Nacional

Guarda López Obrador silencio sobre coronavirus

El presidente regresó a Nacajuca, Tabasco, en donde en 1996 encabezó la toma de pozos petroleros

Reforma

sábado, 29 febrero 2020 | 13:05

Reforma | Andrés Manuel López Obrador

Nacajuca, Tabasco— "Yo le voy a decir algo que usted no sabe, porque se ve que hay muchas cosas que usted no sabe", dice Roosevelt Marcial Magaña, 75 años, nueve más que Lopez Obrador. La cara llena de marcas como raíces de árbol gigante, guayabera oscura en el cuerpo firme y la fe puesta en un señor que vive en el cielo.

"Aquí no va a llegar el coronavirus porque aquí nosotros somos gente de fe. No tenemos miedo y esto es porque vamos a la iglesia, claro, una epidemia puede agarrar a cualquiera, niños, jóvenes, adultos, pero sólo Dios puede hacer que pasen las cosas, porque nadie, nadie, nadie es dueño de nada, todo es creado, lo que pasa es que estos delincuentes que gobernaban antes se creyeron dueños de todo y acabaron completamente con todo".

Como López Obrador, el indígena chontal con nombre gringo antepone la fe a la ciencia y sus comentarios desembocan en la corrupción, la de antes. El presidente cerró su mitin en el Centro Coordinador Indígena Chontal, el segundo del día en Tabasco, sin mencionar el virus que causa pánico en todo el mundo, ni dejar de repartir saludos ni besos ni abrazos.

El coronavirus tampoco tiene ninguna importancia para Roosevelt Marcial, más preocupado por hablar de los milagros de su paisano: "¿Sí has escuchado de los tres milagros que ya hizo? Hizo hablar a los mudos, hizo caminar a los inválidos, porque ellos nunca dijeron nada de la venta del país de antes, y ahora que él empezó a hablar empezaron todos, por eso se dice, ahí están los milagros, nomás que no te lo puedo explicar".

Anochece con llovizna del trópico, el público se apura a irse, Roosevelt Marcial recuerda que conoció en su juventud a López Obrador. En 1977, cuando el hoy presidente llegó como director del Centro Indigenista Chontal. En 1996 desde aquí tomó 51 pozos de Pemex para protestar por el fraude de aquel año. "Jovencito, jovencito, pero sí te digo una cosa: así era desde joven, así, enérgico, exigente, que se cumpliera su palabra, porque él ya traía desde joven ese don de ser, don de ser por México".

López Obrador está en su Estado. "En mi tierra y en mi agua", dice él. En el calor del trópico, hasta donde no llega el pánico del coronavirus y el tumulto de sus seguidores lo espera en el aeropuerto y en las carreteras y revienta las plazas públicas.

En el aeropuerto dejó de abrazar y besar a sus seguidores, pero ya no pudo resistirse en Villa de Tamul de las Sabanas. "¡Nesbo! ¡Nesbo!", le gritaba la gente y él se bajó de la camioneta y entró a pie entre cohetes, flautas y tambores. Tres mujeres con vestidos bordados llegaron con tres Tejela fritos y en el tumulto se les cayó uno, pero no importaba porque ese era el del Alcalde y el del Presidente seguía a salvo.

"Lo que pasa es que él ha venido a Tamul cientos de veces, cientos de veces", dice la señora Mary, con el Tejela en una palangana sobre la cabeza, "pero nunca había venido aquí un Presidente y así es como se debe de recibir a nuestro Presidente, con mucho halago, porque él cuando yo era joven ya me daba una beca, como gestor que era y eso que todavía no era Presidente, porque no le daban la oportunidad, hasta que se dio, porque Dios hizo el milagro, Dios sigue haciendo milagros y aquí lo tenemos a este gran hombre lleno de sabiduría".

López Obrador cruzó la plaza que le extendió los brazos a su paso, le acercó a niños listos para abrazos, que le pidió hospitales, escuelas, una subestación de electricidad, que le regaló Tejela vivos en una bolsa. A la hora del discurso y las promesas, un hombre con muletas lo interrumpió. "Sí, déjame que yo termine, porque me vas a decir que tú no has recibido el apoyo. ¿Eso es lo que me vas a decir? Pero lo vas a recibir, es mi palabra".

Prometió la subestación eléctrica y revisar la posibilidad de un hospital. "Ya pasó el tiempo de hacer promesas que no se cumplen, yo no soy un mentiroso", les dijo.

De ahí a Nacajuca en una hora. Las pancartas "Bienvenido a tu tierra, Presidente". "Estamos contigo", "Queremos ayuda". Cientos y cientos de personas que le aplauden pero que al mismo tiempo tienen peticiones bajo el brazo. Que no les ha llegado esto, aquello, que sus promesas no se han cumplido. "Venimos por la necesidad, porque la mayoría trae sus escritos, sus peticiones, porque la mayoría no tenemos nada", dijo Yadira Patricia Sánchez, del poblado El Sandial, donde en 2013 explotó el pozo de Pemex Terra 123 y cuarteó la casas.

En todo el día, del coronavirus ni una palabra. Acaso porque no quiere permitir que se distraigan del discurso de que la Cuarta Transformación está en marcha. O porque es el trópico y, por ejemplo, del virus AH1N1 de 2009 nadie se acuerda. O porque aquí siempre hay otros males. "Creo que sí llegó esa vez, está todavía. Aquí le llaman el dengue y sí, ya se han muerto muchos", comentó un integrante del cuerpo de Protección Civil municipal.

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