Nacional

Fue uno de los asesinos más letales de México

'Me quitaron todo lo que tenía de humano y me convirtieron en un monstruo'

The New York Times

sábado, 14 diciembre 2019 | 23:18

Jojutla, México.-  Los reclutas llegaron a un lugar abierto, en donde un grupo de entrenadores con los modales adustos de un sargento permanecieron de pie muy juntos, ocultando algo.

¿Cuántos de ustedes han matado a alguien? Preguntó uno de los instructores. Unas cuantas manos se alzaron.

Los entrenadores se separaron, mostrando un cuerpo desnudo boca arriba que yacía en el pasto.  Uno de ellos le puso un machete en las manos al más cercano.

“Desmiembra el cuerpo”, le ordenó.

El recluta se quedó paralizado. El instructor esperó, luego se colocó detrás del aterrado recluta y le disparó un balazo en la cabeza, matándolo.

Enseguida, le pasó el machete a un desgarbado adolescente mientras los otros observaban, atónitos.

El adolescente no titubeó y aprovechó la oportunidad para demostrar que podía ser un asesino --- un sicario. Una oportunidad para tener dinero, poder y lo que más deseaba, respeto. Ser temido en un lugar en donde el miedo es lo que impera.

“Yo quería ser un psicópata, matar sin misericordia y ser el sicario más temido del mundo”, dijo.

Al igual que otros reclutas, fue enviado por un cartel de la droga conocido como Guerreros Unidos a un campamento de entrenamiento en las montañas. Se imaginó campos para ejercitarse, correr por la mañana, prácticas de tiro. Pero en ese momento, al estar junto al cadáver, sólo quería suprimir la urgencia de vomitar.

Cerró sus ojos y lanzó el machetazo sin ver. Para sobrevivir, tenía que mantenerse a la altura. El entrenamiento haría el resto, quitándole el temor y la empatía.

“Me quitaron todo lo que tenía de humano y me convirtieron en un monstruo”, relató.

En unos años, se convirtió en uno de los asesinos más letales del Estado de Morelos en México, un instrumento de los cárteles que están desmantelando al país.

Para el 2017, con tan sólo 22 años, había participado en más de 100 homicidios. Las autoridades han confirmado casi dos docenas de ellos tan sólo en Morelos.

Cuando la policía lo atrapó en ese año, podría enfrentar más de 200 años de prisión. Pero en lugar de procesarlo, las autoridades vieron una oportunidad para desmantelar al cartel desde adentro.

Lo convirtieron en la pieza central de un operativo policíaco encubierto que logró deshacer el cartel en el sur de Morelos, dando como resultado el arresto y condena de docenas de sus operadores.

Para los investigadores, era una mina de oro, un libro completo de referencia en la industria de asesinatos del Estado. Para el sicario, el gobierno fue un salvavidas.

El país sólo cuenta con un programa oficial de protección a testigos, a nivel federal, y pocos miembros de las autoridades confían en él. Las filtraciones, corrupción e incompetencia lo han dejado en un caos.

El camino que recorrió el sicario, de ser un asesino a un testigo del Estado --- extraoficialmente, incluyó por lo menos una docena de visitas al programa y 17 meses de entrevistas con él, su familia, oficiales y otros asesinos --- ofrece un raro vistazo del mundo de los asesinos ultraviolentos de México y lo que han tenido que hacer las autoridades para detenerlos.

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