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Juárez

Profesión de privilegio y vocación

Su problema de baja visión no le impide compartir sus conocimientos con los más pequeños

Eduardo Lara
El Diario de Juárez

domingo, 16 mayo 2021 | 09:21

Omar Morales / El Diario

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Ciudad Juárez.- Ser maestro es una profesión de privilegio, pues son pocos quienes tienen esa vocación de acompañar a otros en su trayectoria de vida, según explica Cristian Ulate Ramírez, quien desde hace dos años, es maestro del Centro de Estudios para Invidentes A.C. (CEIAC), donde desde la experiencia propia, ayuda a niños y jóvenes con baja visión a reforzar su aprovechamiento académico.

Cristian presenta un problema en la mácula de la retina, un padecimiento crónico no degenerativo, lo que le dificulta distinguir objetos o personas. La afectación a su visión provocó que a la edad de ocho años nuestro entrevistado comenzara a presentar problemas de aprendizaje y posteriormente, fuera canalizado al CEIAC para recibir apoyo académico.

En la actualidad, Cristian tiene 26 años, y desde hace dos, es egresado de la licenciatura en Educación por la Universidad Autónoma de Ciudad de Juárez (UACJ) y docente en el centro, donde ahora comparte sus conocimientos a niños y jóvenes.

“Mi problema de baja visión es de nacimiento, por lo general se presenta cuando el niño nace de manera prematura, como en mi caso; yo llego aquí al centro porque mi mamá se da cuenta que aun con lentes no podía ver bien y también porque en mi escuela me canalizaron aquí, donde recibí herramientas como apoyo académico. Es bonito, porque varios de mis colegas fueron mis maestros, y ahora me toca devolver esa ayuda que me brindaron, pero a las nuevas generaciones”, comentó.

El regreso de Cristian al centro que lo ayudó a desarrollar sus habilidades se dio durante su etapa de estudiante universitario, pues mientras terminaba su carrera como docente, comenzó a realizar sus prácticas profesionales en la asociación civil, hasta que llegó una oportunidad para incorporarse como maestro.

Ahora, Ulate Ramírez imparte clases de apoyo académico y psicomotricidad; la primera de ellas, enfocada a ayudar al estudiante a adquirir herramientas para incorporarse al plano académico, reforzando áreas específicas como lectoescritura y habilidades lógico-matemáticas.

Mientras que en el segundo programa, se apoya al alumno a estimular áreas que le permitan tener una mejor coordinación motriz, tales como orientación, ecoubicación, entre otras, que le permitan ser independiente en cuanto a movilidad.

Esta historia nos demuestra cómo una discapacidad también puede ser convertida en una ventaja, ya que el haber experimentado un problema de baja visión, ha permitido a este joven comprender a cada uno de sus estudiantes.

“Desde muy pequeño supe que quería ser maestro y orientarme a la educación especial, puede ser por el gesto de empatía que existe porque yo pertenezco a esta comunidad, eso me hace sentir una mayor confianza con alumnos y los padres de familia porque yo ya pasé por esto; mi familia vivió todas estas dudas, así que al final puedo decir que entiendo a mis estudiantes”, afirmó.

De acuerdo con el maestro, en Ciudad Juárez hace falta una mayor capacitación del profesorado fronterizo, principalmente para atender a niños especiales, con la intención de que ellos también cuenten con las mismas oportunidades que el resto de sus compañeros; pues en palabras de Ulate, existen docentes que desconocen de métodos para auxiliar a estos estudiantes, o ignoran a qué instancias pueden acudir para solicitar ayuda e instruirse.

Y aunque ser maestro implica varios retos, para Cristian, algunos de los más complicados se presentan cuando además de un problema de visión, el estudiante presenta otros padecimientos asociados como autismo, déficit de atención, entre otros, pues el objetivo es adecuar el sistema de trabajo para atender a toda esta población.

Incluso nos comparte que actualmente imparte clases a 25 estudiantes de entre 6 y 15 años de edad, siendo los adolescentes con los que más se complica trabajar, debido a deficiencias académicas que algunos de ellos vienen “arrastrando” y que hace necesario tener que regresar a reforzar áreas iniciales.

Sin embargo, a pesar de las dificultades, las satisfacciones que deja ser docente, pueden ser mayores. “Me encanta enseñar a los niños a leer, cuando están aprendiendo braille es muy satisfactorio porque es un proceso que lleva algunos años, y cuando logran leer sus primeras palabras es un gusto enorme, porque hasta la familia se sorprende del potencial que tienen estos niños”, comentó.

“Creo que como docentes debemos sentirnos afortunados, ser maestro es una profesión de privilegios, no todos tenemos esa vocación, somos personas que acompañamos en su trayectoria de vida a una persona, y lo que podemos abonar le puede impactar de forma positiva o no, entonces es una responsabilidad muy grande, de ahí la importancia de saber lo que estamos haciendo y sentir ese llamado para formar a las nuevas generaciones”, agregó.

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