dólares el año pasado, de acuerdo a Giving USA.

Mis colegas del Instituto Americano Empresarial, Alex Brill y Derrick Choe, pronosticaron correctamente que esta cifra podría ser relativamente más pequeña debido a los elementos disuasorios de las donaciones incluidos en la Ley Fiscal del 2017.

Esto es una evidencia más de que las donaciones para obras de caridad responden a los cambios fiscales.

Yo prefiero darle 100 dólares al dispensario de mi parroquia Católica que darle al gobierno 100 dólares adicionales para apoyar una ayuda nutricional más amplia para los pobres.

La exención fiscal para las iglesias apoya esta manera estadounidense de organizar a la sociedad.  El gobierno no es la única institución a la cual pueden acudir los estadounidenses.

Cuando la ecología social de Estados Unidos es saludable, las organizaciones religiosas y el gobierno disfrutan una amplia distancia.

El plan de O’Rourke podría hacer que el Estado pusiera a las iglesias bajo el microscopio, inspeccionando su Teología y rituales para asegurarse que apoyan el matrimonio del mismo sexo, repartiendo exenciones fiscales a algunos y no a otros. Él mantendría las exenciones fiscales para esas iglesias, mezquitas y sinagogas que suscriben la Teología de su preferencia.  Los que no lo hagan, tendrían que proporcionarle un apoyo financiero al gobierno

Él tiene la política exactamente al revés.  En lugar de imponer una deducción para las organizaciones religiosas, debería expandirla –para esos grupos y para todas las organizaciones tradicionalmente elegibles– extendiéndola a los hogares que usan el estándar de la deducción, en lugar de detallarla cuando presentan su declaración de impuestos.

La elegibilidad debería seguir siendo determinada sin pruebas teológicas.  Los políticos pueden escoger sus propios lugares de devoción religiosa en base a sus puntos de vista sociales, pero no deberían usar el poder del Gobierno para presionar a las organizaciones religiosas para que los adopten.

Notas de Interés

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