Opinion El Paso

Centristas, progresistas y eurofobia

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Paul Krugman / The New York Times

domingo, 10 noviembre 2019 | 06:00

Nueva York— ¿La candidatura presidencial demócrata será para un centrista o un progresista? ¿Cuál de los dos le daría al partido mayores posibilidades de ganar las elecciones del año próximo? Honestamente, no tengo idea.

No obstante, hay algo sí que puedo decir, y es que ni el centrismo ni el progresismo son lo que solían ser.

Hubo una época en la cual las discusiones entre centristas y progresistas se enmarcaban como debates entre el realismo y el idealismo. No obstante, estos días a menudo parece como si los centristas, no los progresistas, hubiesen perdido el contacto con la realidad. De hecho, en ocasiones se siente como si los centristas fueran como Rip Van Winkle y hubieran pasado los últimos 20 años en una cueva sin enterarse de todo lo que le ha ocurrido a Estados Unidos y al mundo desde la década de 1990.

Pueden ver esto en la política, donde Joe Biden ha declarado una y otra vez que los republicanos tendrán una “epifanía” una vez que Donald Trump se haya ido y volverán a ser la gente razonable con la que los demócratas pueden lidiar. Teniendo en cuenta la política de arrasar con todo que el Partido Republicano implementó durante los años de Obama, esa afirmación parece extraña.

También pueden verlo en la economía. Podemos mencionar muchas críticas razonables relacionadas con las propuestas económicas de Elizabeth Warren, pero la que más he visto es que Warren convertiría a Estados Unidos en (se escucha música escalofriante) Europa, incluso tal vez (se escucha música más escalofriante) Francia. Y hay que preguntarse si la gente que dice esas cosas ha puesto atención siquiera a lo que ha pasado en Europa o Estados Unidos en las últimas décadas.

Solo para que quede claro, Europa sí tiene grandes problemas económicos, pero no son los que esa gente parece imaginar.

Cuando dicen cosas como esa, parecen tener en mente la imagen de una comparación entre Estados Unidos y Europa que parecía tener alguna validez en la década de los noventa. En esa imagen, las naciones con un gasto social grande y una amplia regulación de los mercados padecían de “euroesclerosis”, la prolongada falta de empleos.

Se dice que los empleadores estaban renuentes a expandirse debido a los impuestos elevados y a que temían no poder despedir a los trabajadores una vez que los contrataran. Al mismo tiempo, los trabajadores tenían pocos incentivos para aceptar empleos porque podían vivir de los generosos programas sociales.

Europa también parecía estarse rezagando en la adopción de las nuevas tecnologías: durante un tiempo, Estados Unidos se adelantó en el uso de internet y la tecnología de la información en general, lo cual condujo a argumentos que afirmaban que los impuestos elevados y la regulación en Europa estaban desalentando la innovación.

Pero todo eso sucedió hace mucho tiempo. La brecha laboral en su mayoría ha desaparecido; en realidad, es más probable que los adultos en sus años laborales más productivos tengan empleo en Europa, incluso en Francia, que en Estados Unidos.

Cualquier brecha en la adopción de tecnología de la información se desvaneció hace mucho; es igual o más probable que los hogares en buena parte de Europa tengan banda ancha que los hogares en Estados Unidos, en parte debido a que la incapacidad de este país para limitar el poder monopólico de los proveedores ha provocado que los precios que se pagan para tener acceso a internet sean mucho más elevados.

Es cierto que las naciones europeas tienen un menor PIB per cápita que nosotros, pero eso se debe en gran medida a que, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses, la mayoría de los europeos tienen muchas más vacaciones y por ende trabajan menos horas al año. Esto pareciera ser una decisión basada en el equilibrio entre el trabajo y la vida, no un problema económico.

Y en el indicador más fundamental de todos, la esperanza de vida, Estados Unidos se ha quedado muy rezagado: los residentes franceses pueden esperar, en promedio, vivir más de cuatro años que los estadounidenses. ¿Por qué? Las explicaciones más probables son la atención médica universal y otras políticas que mitigan la desigualdad extrema.

Ahora, no quiero que eso suene a que alabo todo lo que viene de Europa. Las naciones del euro siguen siendo tremendamente vulnerables a las crisis financieras, porque adoptaron una moneda compartida sin una red de seguridad bancaria compartida; solo el heroico liderazgo de Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, evitó el colapso catastrófico del euro en 2012.

Europa también padece una debilidad persistente en la demanda debido a que actores clave, Alemania en específico, tienen un temor obsesivo a los déficits, incluso cuando la economía europea necesita estímulos desesperadamente.

Estos son grandes problemas, tan graves que no me sorprendería si Europa fuera el epicentro de la siguiente crisis mundial. Pero el problema con Europa no es que sus programas sociales sean demasiado generosos ni sus gobiernos en exceso invasivos. En todo caso, es casi lo opuesto: la economía de Europa es vulnerable porque una combinación de fragmentación política y rigidez ideológica ha dejado a sus políticos poco dispuestos a ser suficientemente keynesianos.

La cuestión es que los centristas que señalan a Europa como un ejemplo de las cosas malas que pueden ocurrir cuando uno trata de lograr la justicia social con demasiado entusiasmo se quedaron atascados décadas en el pasado. La experiencia europea moderna en realidad reivindica las afirmaciones progresistas de que podemos hacer mucho para hacer a Estados Unidos más justo sin destruir los incentivos. Y hasta los problemas de Europa son un argumento a favor de que haya más intervención gubernamental, no menos.

Desde luego, hay que hablar sobre si “Medicare para todos”, los impuestos a la riqueza y otras propuestas progresistas son en verdad buenas ideas, pero si tratan de desestimarlas invocando lo terrible que es la situación en Francia están dando indicios seguros de que no tienen idea de lo que están hablando. 

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