Opinion El Paso

La ‘enseñanza’ de Julian Castro aún no ha terminado

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Ruben Navarrette Jr. / The Washington Post

domingo, 06 octubre 2019 | 06:00

San Diego— Julian Castro es el Rodney Dangerfield de candidatos presidenciales demócratas. No recibe respeto.

Ahora, un correo electrónico reciente de su campaña parecía decir que saldrá de la contienda si no puede cumplir con los umbrales de votación y recaudación de fondos para el quinto debate en noviembre.

¿Qué? Candidaturas a la Casa Blanca como ésta no se presentan todos los días, ni siquiera en una década. Esta campaña histórica no puede terminar así.

En el Rust Belt –el Cinturón de Óxido, la antigua zona industrial del país– muchos miembros demócratas de sindicatos dicen que la vida los desechó a pesar de que han trabajado duro y cumplido las reglas.

Bueno, toda su vida, Castro también trabajó duro y cumplió las reglas. Siempre ha hecho su tarea y ha completado el cuestionario. Se ha ganado su momento. Aquí tienes a alguien sobresaliente que creció en el lado Oeste de San Antonio, que viajaba en autobuses urbanos porque su familia no podía pagar un automóvil hasta que él estuvo en la escuela secundaria. Se abrió camino en la Universidad de Stanford y la Facultad de Derecho de Harvard, y luego fue elegido para el Cabildo de la Ciudad de San Antonio a los 26 años y se convirtió en alcalde a los 34. Fue nombrado secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano por el presidente Obama, y luego Castro se postuló para La Casa Blanca a pesar de que él “no nació como favorito”, como le gusta decir.

Los críticos dicen que, después de hacerlo bien en los dos primeros debates, el hombre de 45 años lo arruinó todo en el tercero, en Houston, cuando atacó a Joe Biden al implicar que el hombre de 76 años no es lo suficientemente lúcido como para gobernar. Los compañeros “baby boomers” de Biden, que adoraban la juventud cuando eran jóvenes, acusaron a este mequetrefe de ejercer discriminación por la edad. Pero el joven le estaba haciendo un favor a los demócratas al señalar una evidente debilidad en su presunto nominado.

Castro sigue mal en la recaudación de fondos y las encuestas, pero parece hacer conversos a su causa en cada multitud a la que se dirige. Al ganar su camino en cuatro debates presidenciales, ya se colocó en la mitad superior del campo demócrata y superó a miembros del Congreso, gobernadores, un senador de los Estados Unidos y el alcalde de la ciudad más grande de la nación.

Sin embargo, los elementos de los grandes medios de comunicación, el orden establecido demócrata, los expertos y la industria del entretenimiento no pueden esperar que Castro abandone la contienda.

Los hacedores de reyes y los guardianes se desaniman cuando se confunden. Aquellos con una visión de la política en blanco y negro no tienen suficientes colores en su caja de lápices de colores para entender al texano.

Cada vez que no se respeta a Castro, es como darle una bofetada a casi 30 millones de mexicoamericanos que han contribuido enormemente a este país.

Del mismo modo, Castro ha contribuido mucho a las primarias demócratas liderando propuestas de políticas, regañando a los medios por su falta de diversidad y presionando a otros candidatos para que adopten reformas agresivas como despenalizar la entrada no autorizada a los Estados Unidos.

Este hombre merece algo mejor. En cambio, ha sido pasado por alto, ignorado, criticado, subestimado y marginado.

NBC, que según algunos defensores de la diversidad significa “Nothing But Caucasians” (“Nada más caucásicos”), alcanzó recientemente, en solo 48 horas, la trifecta de falta de respeto de Castro.

- El viernes, MSNBC entrevistó al hermano gemelo de Castro, Joaquín, el congresista de San Antonio, y tuiteó por error que habían hablado con Julián. Joaquín tiene barba. Pero si eso no es suficiente para que los periodistas separen a los dos, el congresista les ayudó. Respondió: “¿Debería hacerme un tatuaje en la cara?”

- El sábado, mientras entrevistaba a Julian Castro en el Texas Tribune Festival en Austin, Katy Tur de MSNBC preguntó cuál podría ser la pregunta más ofensiva de la campaña 2020: “¿Cómo te sentirías con el Partido Demócrata si el próximo candidato fuera caucásico?” Castro, en un acto de clase, dijo que apoyaría “con entusiasmo” al candidato. Debería haber refunfuñado: “¿Cómo me sentiría con un candidato blanco? Bueno, veamos. He tenido mucha práctica”.

- Más tarde esa noche, una parodia sobre los candidatos demócratas en “Saturday Night Live” de NBC dejó a Castro completamente fuera. Para pensar, los activistas contra la inmigración temen que los latinos estén en todas partes. Supongo que no poseen televisores.

En el camino, los blancos le preguntan al candidato cómo ingresó a las universidades de élite. Como alguien que también logró ese truco, responderé: trabajando el doble de duro, sin conexiones y con poco crédito, para ser considerado la mitad de bueno.

Cada aspirante presidencial escribe su guión. Mientras que otros se comercializan como cruzados, estadistas y fiscales, Castro es el maestro. Dicta cátedra cada vez que educa a votantes, observadores políticos o medios de comunicación sobre algún aspecto de la experiencia latina que ignoran.

Castro necesita quedarse por un minuto más. Los estadounidenses aún tienen mucho que aprender.

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