PUBLICIDAD

Nacional

Los damnificados de la refinería de Dos Bocas

Quienes viven cerca de la refinería padecen inundaciones, falta de agua y de luz; algunos esperan ser reubicados y otros se mudaron

Jorge Ricardo
Agencia Reforma

lunes, 04 julio 2022 | 07:47

Agencia Reforma Agencia Reforma Agencia Reforma

PUBLICIDAD

Paraíso.- Entre el suspenso en que quedó la refinería de Dos Bocas, tras la inauguración del presidente Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio, un suspenso mayor es el de Alfredo Cabrera, un jubilado de Pemex de 65 años que vive a 200 metros de la mecha de fuego, símbolo del inicio de operación de la obra que, por suerte, dice él, no ha sido encendida.

"Si ya estuviera encendida es porque la refinería ya estuviera trabajando, pero lo que no sabemos es para cuándo", reconoce en el patio de su casa morada, de un piso, con tambos de agua de pipa y un refrigerador quemado por descarga, polvillo blanco en el piso y una camioneta atrofiada por el salitre. Calle de 15 casas en la Colonia Petrolera, Tercera Etapa, manzana 36, donde al menos seis de las 15 casas parecen deshabitadas. Más atrás, en el área de tres calles, hay cinco anuncios de en venta o renta.

Quince metros al frente de la casa de Cabrera está la barda de tabique de la refinería. Treinta metros a la derecha, tras una casa ya deshabitada, sigue la barda. Por arriba se mira la torre de fierro de 80 metros aún sin la antorcha que aliviará la presión del combustible.

Hace tres años, la Secretaría de Energía convirtió 6 millones de metros cuadrados de manglar en terreno seco, listo para la planta que espera refinar 340 mil barriles de diarios, y que no se inundará, o se inundará lo menos posible, por lo que tuvo que traer millones de metros cúbicos de arena. Al final, el terreno de la refinería quedó a 2 metros sobre el nivel del mar mientras que la casa de Alfredo Cabrera y las de sus 20 vecinos, quedaron a 1.5.

Ahora se inundan con cada lluvia fuerte y en una parte de la calle, junto a dos casas deshabitadas y otra ya puesta en renta, el charco nunca se seca. Pero no sólo eso, pues las aguas son aguas negras debido a que la obra destruyó un ducto.

Con los millones de metros de arena, el agua de los pozos se volvió salada y con la instalación de un transformador gigantesco para la refinería, la luz se va cinco o seis veces por semana.

El Gobierno ha incumplido con la rehabilitación de la planta tratadora de aguas negras que está en la esquina y sólo pintó de blanco la barda, y con la recuperación de un tanque elevado de agua potable. Así que toda la manzana no tiene agua potable, pero se inunda.

Desde 1992, cuando compraron sus casas con créditos hipotecarios de Pemex, se despertaban con el ruido de la selva entre manglares, cedros, cocoteros, mangos y aves, pero también tepezcuites, venados, armadillos, iguanas y hay quien asegura que hasta panteras y miles de cangrejos. No por nada el equipo local de béisbol se llama "Cangrejeros de Paraíso".

"Yo siempre iba a echar la rola ahí adentro. Me paraba ahí abajo de los chaparrones: miles de cangrejos, miles de animales. Todos los mataron", dice el señor Rufino Santos, de 73 años.

Rosa, su esposa, de chancletas y cabello gris que ha esperado detrás de la reja, lamenta que hoy no esté lloviendo para que se pudiera fotografiar todas las goteras que dejó la compactación de la arena. "Subían una plataforma y la dejaban caer, 50, 60 metros, ¡pum! ¡pum! ¡pum! Día y noche retumbaba todo. Temblábamos y la loza se partió", acusa.

Lo bueno es que el mechón no fue encendido y Cabrera aún espera que un representante de la obra inconclusa de entre 12 mil 500 millones de dólares, según el Gobierno, y 18 mil millones de dólares, según una consultora independiente, se aparezca y les diga si van a reubicarlos.

"Aquí nosotros pues la verdad ya no tenemos futuro, porque ya está la barda", dice Cabrera.

Hace unos días vieron a un topógrafo marcando la calle y corrió el rumor de que la refinería podría necesitar sus casas como área de seguridad por alguna explosión. Hace unas noches, dice Alfredo Cabrera, toda la calle se iluminó con una luz de fuego y al día siguiente les explicaron que hicieron una prueba de la mecha en un lugar enterrado.

"Llegaba el resplandor hasta acá y estábamos comentando con los vecinos que puede haber un calor sofocante, por eso dicen que van a subir la flama a 150, 130 metros y entonces a lo mejor la flama no nos llegue a calentar mucho", confía.

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search