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Opinion El Paso

Ginsburg dejó su marca… sin el privilegio de ser hombre

Especialmente una mujer profesional que logró imponerse, durante la mayor parte del 2020, en el mundo de los hombres

Ruben Navarrete Jr. / The Washington Post

jueves, 24 septiembre 2020 | 06:00

San Diego— No entiendo a las mujeres. Sin embargo, de vez en cuando no me afecta que me recuerden que tampoco entiendo qué significa ser mujer.  Especialmente una mujer profesional que logró imponerse, durante la mayor parte del 2020, en el mundo de los hombres.

Aunque mi esposa o hermana logran que acepte esa realidad con un codazo en mis costillas.

Recientemente recibí un golpe similar al escuchar el relato de la extraordinaria vida de la desaparecida juez de la Suprema Corte Ruth Bader Ginsburg.

Primero, no me ciego ante la idea de que algunas personas tienen ventajas. Lo que pasa es que no estoy acostumbrado a pensar sobre mí mismo como alguien que tiene ventajas.

Como méxicoamericano, estoy seguro que mi vida hubiera sido más fácil, y después de 30 años de ser periodista, hubiera sido más exitosa, si hubiera nacido siendo un hombre anglosajón.

Aunque he tenido algunas facilidades y he logrado imponerme, ya que he sido verdaderamente bendecido.

Pero he tenido que ganarme a pulso cada logro, sin el impulso inicial del privilegio anglosajón.  En mi profesión, no es que los hombres caucásicos no tengan que encarar a sus jefes que piensan que tienen una agenda en temas como la inmigración, o los lectores que piensan que porque alguien tiene apellido en español están a favor de las fronteras abiertas. También está el hecho de que muchos hombres anglosajones que se dedican al periodismo actualmente recibieron un impulso al inicio debido a que su madre o padre se dedicaban a lo mismo hace 50 años, cuando el periodismo y los medios de comunicación no eran más blancos que lo que son ahora.

Yo nunca recibí ese estímulo. Mi papá fue un oficial de policía y mi mamá era secretaria en una oficina. Mis abuelos eran jornaleros.

Sin embargo, la historia de la vida de Ginsburg me recuerda que siempre he tenido una ventaja: el tener el privilegio de ser hombre.

Y sin hacer ningún esfuerzo de su parte, mi hijo también tendrá ese ingrediente secreto a su favor.

Mis hijas no serán tan afortunadas durante sus vidas, ellas tendrán que competir con los chicos y hombres que, como dice el dicho, nacieron en la tercera base pero actúan como si hubieran conectado un triple. Mis hijas tendrán que digerirlo, cuando después de luchar para ser mejor que el sexo opuesto, pierdan un empleo o una promoción que se le otorgará a un hombre quien será un mediocre, en el mejor de los casos.

Ginsburg conoció esa sensación.  Como frecuentemente lo comentaba con sus audiencias, a pesar de haberse graduado con el primer lugar de su generación en la Escuela de Derecho en 1959, no pudo obtener empleo en ningún despacho legal de la Ciudad de Nueva York.  El hecho de que ella era madre de una niña de 4 años convenció a los hombres que se dedicaban a la profesión legal que ella no tomaría en serio sus deberes profesionales.

Como hombre, y miembro de una generación diferente, déjenme decir esto: “Bola de idiotas!”, pueden apostar que ellos nunca le dijeron algo parecido a los hombres que contrataron y que eran padres de familia.

Ginsburg aprendió pronto la lección de que las mujeres son dejadas a un lado para favorecer a hombres mediocres. Eso mismo sucedió dentro de su propia familia, ya que la mamá de Ginsburgh tuvo que hacer a un lado sus sueños para favorecer los de su hermano.

“Su madre era el cerebro de la familia”, le comentó recientemente Jane Ginsburgh, la hija de Ginsburg, a Erin MOriarty de CBS News. “Sin embargo, sus padres querían que ella trabajara, aun antes de terminar la preparatoria porque había un chico en la familia y había que ganar dinero para que él pudiera asistir a la universidad”.

Esa historia marcó a la futura juez de la Suprema Corte. “El ver a hombres menos calificados ser preferidos en lugar de una mujer preparada fue algo que la marcó desde temprana edad”, comentó Jane Ginsburgh acerca de su mamá.

Aun cuando Ruth Bader Ginsburg asistió a la Universidad Cornell a principios de los años 1950, se tenía entendido que la razón principal por la que la mayoría de las mujeres jóvenes asistían a la universidad era para poder casarse.

Ginsburg conoció a su esposo en la universidad, pero continuó con su educación. Asistió a la Escuela de Derecho de Harvard, pero fue transferida y obtuvo su licenciatura en Derecho en la Universidad Columbia cuando su esposo consiguió un empleo en Nueva York.

Actualmente, a pesar del lujurioso comportamiento de los hombres que salió a la luz debido al Movimiento #MeToo, prefiero pensar que las mujeres enfrentan menos sexismo que sus madres.  Hay muchas más oportunidades. Las mujeres pueden hacer cualquier cosa que hacen los hombres y usualmente lo hacen mejor.

Todo eso sin el manto protector del privilegio de ser hombre. Eso se debe a que constantemente se esfuerzan y usualmente son mejores, más inteligentes y fuertes que los hombres.

Cuando se trata de las mujeres, eso es lo que yo entiendo.

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