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Opinion El Paso

Cómo tumbar al dictador

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Jorge Ramos / Periodista

domingo, 28 noviembre 2021 | 06:00

Miami— A la dictadura en Cuba le ha salido todo mal. Creía que iba a ganar al militarizar la isla e impedir las marchas y protestas del pasado 15 de noviembre. En cambio, demostró al mundo su naturaleza represiva y antidemocrática. La dictadura actuó como lo que es: un brutal sistema que mata y ahoga cualquier disidencia.

Pero algo se ha roto en Cuba. El régimen ya no tiene el control ideológico y emocional sobre su población. Actúa como quien fuerza a su pareja a quedarse en un matrimonio infeliz. Los cubanos han perdido el miedo. Cuando eso ocurre las dictaduras se ponen a la defensiva y en modo de sobrevivencia. Y pueden caer.

“Las calles cubanas, tan volcadas a la queja cotidiana, han comenzado a hablar de otra manera desde el pasado 11 de julio, cuando una muchedumbre las recorriera al grito de libertad”, escribió la periodista Yoani Sánchez del medio digital 14ymedio desde la Habana.

Y antes de la convocatoria de noviembre, hablé con Yotuel Romero, uno de los cantantes del himno de libertad Patria y Vida. Su optimismo era desbordante. “Nada puede parar la fuerza del destino y la fuerza de la juventud cubana (para) buscar esa liberación”, me dijo. “Soy muy optimista, creo en la fe y que estamos en el lado correcto”.

El lado correcto de la historia siempre es el de la democracia y la libertad.

En América Latina tenemos tres dictadores: Miguel Díaz-Canel en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua. Y, por definición, los dictadores nunca dejan el poder por las buenas. Hay que sacarlos de ahí. No estoy a favor de ninguna invasión militar estadounidense ni de la violencia interna para hacerlo. Pero sí creo que los cubanos, los venezolanos y los nicaragüenses tienen un legítimo derecho de vivir en democracia y de buscar cómo tumbar del poder a su dictador.

Nunca es fácil, pero se puede lograr. Los chilenos sacaron al brutal general Augusto Pinochet del poder con un plebiscito en 1988 y los nicaragüenses hicieron lo mismo con los sandinistas en 1990.

Pero hoy la ex candidata presidencial nicaragüense Cristiana Chamorro está en arresto domiciliario. “Sí es un dictador”, me dijo sobre Daniel Ortega en una entrevista en marzo pasado y pocos días antes de ser detenida. “Es un dictador represivo. Y se ha convertido en un dictador monstruoso. Aquí en Nicaragua hemos vivido unas cosas que no habíamos visto jamás en décadas: represión, tortura, cárcel”.

Venezuela también vive momentos muy difíciles. “El ilegítimo régimen autoritario de Nicolás Maduro ha usurpado el control sobre el poder ejecutivo, judicial, legislativo y electoral”, denunció el reporte anual de violaciones a los derechos humanos del Departamento de Estado. A pesar de eso, la oposición ­–a veces dividida– sigue buscando maneras de acabar con la dictadura que comenzó Hugo Chávez.

Los represores se copian, se adulan, se protegen y se creen sus propias mentiras. Pero también vemos que los opositores de distintos países latinoamericanos han encontrado los puntos débiles de las dictaduras. A pesar de la censura oficial en los medios de comunicación, nada puede bloquear totalmente un tuit o un mensaje en las redes sociales. El internet puede ser bloqueado temporalmente. Aunque siempre hay rendijas digitales.

Algo que me llena de esperanza es la naturaleza totalmente pacífica de los movimientos opositores en Cuba, Nicaragua y Venezuela. No acumulan armas y no se trata de matar a nadie. Se trata de acabar con la tiranía impulsados por una canción como Patria y Vida, que ganó dos Grammys. El romanticismo original de la revolución cubana hoy está en la oposición, me dijo Yotuel.

El optimismo está hoy con los que luchan por la libertad y la democracia en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sus ideas y propuestas por el cambio me recuerdan tanto la campaña de “La Alegría Ya Viene” que sacó a Pinochet del poder. Mientras que la muerte y la podredumbre es el fétido olor que sale del club de los tiranos como Díaz-Canel, Maduro y Ortega. A ellos los encuentro dibujados con todas sus corrupciones y arrugas en El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez.

Al final, existe la maravillosa convicción de que van a perder. El estado de terror se ha resquebrajado. Hay mil maneras de tumbar al dictador. Basta que una funcione.

@jorgeramosnews

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