Juárez

A un año del éxodo inesperado

Juárez, ‘refugio’ de 204 mil migrantes

La misma ciudad que una década atrás fue la más violenta del mundo, hoy se ha convertido en ‘frontera segura’ para quienes buscan el sueño americano

Herika Martínez Prado
El Diario

domingo, 20 octubre 2019 | 14:09

A un año del éxodo inesperado hacia Estados Unidos, Ciudad Juárez se ha convertido en “la frontera segura” de más de 204 mil migrantes de diversas partes del mundo que salieron de sus lugares de origen para huir de la violencia, la pobreza o de sus gobiernos, en busca del “sueño americano”.

La misma ciudad que una década atrás había sido considerada como la más violenta del mundo y la cual actualmente aparece como la segunda con más homicidios del país, se convirtió en el escape, la espera, el retorno y el lugar en el que ahora quiere establecerse un sinnúmero de extranjeros.

Ciudad Juárez ha sido reconocida por lograr la migración más ordenada del país gracias a la sociedad civil, que desde el principio levantó la mano para apoyar a las familias que en octubre del año pasado comenzaron a llegar a los puentes internacionales en busca de asilo político en Estados Unidos.

Enfrenta Juárez migración con su mejor cara

Pese a desafíos, la ciudad mantiene orden gracias al apoyo de la sociedad civil, que desde un principio levantó la mano para apoyar a familias extranjeras en busca de asilo

Sin embargo, ante fenómenos inéditos como el retorno de migrantes extranjeros para que esperen aquí su proceso de asilo político, el aumento en los tiempos de cruce hacia El Paso, la militarización de la frontera, las amenazas del presidente Donald Trump y la presencia de personas durmiendo en las calles, Juárez se enfrenta a nuevos retos analizados por investigadores, activistas y autoridades de los tres niveles de gobierno.  

El inicio

El 25 de octubre de 2018, mientras la primera caravana, integrada por mil 600 centroamericanos, arribaba al municipio de Arriaga, Chiapas con el lema “No nos vamos porque queremos: nos expulsa la violencia y la pobreza”, un grupo de 12 migrantes de Cuba, Honduras, El Salvador y Rusia encabezaba en el puente internacional Paso del Norte-Santa Fe el éxodo en Ciudad Juárez. 

Con el fin de adelantarse a aquella primera caravana que caminaba hacia el norte del país, ese grupo de migrantes –en el que se encontraban dos niños rusos con sus padres– arribó por separado a la ciudad que consideró la frontera más segura para cruzar, pero tuvo que dormir varias noches a mitad del puente, frente a los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP).

Cada día eran más migrantes en el puente y la caravana avanzaba por México, por lo que el 29 de octubre CBP sorprendió a los usuarios del puente de la avenida Juárez al bloquear por 50 minutos el acceso a su país con agentes armados, ejercicios antimotines y bajo el helicóptero que sobrevolaba sus banderas.

Días después ya sumaban decenas de migrantes cubanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, peruanos y mexicanos en espera de alcanzar el llamado sueño americano.

Fase de contingencia

Ése era el inicio de la contingencia migratoria en Ciudad Juárez, “una etapa donde hay discursos diversos, contradictorios, a veces de conflicto porque es un problema que nadie quiere tomar, porque lo están tomando a regañadientes, con dificultades. No hay claridad de cuál es el problema”, destacó Héctor Padilla Delgado, quien hasta el pasado martes fungió como delegado estatal del Instituto Nacional de Migración (Inami), durante el foro internacional “Jóvenes frente a los procesos migratorios”, que se llevó a cabo en septiembre en esta ciudad.

“Nos empezamos a querer poner de acuerdo, ¿qué pasó? Falta de coordinación entre los tres niveles de gobierno, falta de recursos económicos, falta de espacios adecuados para albergarlos, falta de personal humano para atenderlos, falta de alimentos, falta de vehículos para transportarlos, falta de servicio médico, falta de permisos temporales para poder trabajar”, añadió en el mismo foro Rogelio Pinal Castellanos, director de Derechos Humanos del Municipio.

El 10 de octubre de 2018 había nacido el Consejo Estatal de Protección y Atención a Migrantes (Coespam), pero lo que se preveía entonces era la llegada de mexicanos repatriados por el Gobierno de Trump.

Mientras tanto, la problemática se agudizaba en los puentes internacionales. Agentes de CBP le pidieron a una familia de El Paso, que les llevaba ayuda varias veces al día a los migrantes, que los organizara porque iban a dejar pasar a 25 personas ese día, por lo que el padre de familia comenzó a enlistarlos y para que supieran su número se los escribió en la mano con marcadores rojo y negro.

La Cruz Roja siguió la logística, hasta que las bajas temperaturas de Juárez obligaron a las autoridades a retirarlos del lugar y cientos fueron recibidos en la Casa del Migrante, donde se continuó con la numeración, tras un acuerdo con CBP para el acceso de migrantes.

“Fue muy difícil el momento cuando las organizaciones nos acusaron de nazistas (sic) por los números en los migrantes, hubo gente que nos dijo hasta de qué nos íbamos a morir”, lamentó el director de la Casa del Migrante, Javier Calvillo Barraza, quien comenzó a colocar a los viajeros pulseras con su número de espera.

Continuó: “Criticaban, pero esas organizaciones no vinieron a curarlos, a darles de comer, a lavarles los pies, a buscar apoyos para ellos”.

Con casi 500 migrantes, el 24 de diciembre de 2018 el sacerdote anunció que no se recibiría a más personas de las que tenía, debido a la falta de apoyo de los tres niveles de gobierno. Sin embargo, el arribo diario continuaba, por lo que el Gobierno municipal tuvo que recibirlos en la estación 8 de Bomberos y luego en el gimnasio Chavira.

Ante la contingencia, una semana después el Municipio entregó al albergue 500 mil pesos y apoyo de personal, mientras que el Estado aportó un millón 600 mil pesos que se habían asignado para el año que terminaba y hasta entonces no habían sido cedidos. El Gobierno federal prometió ayuda, por lo que el lugar volvió a recibir a los extranjeros.

El 13 de febrero ya había en el lugar 600 migrantes, se abrió la Casa de Ejercicios Espirituales de la Diócesis de Juárez, había urgencia de ropa interior, medicinas, alimentos, agua embotellada y pañales. Pero ante el aviso de que venían a Juárez dos camiones de Piedras Negras, Coahuila, con migrantes de países como El Congo y Uganda, el sacerdote decidió ya no recibirlos hasta disminuir su población. 

Pinal Castellanos narró que “ahora sí ya no teníamos dónde, no teníamos los espacios, no teníamos el personal y llega un grupo de migrantes de África. Decimos, ¿ahora qué vamos a hacer con ellos? Hablo a Gobierno del Estado y gracias a Dios dijo ‘vamos a entrarle’ y abrieron el Gimnasio de Bachilleres. Llegaron a una saturación de 600 personas aproximadamente, las cuales pensaron que era de manera temporal, pero esto sobrepasó las expectativas”. 

Otros grupos, integrados principalmente por centroamericanos que eran guiados por ‘coyotes’, llegaban directamente para entregarse a la Patrulla Fronteriza en el bordo del río Bravo, donde a veces dormían por días bajo temperaturas de cero grados centígrados.

A su vez Calvillo recordó que “ha sido un reto fuerte todo ese tiempo, de poblaciones grandes, de tener problemas de enfermos, a veces el no tener cómo poder sostenerlos y tener que andar buscando fondos, los gobiernos que prometían apoyos para que siguiera recibiendo más y más migrantes. Había gente que me llegaba del río, mojada, en el frío”.

El apoyo civil

Al ver la situación de emergencia, sacerdotes y pastores de diferentes religiones comenzaron a formar una red de albergues, coordinada por el Consejo Estatal de Población y Atención a Migrantes (Coespo).

De la iglesia metodista El Buen Pastor, el albergue El Buen Samaritano contaba con una capacidad para recibir hasta a 60 hombres deportados, pero llegó a albergar hasta a 300 personas, ya que grupos de cubanos llegaban a su puerta y dormían en el frío, por lo que al enterarse el pastor Juan Fierro decidía meterlos.

Lugares como Aposento Alto, Príncipe de Paz, Solus Christus, Pan de Vida, Frontera de Gracia, Alabanzas al Rey, Renovado y las iglesias San Juan Apóstol y Evangelista y San Matías, entre otros espacios, se unieron al acogimiento de los viajeros.

Aunque CBP recibía hasta 70 personas al día, la llegada de migrantes aumentó a 100, luego a 120, después hasta 200 diarios, y en sólo tres días de abril arribaron 800 cubanos, para quienes ya no había espacio en los albergues de la ciudad.

Según datos de Coespo, entre el 70 y 80 por ciento de los migrantes registrados en Juárez son de Cuba. La mayoría de ellos tuvieron que rentar cuartos de hotel o casas hasta esperar su turno de cruzar la frontera, tiempo que actualmente es de hasta cinco meses.

“Juárez sí es un ejemplo y sí es muy valorada en muchos aspectos en comparación a otras fronteras. Porque es la organización civil la que entra, son las organizaciones civiles las que protegen, las que ordenan, las que apoyan y en un momento se ha hecho una migración al menos un poquito digna, más humana, con algo de logística. Claro que nos rebasa, porque el ser humano siempre nos va a rebasar, pero tanto en Estados Unidos como en México, Juárez tiene una palomita en cuestión de una migración más digna”, señaló Calvillo.

Enrique Valenzuela, coordinador general de Coespo, también destacó que el trabajo en Juárez ha sido un esfuerzo “de toda una comunidad que se volcó a brindar atención solidaria y generosa a las personas en situación de vulnerabilidad”.

Emergencia de una política pública

De 7 mil 335 migrantes aprehendidos por la Patrulla Fronteriza Sector El Paso en octubre de 2018, en mayo de 2019 la cifra llegó a las 38 mil 643 detenciones. CBP hablaba de una “crisis humanitaria”, y desde finales de marzo retiró a agentes de los puentes para apoyar a la Patrulla Fronteriza, por lo que los tiempos de cruce llegaron hasta las cinco horas para los automóviles y hasta 24 para los camiones de carga, lo que alertó al sector empresarial de ambos lados de la frontera.

“La sociedad civil, empresarios, cámaras de comercio dicen: Gobierno, ya estás superado, ya te superó este fenómeno migratorio, me está perjudicando a mí”, recordó Pinal.

De acuerdo con el exdelegado del Inami, ese flujo por Juárez originó “particularmente” que Trump amenazara a México primero con cerrar la frontera y luego con imponer aranceles a los productos mexicanos, comenzando en un 5 por ciento el 10 de junio e ir aumentándolos cada mes, por lo que el 7 de junio los gobiernos de Trump y Andrés Manuel López Obrador llegaron a una serie de acuerdos en la que México tenía 90 días para frenar la migración.

Tras los acuerdos entre ambos países, el 16 de junio se militarizó el río Bravo con la llegada de la Guardia Nacional, la cual en un principio se encargó de detener a los migrantes para que no cruzaran al vecino país.

López Obrador refutó que ésa fuera la indicación. En Juárez las autoridades argumentaban un “rescate” y los militares confesaban que tras los cuestionamientos se les prohibió tocar a los migrantes, pero también se les presionaba para disminuir las cifras de cruce.

La presencia de los militares y los operativos del Inami a lo largo de todo el país hicieron disminuir el flujo migratorio, que en septiembre cayó a 6 mil 540 personas y en octubre mantiene un promedio de 200 aprehensiones al día en el Sector El Paso, muy lejos de las mil 246 de mayo.

El retorno de los extranjeros

El programa de retorno Permanecer en México, a través de los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP), que comenzó en enero en Tijuana y en Mexicali, y el 21 de marzo en Juárez, se amplió de 100 a un máximo de 300 personas diarias ya no sólo de Guatemala, Honduras y El Salvador, sino de todos los países hispanoparlantes.

Más de 15 mil 595 extranjeros han sido devueltos a Juárez para que esperen aquí por meses su proceso de asilo político en la Corte de El Paso.

Ante la contingencia nació “Iniciativa Juárez”, creado por empresarios y la sociedad civil, junto a los tres niveles de gobierno, a través de la cual se pidió al Gobierno federal un albergue, por lo que en julio pasado abrió el Centro de Integración para el Migrante Leona Vicario, el cual tiene como fin dar apoyo a los extranjeros retornados de Estados Unidos.

Desplazamiento mexicano

Las estrategias del Gobierno mexicano hicieron disminuir la migración internacional a Ciudad Juárez, sin embargo, la violencia en estados como Zacatecas, Michoacán, Guerrero, Durango, Veracruz y Chihuahua orilló a que 3 mil 200 connacionales –hace una semana– acamparan junto a los puentes internacionales, en busca de asilo político en Estados Unidos.

Después de meses de buscar la protección de Estados Unidos, muchos cubanos han decidido establecerse en esta frontera, donde ya trabajan dentro y fuera del comercio formal e incluso han emprendido sus propios negocios.

Los retos actuales

Luego de un año, uno de los principales desafíos de Juárez es el fortalecimiento de los albergues para brindar atención humanitaria permanente a personas en situación de vulnerabilidad, destacó el coordinador de Coespo.

Padilla Delgado señaló durante el foro de juventudes la necesidad de dar más facilidades a los migrantes para integrarse al mercado laboral, a la vez que reconoció la necesidad de la actualización de un marco jurídico institucional de organismos en este fenómeno.

“Concretamente me estoy refiriendo al Instituto Nacional de Migración (Inami) y por supuesto también al fortalecimiento con recursos a instituciones como la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar)” y la necesidad de implementar un programa especial de regularización, apuntó el entonces delegado del Inami.

Para el sacerdote Calvillo, “México no sabe ni por dónde anda en cuestión de la política migratoria”, pero lo que más le preocupa es “la presencia de los soldados en la migración, este muro armado, humano pero armado, que haga que la migración se vaya por otro lado y que pueda haber más muertes y más riesgos. Para la Casa del Migrante, México no tiene una postura clara, ni sana, ni buena, ni humanitaria, y por supuesto en cuestión de respeto a los derechos humanos”.

Pinal destacó la importancia de combatir la xenofobia que comenzó a raíz del incremento en los tiempos de espera en los puentes internacionales.

“¿Quién no es migrante?, ¿quién donde nació su bisabuelo todos siguen en el mismo lugar? Todos somos migrantes”, apuntó. (Hérika Martínez Prado / El Diario)

1 Más de 18 mil 987 migrantes registrados para ser llamados por CBP. 

2Entre 75 y 80% son de origen cubano. 

3. Juárez ha tenido una migración mundial de:África: El Congo, Angola y Camerún. Asia: República de Uzbekistán y Turquía (entre Europa y Asia).Europa: Rusia, Finlandia y Ucrania.

América: Guatemala, Honduras, Brasil, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Perú, Ecuador, Colombia, Honduras, Guatemala y México (Guerrero, Michoacán, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Jalisco, Chihuahua –Ciudad Juárez-).

Cuba.

4Escogieron a Juárez por ser “la frontera más segura”. 

5¿Por qué huyen de sus países?

Centroamericanos: huyen de la Mara Salvatrucha y la pobreza

Mexicanos: de la violencia.

Cubanos: Del régimen político y la economía de su país.

Venezuela: de su gobierno.

6 Oficialmente 4 mil 950 migrantes registrados esperan ser llamados por CBP, pero Coespo estima que no son más de 2 mil los que siguen esperando su turno de cruzar. 

7 Mil 500 migrantes se encuentran albergados actualmente.

8 Como parte del programa Permanecer en México Estados Unidos ha retornado a Juárez a más de 15 mil 595 extranjeros hispanoparlantes para que esperen aquí su proceso de asilo político.

9 Según datos del Inami, en 2019 han sido repatriados 16 mil 717 mexicanos de Estados Unidos, por esta frontera.

10 182 mil migrantes han sido detenidos por la Patrulla Fronteriza en el sector El Paso, el pico más alto fue en mayo con 38 mil 643.

11 El cobro de los coyotes va de los 6 mil a los 9 mil dólares.

12 Más de 3 mil mexicanos permanecen actualmente junto a los puentes internacionales en busca de asilo político en EUA.

hmartinez@redaccion.diario.com.mx

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