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Opinion El Paso

Día de las Madres, recordatorio de que la vida puede ser un amoroso desastre

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Ruben Navarrette Jr./The Washington Post

domingo, 14 mayo 2023 | 06:00

San Diego— Algunas personas le temen al Día de la Madre. El show no puede continuar una vez que uno ha perdido a la matriarca.

La mamá de mi esposa murió hace varios años. Y algunos de mis amigos más antiguos y leales –que actualmente, al igual que yo, tienen más de 50 años– están recibiendo a sus nietos pero diciéndoles adiós a sus madres.

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Para los que ya no pueden levantar el teléfono y llamar a su mamá, este día festivo será brutal.

Un meme de Facebook muestra un teléfono que acaba de recibir una llamada de “mamá” con las opciones de “aceptar” o “declinar”. El meme advierte: acepte siempre esas llamadas, usted nunca sabe cuándo dejarán de llegar.

Yo estoy pasando este período de mi vida de diferentes maneras. Me duele el corazón, extraño mucho a mi mamá –especialmente cuando está parada justo a mi lado.

De acuerdo con una organización de caridad denominada Investigación del Alzheimer en el Reino Unido, aproximadamente 55 millones de personas en el mundo tienen demencia.

Mi mamá, quien tiene 80 años, es integrante de ese grupo.

La posibilidad es que la mayoría de nosotros sepa y ame a alguien que está luchando contra la demencia.

De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, “la demencia no es una enfermedad específica, sino que es un término general para esa discapacidad para recordar, pensar o tomar decisiones que interfiere con las actividades diarias”.

Eso me recuerda a mi mamá. Su médico dice que tiene una excelente salud física, ya que toda su vida evitó el alcohol, cigarrillos, azúcar y drogas ilícitas. Aunque ha experimentado un significativo descenso cognitivo al paso de varios años.

Ella y mi padre de 81 años viven por su cuenta, aproximadamente a 15 minutos de la casa que comparto con mi esposa y tres adolescentes. Mi hermano y hermana los visitan cuando pueden, yo llevo a mis padres a que hagan lo que necesitan y los invito a comer con mi esposa e hijos.

La mayoría del tiempo, mi mamá está contenta y en paz –especialmente en compañía de la familia. Pero últimamente, se siente cada vez más frustrada por su inhabilidad para recordar cosas– como los nombres de sus hijos.

En algunas ocasiones, trata de ocultar el hecho de que no sabe quiénes somos.

Mi mamá fue la primera mujer a la que amé. Posteriormente, mis amigas me advirtieron que no les interesaban los hombres que no trataban bien a sus madres.

Yo siempre traté muy bien a mi mamá. Sé que pude haberlo hecho mejor, por ejemplo, pasar más tiempo con ella.

En los últimos 10 años, he sido testigo cercano del profundo descenso de mi mamá. Ella dejó de ser una persona que cuidaba a sus nietos y se convirtió en alguien que en algunas ocasiones parece una niña pequeña. Ella necesita atención y supervisión.

Se le olvida comer y se ha perdido. Ya no puede comunicarse claramente, ya que se le han olvidado las palabras, no puede unir frases y tiene dificultar para procesar lo que está escuchando, divaga, repite las preguntas y vuelve a contar las mismas historias.

Mi mamá hablaba español cuando era niña pero utilizó el inglés la mayor parte de su vida. Ahora, ya volvió a usar el español. También empezó a preguntar por su madre y cuándo la volverá a ver. Mi abuela murió hace muchos años. Si uno le dice a mi mamá eso, empieza a llorar como si el funeral hubiera sido ayer.

El ser testigo de todo eso le cambia a uno el mundo. Inesperadamente, uno no está seguro de nada.

Al ir creciendo, acudía a mi papá cuando lograba destacar en algo u obtenía un logro. Siempre quise mostrar fortaleza, competencia o éxito, mi padre era al que llamaba primero.

Cuando tenía problemas acudía a mi mamá –cuando me raspaba las rodillas o me rompían el corazón, perdía el empleo o sufría reveses. Cuando me sentía triste, vulnerable o confundido, siempre quería su compañía.

Actualmente, mi madre es la que se siente confundida y vulnerable.

Le pregunté a mi esposa qué consejo podría darle para alguien que transita por este oscuro y aterrador camino.

“Tienes que pasar por esos momentos incómodos”, me aconsejó. “No la corrijas si ella entiende algo mal. Sólo siéntate y escúchala y pasa el tiempo con ella. Demuéstrale que la amas”.

Así lo entendí. Ella dice que debo dejar de lamentar lo que perdí y apreciar lo que sigo teniendo aquí.

La demencia no es algo agradable, es un desastre. Pero debo decir que mi mamá pasó su vida arreglando mis desastres.

Lo menos que puedo hacer es ayudarla a lidiar con los suyos.

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