Opinion El Paso

El montón de basura de Trump

.

Maureen Dowd / The New York Times

lunes, 12 agosto 2019 | 06:00

Washington— Una de las imágenes más totémicas del Gobierno de Obama era una fotografía de la Casa Blanca en la que vemos al presidente agachado para que un niño de 5 años pueda tocar su cabello.

Como lo informó Jackie Calmes en The Times, el niño, hijo de un empleado que dejaba su puesto en el Consejo de Seguridad Nacional, le había dicho tímidamente a Barack Obama: “Quiero saber si mi cabello es exactamente como el tuyo”.

“¡Tócalo, amigo!”, le respondió el presidente.

Fue un momento que resumió todos los sueños vertiginosos sobre la raza, la modernidad y un futuro estadounidense brillante que lanzó a un senador novato con un nombre exótico al cargo de presidente.

Ahora, Melania tuiteó una de las imágenes más totémicas del Gobierno de Trump, se trata de una fotografía del hospital de El Paso que el presidente y la primera dama visitaron en medio de la ola sangrienta de masacres consecutivas en Texas y Dayton.

La primera dama está cargando a Paul Anchondo, de 2 meses, cuyos padres, Jordan y Andre, murieron escudándolo de un tirador que le confesó a la Policía que condujo desde su casa en Allen, Texas, hasta El Paso para asesinar mexicanos con un rifle estilo AK-47. Un manifiesto que publicó en 8chan, un foro en línea donde se refugian los nacionalistas blancos, declaraba que quería detener la “invasión hispana en Texas”.

El presidente Donald Trump, al lado de Melania y el bebé en la fotografía, está sonriendo con un pulgar arriba.

El tío del niño, Tito Anchondo, le dijo a los reporteros que trajo a Paul al hospital para que conociera a Trump, mientras que las otras víctimas se rehusaron a hacerlo, porque quería hablarle al presidente sobre el dolor de su familia. Su hermano asesinado, dijo, era simpatizante de Trump. Le dijo a The Washington Post que se sintió consolado por Trump.

Aun así, la fotografía tiene algo de repugnante. La imagen de Obama con un niño estaba llena de esperanza e idealismo. La de Trump con un niño estaba teñida de dolor e ideales destrozados.

Sin empatía ni humanidad, Trump está tomándose una fotografía con un niño que jamás conocerá a sus padres. Les disparó un psicópata cuyas opiniones hacían eco de las diatribas peligrosas y viles de Trump con las que ha descrito a las personas morenas –como el padre del bebé– como el enemigo, una infestación y una invasión que tiene como propósito quitarle algo a los verdaderos estadounidenses. Es la misma carnada apestosa que lanzan otros republicanos, solo que más brutalmente directa y no limitada a una temporada de campaña.

Incluso mientras digeríamos la imagen grotesca del hospital, tuvimos que ver los videos estremecedores de niños hispanos que lloraban varados en Mississippi porque sus padres, muchos de los cuales trabajan en una planta de procesamiento de pollo, habían sido detenidos en una redada del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés).

The Post publicó un encabezado perturbador el lunes acerca de un nuevo estudio: “Aumenta el riesgo de nacimientos prematuros para las latinas después de la elección de Trump”. El artículo decía: “Los investigadores han comenzado a identificar correlaciones entre la elección de Trump y una peor salud cardiovascular, problemas de sueño, ansiedad y estrés, especialmente entre latinos en Estados Unidos”.

La destellante ciudad en lo alto de una colina es un montón horrible de basura.

Incluso durante estas semanas tan trágicas para tantas familias, Trump estaba obsesionado consigo mismo, con el tamaño de sus multitudes de simpatizantes en comparación con las de Beto y con saber si estaba obteniendo suficiente reverencia por parte de las encuestas de Ohio.

Que no podamos detener el torrente de tiroteos masivos desafía nuestra fe en el sentido común y la decencia de Estados Unidos, incluso en una época de debilidad sin precedentes tanto para la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés) como para el detestable Wayne LaPierre, puesto que el grupo de presión armamentista está bañado en tentativas golpistas y corrupción.

El control de las armas tiene el aspecto de un problema irresoluble cuando en realidad no lo es. De manera inexplicable y aborrecedora, hemos decidido vivir con sacrificios humanos periódicos. Eso se volvió claro en 2012 en Newtown después del asesinato de “hermosos bebés”, como Joe Biden llamó a los estudiantes muertos de primer grado. Si eso no impactó nuestra alma lo suficiente para actuar, ¿qué podría hacerlo?

Ya hemos escuchado tres veces que Trump habla de convencer a los funcionarios de la NRA, durante la campaña de 2016 y después del tiroteo de Parkland y de nuevo el viernes después de sus llamados para dar el pésame en Dayton y El Paso. Las primeras dos veces, sucumbió ante la NRA rápidamente.

Sin embargo, temperamentalmente y al estilo de la visita de Nixon a China, Trump es el indicado para llevar a cabo esa misión. Aunque es beligerante, no está tan enamorado de la guerra y las armas. “A mis hijos les encanta cazar”, tuiteó una vez. “A mí no”. No está loco por las armas; es un exdemócrata de Nueva York al que le gusta jugar golf.

Si quisiera dirigir una cruzada para imponer verdaderas revisiones de antecedentes —o incluso una prohibición contra las armas de asalto, una medida que apoya, según dijo en un libro de 2000— sería formidable.

Hay algo de movimiento ahora porque los republicanos están asustados, no de los tiradores, sino de los electores suburbanos.

En su mayor parte, los republicanos son propietarios de armas y los demócratas no. No obstante, los votantes republicanos apoyan más el control armamentista basado en el sentido común que los miembros electos, que se revuelcan con las criaturas pantanosas de la NRA.

Mitch McConnell, el Dr. No, no querrá hacer nada; su portavoz estaba dando marcha atrás el viernes. Ese mismo día, John Barrasso, el republicano número tres en el Senado, frenó posibles leyes de incursiones, revisiones de antecedentes y alertas rojas.

Si el presidente y los republicanos idean algo, será un remedio lo suficientemente marginal para resguardarse y así negarles a los demócratas un poderoso tema de campaña.

Mitch el Moscovita y Donald el Detestable seguirán hablando de consensos y esperarán que las cosas se calmen para cuando llegue septiembre, cuando regrese el Congreso.

Dejemos algo claro: nuestros líderes republicanos son unos cobardes. No debemos dejar que el ímpetu se apague. Porque la gente sigue muriendo.

close
search