Juárez

'Marito': el niño en silla de ruedas que juega futbol gracias a su padre

En exclusiva para El Diario el papá del menor narró la historia que se ha vuelto viral por unas imágenes

Cynthia Camacho
El Diario de Juárez

miércoles, 29 mayo 2019 | 18:43

Omar Morales / El Diario de Juárez Cynthia Camacho / El Diario de Juárez Omar Morales / El Diario de Juárez Cynthia Camacho / El Diario de Juárez Omar Morales / El Diario de Juárez Cynthia Camacho / El Diario de Juárez Omar Morales / El Diario de Juárez Omar Morales / El Diario de Juárez

Ciudad Juárez— Las imágenes capturadas por la reportera de El Diario Cynthia Camacho la mañana del 25 de mayo en los campos de futbol del SUTM en Ciudad Juárez le han dado la vuelta al país y más allá.

En medio del partido entre dos equipos en una de las canchas, llamó la atención la dupla formada por Mario Treviño González corriendo de un lado para otro del campo empujando la silla de ruedas de su hijo Mario Treviño Franco, de 12 años.

La cara sonriente del niño y la expresión concentrada del papá siguiendo las jugadas del partido conmovieron a miles de usuarios de redes sociales, que sin dudar copiaron las imágenes y las compartieron.

Los dos pertenecen al equipo Leones Juárez desde hace casi cuatro años, llevan en sus respectivas playeras el número 00 y juegan en la cancha como uno solo.

“Yo soy sus pies, yo lo muevo, lo llevo a la escuela, lo traigo, lo llevo a sus terapias, hacemos terapia en casa. Ahorita me estoy dedicando 100 por ciento a él”, dice Mario Treviño en entrevista exclusiva con El Diario.

El diagnóstico de ‘Marito’, –como le llaman de cariño sus compañeros en Leones–

es de esquizencefalia (un trastorno encefálico); tiene su cadera dislocada y padece escoliosis (desviación lateral de la columna vertebral).

Su papá describe el trastorno como una parálisis cerebral infantil pero un poco más agresiva. No habla ni camina, pero se expresa a través de miradas, o gestos que papá y mamá ya conocen.

El niño estudia el sexto año de primaria en el Colegio Bilingüe Anna Freud donde tiene un promedio de 9.2.

“Él psicológicamente está bien, su problema es motriz. Ha estado desde segundo año en esa escuela, entonces todos sus compañeros del grupo A y B se han ido alternando. Ellos y sus maestros ya saben cómo comunicarse e interactuar con él, ya entablan una comunicación efectiva con Mario”.

 

Papá de tiempo completo

Mario Treviño González trabajó hasta octubre del 2018 en la industria maquiladora.

Las crisis convulsivas del pequeño Mario empezaron a hacerse más frecuentes el año pasado. A partir de eso, sus padres tomaron la decisión de que uno de ellos tendría qué renunciar a su empleo para dedicarse a él de tiempo completo.

“Mi esposa y yo dijimos: ‘alguien tiene qué estar con él porque (las crisis) ya han sido más frecuentes, si pasa en la escuela alguien tiene qué ir de inmediato a atenderlo’, entonces hice el sacrificio y yo estoy atendiéndolo al 100 por ciento”.

La rutina de papá e hijo es levantarse temprano para la escuela. Por la tarde, papá Mario recoge a Mario hijo en la escuela, regresan a casa a comer, hacen tareas y de ahí al entrenamiento de futbol o a sus terapias.

 

Futbol, la mejor terapia

El primer contacto que tuvieron padre e hijo con el futbol se dio a través de sus vecinos hace cuatro años.

“Empezamos a jugar en el parque del fraccionamiento. Inicialmente éramos los porteros en el barrio”, recuerda el papá.

Sus vecinos eran integrantes del equipo de futbol Leones y al ver la emoción de Marito cuando jugaban ‘la cascarita’ en el fraccionamiento, los invitaron a los entrenamientos.

De ahí, los empezaron a integrar a los partidos sabatinos.

Padre e hijo entraban a jugar durante cinco o 10 minutos y cuando les entregaron las credenciales que los acreditaban como miembros del equipo, empezaron a jugar durante los dos tiempos completos, que son de 25 minutos cada uno.

“Fue algo motivante para él, desde ese momento su sonrisa demostró todo, se contagió de futbol”.

La regla durante los partidos es que papá no toque el balón, Marito puede hacerlo por medio de su carreola o si una de sus manos hace contacto con el balón, pero hasta ahí.

Para Treviño González, de 53 años no era fácil desplazarse de un lado a otro de los campos hace tres años, cuando ya empezaban a jugar.

El papá tenía encima 50 kilos de sobrepeso y al ver la emoción de su hijo por el futbol, se sometió a una operación que le ayudó a echar fuera esos kilos y correr sin problemas durante los partidos y los entrenamientos empujando la silla de ruedas.

Además de los partidos, el compromiso de los Treviño con el equipo Leones es acudir sin falta a los entrenamientos los lunes y miércoles.

Primero, corren alrededor de 10 vueltas al campo de futbol, realizan estiramientos y concluyen con jugadas.

“La verdad no me gustaba el futbol”, confiesa Treviño González

“Yo siempre jugué futbol americano. Pero fue tanta la emoción que yo vi en mi hijo, que me nació, y lo primero que hacemos en la mañana es darle su desayuno, vestirlo y poner el futbol en el canal Youtube, es su rutina.

“Le gusta ver futbol y se emociona, le gusta el América, le gusta el Tigres, los Bravos, y los Rayados de Monterrey”.

 

‘La discapacidad está en el corazón’

Con esa frase, el señor Treviño González describe de la mejor manera los esfuerzos en conjunto de su familia para darle a Marito una vida como la de cualquier niño.

Padre e hijo son nacidos en Chihuahua, pero residen en Ciudad Juárez, donde se han presentado mayores oportunidades para integrar a Mario.

El papá no pierde la oportunidad de agradecer al equipo Leones la integración de niños con discapacidad, no únicamente a su hijo.

“Ha sido una emoción que nos hayan abierto las puertas. Y tenemos un compromiso muy grande con Leones”.

Afirma convencido que la sociedad en general necesita abrir su corazón y tener una mayor empatía con la discapacidad, que la integración de estas personas a los deportes y la vida diaria no sea sólo en ocasiones especiales, sino siempre.

“La discapacidad está en el corazón, ellos necesitan mucho amor, necesitan sentirse integrados porque hay mucha discriminación.

“De una ciudad a otra se siente, hemos ido a Chihuahua y nosotros somos los que tenemos qué apartarnos del camino para que la gente pase y no al revés; desde ahí empieza la cultura alrededor de esto y la verdad es que son niños con muchas necesidades, entonces ocultarlos no es justo ni correcto”.

Con lágrimas en sus ojos, Treviño González señala que hay gente que confina a sus familiares con discapacidad a una cama o en un rincón y eso no debería ser.

“Hay qué motivarlos, hay qué integrarlos. La emoción –por ejemplo-de un partido de futbol puede disparar una chispa, y puede hacer milagros”.

 

Más corazones que jugadores

El club Leones Juárez al que pertenece Marito, tiene seis años de existencia y alrededor de 80 integrantes.

Entre sus filas hay niños de todas las edades, algunos de ellos con discapacidad, y de cualquier estrato socioeconómico.

“Somos un club sin fines de lucro, los papás de los niños sacan adelante todos los proyectos que estamos llevando a cabo y los entrenadores somos los papás, no hay ningún entrenador profesional”, intervienen Ignacio González y Daniel López, directivos del club.

“Nuestro objetivo es que el balón sea el pretexto para convivir entre todos los niños de diferentes circunstancias”.

La razón poderosa para invitar a Mario y a su papá al equipo es el gran corazón de ambos.

“Tiene todo nuestro apoyo porque sobre todo, buscamos corazones en lugar de jugadores”.

En seis años el equipo ha ganado ocho campeonatos, pero lo importante –afirman– es no perder el objetivo de que todo niño sin importar su nivel de destreza es importante y tiene derecho a jugar.

El equipo está por jugar la Copa Sindicato, y mucho antes de las imágenes virales, los encargados de la copa externaron el honor que significaba para ellos el que un jugador como Mario forme parte de la competencia.

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