Opinion El Paso

En el coronavirus, tenemos el primer lugar

En este momento, la pregunta fundamental es si estamos haciendo lo suficiente para lidiar con esta catástrofe

Paul Krugman / The New York Times

sábado, 28 marzo 2020 | 06:00

Cuesta trabajo creerlo, pero apenas hace un mes Donald Trump y sus secuaces estaban desestimando el coronavirus diciendo que no era gran cosa. El 26 de febrero Trump declaró que: “Hoy hay quince personas y esas quince en un par de días van a ser casi cero”. Su comentario llegó un día después de que Larry Kudlow, el principal asesor económico de su Gobierno, declaró que el virus se había contenido casi por completo y que la economía estaba “aguantando bien”.

Hasta el 26 de marzo había más de 82 mil casos en Estados Unidos; no sabemos cuántos más habrá, porque todavía estamos bastante rezagados con las pruebas. Sin embargo, eso nos convierte en el epicentro mundial del coronavirus y la trayectoria de Estados Unidos es peor que la de cualquier otro país.

En cuanto a la economía: la semana pasada, más de tres millones de trabajadores solicitaron seguro contra desempleo, una cantidad que está totalmente fuera de lo normal aun cuando muchos otros que se quedaron sin empleo de un momento a otro no tienen derecho a prestaciones por desempleo. Resulta evidente que estamos perdiendo empleos incluso más rápido que en los peores momentos de la crisis financiera de 2008-09, cuando “solo” perdíamos 800 mil al mes.

El rechazo y la negación de Trump influyeron bastante en nuestra situación actual. Y se le debería hacer responsable de ello. No obstante, en este momento, la pregunta fundamental es si estamos haciendo lo suficiente para lidiar con esta catástrofe.

Y la respuesta es no. Estamos haciendo parte de lo que deberíamos estar haciendo, principalmente gracias a los esfuerzos de los gobernadores demócratas y los miembros demócratas del Congreso, una frase que puede sonar partidista, pero que sencillamente es la verdad. Sin embargo, todavía nos estamos yendo a pique en frentes cruciales, sobre todo porque incluso ahora Trump y su partido no están tomando la amenaza en serio.

¿Qué deberíamos estar haciendo? Tres cosas importantes.

Primero, necesitamos un empuje total para llevar el equipo médico indispensable adonde se necesita. Esto se refiera a todo, desde mascarillas y otros equipos de protección personal para los trabajadores de Salud hasta respiradores artificiales para los pacientes críticos. También, por supuesto, significa una gran expansión de las pruebas.

Las varias semanas que perdimos por la negación de Trump nos han dejado muy rezagados en la curva pandémica y miles de estadounidenses morirán innecesariamente en consecuencia. Pero una táctica defensiva en la que todos participemos todavía podría hacer una gran diferencia.

Por desgracia, eso todavía no está ocurriendo. Trump tiene el poder de movilizar a la industria para fabricar equipo fundamental, pero se ha negado a usar esa facultad, declarando con ligereza que “no somos coordinadores de envíos”.

En realidad, no queremos que sea un coordinador de envíos. Queremos que sea un policía de tránsito, que dirija los recursos donde más se necesitan; una función que el Gobierno federal siempre ha desempeñado en tiempos de guerra, que es a lo que más se asemeja esta crisis.

Pero él no va a asumir la responsabilidad, así que ahora estamos viendo una desbandada caótica que con toda seguridad matará a miles de personas más.

En segundo lugar, necesitamos reducir la propagación del virus, con la reducción de contactos personales que puedan llevarnos a nuevas infecciones: “distanciamiento social”. La buena noticia es que varios estados han tomado medidas decididas y han cerrado los negocios que no son fundamentales, han prohibido casi todo tipo de reuniones y han emitido órdenes de refugiarse para evitar que la gente salga. Los indicadores tempranos muestran que esas medidas están funcionando.

La mala noticia es que Trump está pidiendo que Estados Unidos “reabra” sus negocios e instituciones para la semana de Pascua, una estrategia que casi todos los expertos en salud pública consideran catastrófica. Claramente, todavía no se toma la pandemia en serio. Y algunos gobernadores republicanos comparten su irresponsabilidad. Por ejemplo, Ron DeSantis, el gobernador de Florida, todavía se niega a cerrar las playas de su estado.

Así que las medidas críticas para disminuir la propagación de la pandemia son parciales y el presidente está ofreciendo lo opuesto al liderazgo. No obstante, buena parte del país está haciendo lo correcto, a pesar de Trump.

Esto me lleva a lo tercero que debemos hacer: proporcionar asistencia financiera a las familias y los negocios ante una contracción económica inevitable. Lo que estamos viendo en esas solicitudes crecientes de seguro de desempleo no es una recesión convencional; más bien es un coma inducido médicamente, para bien del paciente, es por eso que el deseo de Trump de que la gente regrese a trabajar es mortalmente equivocado. Pero la gente necesita comer aun cuando no pueda trabajar.

Así que dos vivas para la legislación de dos billones de dólares que el Senado acaba de aprobar. La gente lo llama un proyecto de ley de “estímulo”, pero eso no es lo que realmente es. Más bien debería considerarse una ayuda en caso de desastre: cheques para familias, mejores prestaciones de desempleo, asistencia para hospitales y estados en apuros y préstamos para ayudar a las pequeñas empresas a sobrevivir.

Se trata de un proyecto de ley que dista de ser perfecto, y tiene mucho potencial para el abuso por intereses especiales, pero, en definitiva, es mejor que las ideas que Trump y otros republicanos estaban proponiendo apenas hace unos días, más que nada porque los demócratas insistieron en que la legislación en realidad ayudara a los necesitados.

Sin embargo, lo que la legislación aprobada no hace es prevenir una enorme cantidad de muertes si, como parece muy probable, la rápida diseminación del coronavirus satura los hospitales que todavía no tienen el equipo que necesitan. Y la tragedia es que muchas de esas muertes serán resultado directo de un mal liderazgo: el desprecio de Trump por la pericia y la negativa a tomarse la amenaza en serio, una negativa que sigue paralizando nuestra respuesta incluso ahora.

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