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Juárez

‘Golpea’ doble Covid a migrantes

Incertidumbre de la reapertura de la frontera y la imposibilidad de trabajar aumentan tensión en albergue federal

Hérika Martínez Prado
El Diario de Juárez

lunes, 13 julio 2020 | 06:00

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Ciudad Juárez— El aspecto psicosocial ha sido el principal reto para los migrantes durante la pandemia, en el Centro Integrador para Migrantes Leona Vicario, donde antes de la contingencia tenían la libertad de salir y trabajar. Ahora se mantienen asilados, destacó Jesús Iván Jiménez Moreno, excoordinador del lugar, durante el Seminario virtual Poblaciones migrantes  y refugiados en el contexto de la pandemia Covid-19.

“Nos cuidamos bastante en la fase dos, pero luego comienza el estrés colectivo, que es algo realmente muy importante, porque aparte de las restricciones, la gran mayoría de las organizaciones que nos apoyaban ya no nos apoyaban de manera presencial… –las Cortes de Inmigración cerraron en Estados Unidos– y entonces llegó un acumulamiento de estrés, de desesperanza, de desilusión. Y eso creó una tensión horrible”, narró durante el seminario organizado por El Colegio de la Frontera Norte (El Colef).

El Centro Integrador registró 14 casos positivos de Covid-19 durante mayo, 12 casos de migrantes y dos de trabajadores, uno de ellos el propio Jiménez Moreno, quien durante el seminario narró ante otros expertos en migración cómo se vivió el proceso dentro del albergue federal.

“Comienza esta situación del Covid y en el Centro Integrador era un verdadero temor que llegara la pandemia, primero a Juárez y luego al Centro Integrador, donde ya habíamos pasado por un brote de varicela, que si bien no tuvo ningún aspecto grave, sí fue también un problema psicosocial”, recordó.

Pese a que a finales del año pasado sumaron 186 casos de varicela, 123 de manera simultánea, la cultura de la revisión médica no es buena, lamentó al explicar que entonces las personas ocultaban que tenían varicela para no ser asilados.

Eran incrédulos

Cuando llegó el Covid, los migrantes se mostraron incrédulos, diciendo que el Covid no existía, y pese a las pláticas con ellos, a partir de que se registró la primera persona sospechosa, se disminuyeron en un 70 por ciento las consultas médicas.

“Las personas dejaron de ir al doctor porque no querían saber que podían ser diagnosticadas con eso, porque no querían ir al pabellón”, el cual fue un esfuerzo dentro del mismo albergue, de la Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas (OIM-ONU) junto con el personal del Leona Vicario.

Jiménez Moreno recordó que antes de la pandemia, se tenían 800 migrantes, a quienes sólo se les pedía que llegaran antes de las 6 de tarde, y si salían a trabajar se les guardaba comida o cena. 

“Ellos podían ir a trabajar con bastante libertad y con mucha confianza sabiendo que sus hijos y sus hijas iban a estar seguros, iban a tener una escuela, iban a tener actividades extracurriculares.  El  53 por ciento eran niñas, niños y adolescentes, y dos terceras partes de los adultos eran mujeres”, relató.

Al comenzar la fase uno de la pandemia, comenzaron las salidas de forma paulatina, mientras organizaciones como OIM, Save the Children y el propio Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) acudían para informar y apoyar a los migrantes.

En la fase dos se restringieron complemente las salidas, se les pidió a las personas que renunciaran a sus empleos, si estos aún no habían cerrado. Se tenían entonces más de 500 personas y la mayoría de los trabajadores que no estaban en maquilas trabajaban en gasolineras, tiendas de autoservicios y supermercados, lo que significaba un riesgo muy alto para los demás.

Cuando se les informó dicha medida “esa noche seis o siete familias se organizaron y decidieron salir todos juntos para ir a casas de renta y no dejar de trabajar”, después de vivir en el centro integrador seis o siete meses.

Sus propios trabajadores vulnerables fueron enviados a casa, por lo que de 80 trabajadores, el personal se redujo a 24 o 25 trabajadores en los tres horarios, relató.

Cierre de la frontera aumentó el estrés

Había personas que tenían su próxima audiencia ante las cortes de Inmigración de EU para dentro de un año. “Pero ya ni siquiera tenían eso, porque ya no acudían a una corte en El Paso, únicamente iban al puente internacional y ahí les renovaban para que se presentaran el próximo mes. Y luego cuando llegó el próximo mes les repetían el proceso, entonces llegó un acumulamiento de estrés, de desesperanza, de desilusión”, narró.

La pausa de su proceso migratorio y el confinamiento comenzaron a generar una gran tensión, hasta darse malas relaciones por parte del personal contra los trabajadores.

“Llegaba el punto en el que cualquier cosa era una queja. Recuerdo mucho a una persona en el comedor muy enojada porque no le poníamos sal a los alimentos, cuando los sobrecitos de sal estaban en los comedores. No la culpo, es una expresión de esa molestia que se vio reflejada en muchísimas otras personas y en muchísimas otras cosasÅ”, recordó.

Aunque el primer caso sospechoso salió negativo, les permitió activar el protocolo de actuación y analizar los errores, confesó Jiménez Moreno.

Entonces “se empezaron a crear ciertas teorías, que eran falsas. Llegaron a comentar que nos estábamos inventando la enfermedad para otorgarles miedo y que se retornaran a sus países.  El Covid hizo que las personas migrantes que se encontraban en un estancamiento,  no por su culpa sino por el hecho de retroceso a las solicitudes de asilo, comenzaron a tomar decisiones, comenzaron a preguntar por más servicios, comenzaron a preguntar sobre una salida no sólo el centro integrador de la situación sino de una salida de la situación a la que se encontraban como solicitantes de asilo en otro país, esperando en este país”, apuntó.

 

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