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Opinion El Paso

Haitianos en México

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Jorge Ramos / Periodista

lunes, 11 octubre 2021 | 06:00

Tapachula, Chiapas— Los haitianos siguen llegando a México. Pero lo que quieren, de verdad, es que los dejen llegar a EU. Están agotados. Han recorrido muchos países y sufrido tragedia tras tragedia. La vida se ha ensañado con ellos. Y se merecen un respiro.

 Para llegar a EU los haitianos primero tienen que cruzar el río Suchiate, que separa a México de Guatemala. Este río no tiene fama de ser asesino. Por el contrario. Aun en época de lluvias permite el paso de miles de inmigrantes, de sur a norte, en unas balsas hechas rudimentariamente con cámaras de llantas y tablas de madera. La cruzada cuesta 30 pesos.

 Acabo de estar ahí y junto al río no había agentes ni policías. El problema es después. Cuando esos mismos migrantes de Haití tratan de internarse por carretera en territorio mexicano, los están parando y arrestando. México, que ha expulsado a millones hacia EU, ahora se ha dado a la vergonzosa labor de detener a otros inmigrantes que sólo quieren cruzar. México, bajo fuerte presión de Estados Unidos, está creando su propio muro.

 En México hay unos 30 mil haitianos, según le dijo un alto funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores a The New York Times. Conocí a muchos de ellos en Tapachula. Y sus historias son tristísimas y alucinantes. Miles huyeron de Haití tras el terremoto del 2010 y se asentaron en países como Brasil y Chile, donde tenían menos obstáculos migratorios. Pero la falta de oportunidades y los problemas económicos por la pandemia les hizo tomar la dramática y a veces fatal decisión de irse hacia EU.

 Silvio y Sandra salieron de Haití hasta Chile. Ahí nació su bebé. Y cuando cumplió los dos meses, iniciaron su travesía hasta México. “Vinimos en un viaje terrestre”, me dijo Silvio, “unos 25 días”. Cuando hablé con ellos la bebé dormía plácida, como si no hubiera cruzado medio continente.

 El muchacho haitiano que vende agua de maracuyá en el mercado de Tapachula recorrió nueve países antes de llegar a México. Vivió en Sudamérica por un tiempo pero cuando el coronavirus acabó con los trabajos se fue al norte. ¿Quieres llegar a Estados Unidos?, le pregunté. “Sí, claro”, me dijo. Varios haitianos hablan de pandillas, delincuencia y malos políticos en su país. Y casi siempre hay historias de muertos. “Mi niño se murió y mi papá se murió”, me dijo uno, “y entonces yo vine aquí buscando la vida”.

 Su vida en México no es fácil. Los vi deambular por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo, con niños colgados de las manos y sin dinero para la siguiente comida. Vi a un grupo de unos 200 haitianos pelear para entrar a un centro de refugiados. Estaban desesperados. Y a pesar de las mejores intenciones, sólo dejaron entrar a unos cuantos.

 A las afueras de Tapachula el padre César Cañaveral hace malabares para alojar a unos 300 refugiados en el albergue Diocesano Belén. Es una labor casi milagrosa. Pero hay que estirar la comida, no hay leche para los niños ni cama para todos. Entre ellos, hay dos bebés que acababan de nacer. Cuando me fui del albergue seguían llegando haitianos, haciendo una larga fila en la calle. No tenían nada. Y cuando digo nada, es nada. Ni papeles, ni ropa, ni comida, ni dinero. Sólo las palabras de alguien que les había dicho que ahí, alguien les podía ayudar.

 Tapachula ha sido una ciudad extraordinariamente generosa con los inmigrantes. Pero no hay recursos ni lugares suficientes para atender apropiadamente a la nueva ola de inmigrantes haitianos. La fuente de la plaza central ha sido cercada para evitar que los recién llegados la usen para tomar agua y lavarse. Tapachula está desbordada.

 La ironía es que los haitianos se quieren ir de aquí. Pero miembros de la Guardia Nacional y agentes del Instituto Nacional de Migración acechan a los que se echan a andar por las carreteras y tienen autobuses preparados para regresarlos a Tapachula. Algunos, incluso, han sido repatriados “voluntariamente”.

 Al final, todo esto es inútil. El muro de México, como el de Estados Unidos, tampoco podrá parar a quienes huyen del hambre y de la violencia. Y poco a poco estos inmigrantes haitianos se irán de aquí en su ruta hacia el norte.

 Cuando lo has perdido todo —hasta el miedo— nada te puede detener.

@jorgeramosnews

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