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Juárez

Galería: Su tránsito entre la crisis

Lejos de casa, sin familia y sin trabajo, migrantes viven en Juárez los estragos de la contingencia

Hérika Martínez Prado
El Diario de Juárez

domingo, 12 julio 2020 | 06:00

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Ciudad Juárez— Joaquín, a sus 5 años, no sabe qué es el coronavirus, pero le divierte que todos los días vayan médicos dentro de un overol blanco a su habitación; Luis, de 13 años, descubrió que tenía Covid-19 cuando la pandemia le hizo perder a su papá el trabajo y fueron recibidos en una casa de acogida; a Laura, de 4 años, una noche le dolía la garganta y al día siguiente no se quería levantar.

Lejos de sus lugares de origen, sin redes familiares, sin trabajo y en medio de las políticas migratorias de México y Estados Unidos, miles de migrantes viven los estragos de la pandemia en Ciudad Juárez, donde decenas se han contagiado.

Joaquín, José y Laura forman parte de las más de 26 familias migrantes que se han enfrentado al nuevo coronavirus en esta frontera. En total suman 74 integrantes, 43 de ellos confirmados como positivos y el resto como sospechosos debido a la convivencia que mantienen.

Aunque la Secretaría de Salud de Chihuahua sólo ha contabilizado a 27 personas migrantes positivas a Covid-19 en Juárez, 13 en el albergue federal Centro Integrador para el Migrante Leona Vicario, 13 en el hotel filtro y una más en una casa de renta; según los coordinadores de ambos espacios y la red binacional de apoyo a migrantes, hasta el 10 de julio sumaban al menos 43 los migrantes confirmados como positivos.

De acuerdo con sus directivos, en el Centro Integrador durante parte de mayo y junio se mantuvieron aislados 14 migrantes, 12 de los cuales dieron positivo, mientras que en el hotel filtro 30 personas han permanecido en el área Covid, 17 de las cuales se han confirmado como positivas y el resto como sospechosas al ser familiares.

Además, según Cristina Coronado, integrante de la Pastoral de Movilidad Humana de la Diócesis de Juárez, la cual forma parte de una red binacional formada para apoyar a migrantes que viven en casas de renta en esta frontera, ellos han detectado a diez familias con al menos 30 miembros, 14 de los cuales han sido confirmados como portadores.

Dos familias se mantienen actualmente en cuarentena, sin embargo, Coronado destacó que ninguno de los casos detectados requirió hospitalización o tuvieron síntomas fuertes, y que incluso la mayoría han sido asintomáticos.

“Los migrantes son otra consistencia personal… es como un milagro”, destacó la activista al recordar todo lo que han vivido antes de llegar aquí, el cambio de alimentación, el cansancio, el estrés y las emociones generadas al ser retornados por el Gobierno de Estados Unidos para que esperen en México su proceso de asilo político.

En Ciudad Juárez, para prevenir un brote entre los migrantes, desde marzo los albergues decidieron no recibir a más personas sin revisión médica previa durante toda la pandemia. 

Ante ello, como parte de la Red de Albergues de Ciudad Juárez, la iglesia anglicana abrió a principios de abril dos albergues: el “albergue filtro”, Espíritu Santo, y el “albergue enlace”, San Matías.

Hasta la semana más de 650 migrantes, principalmente mexicanos deportados de Estados Unidos, habían pasado por el “albergue filtro”, donde pueden permanecer desde uno hasta 14 días, para luego vivir 14 días más en “albergue enlace” en caso de querer ingresar a la Red de Albergues.

El 9 de mayo también abrió sus puertas de manera temporal el hotel filtro, como parte de una iniciativa ciudadana para acoger y proteger a los migrantes durante la cuarentena, coordinada por la Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas (OIM-ONU) y la Organización Mundial Para la Paz (OMPP), en cooperación con organizaciones de México y Estados Unidos y las autoridades mexicanas. 

A dos meses de su apertura, han sido hospedados 168 migrantes, 30 de ellos en el área Covid o de confinamiento, informó su coordinadora, Rosa Mani Arias.

En dicha área se encuentran Joaquín y su mamá, una joven centroamericana de 31 años, con seis meses de embarazo, quien por ser considerada población vulnerable y fue trasladada del albergue federal al hotel filtro, donde al ingresar descubrió que su hijo de cinco años es portador del virus.

Al igual que la mayoría de los migrantes que permanecen en el lugar, Joaquín es asintomático. Él no sabe que tiene Covid, ni por qué lo revisan continuamente si no se siente mal. Sin embargo, le divierte ser revisado todos los días por los doctores cubanos que llegan hasta la puerta de su habitación, protegidos con guantes, lentes, cubrebocas, caretas y un overol blanco.

Cuando tocan a su puerta, él sale apresurado. Y luego de ser revisado, mientras los doctores le toman la temperatura y la saturación de oxígeno en la sangre a su mamá él aprovecha para salir al pasillo del segundo piso, donde en cada habitación tiene como vecinos a otros niños.

Entre estos menores se encuentra Karla, cuyo nombre al igual que el del resto de los migrantes fue cambiado para resguardar su identidad. 

“Es una niña que tú la ves y está feliz, la ves contenta”, dice Mani Arias sobre la pequeña de nueve años, cuya madre es portadora del virus.

Su historia inspira a la activista: “es una familia que se conocen ellos en el sur –de México–. La mamá es salvadoreña, el señor hondureño, entonces se encuentran y son compañeros de viaje y se han hecho compañeros de vida. Yo los veo muy fortalecidos, buscando un sueño primero, y con una nena de nueve años. Y los ves luchando juntos, y dices ¡guau, hay sueños que se pueden lograr!”, relató.

Pese a migrar juntos, “la mamá salió positiva y el señor y la niña salieron negativos, son de estas variantes del Covid que no te explicas”, señaló la activista, quien hace cuatro años fue deportada de Estados Unidos, lo que siente que la une más con quienes apoya. 

“Tengo una historia migrante también, entonces para mí es maravilloso estar con ellos, compartir, porque a mí se me separó de mis hijos, y verlos a ellos como están luchando por su sueño, y poder ser parte de aminorar un poco el dolor que ellos tienen, para mí es algo inigualable. Puedo estar con ellos, darles ánimos y trabajar junto con ellos, por buscar su objetivo, su sueño”, destacó.

Al igual que Joaquín, la mamá de Karla y Laura, el resto de los migrantes que han sido recibidos en el área Covid del hotel filtro son atendidos por un grupo de seis doctores cubanos, coordinados por la doctora juarense Leticia Chavarría.

Después de salir de su país y cruzar la frontera, los isleños fueron retornados de Estados Unidos bajo el programa “Quédate en México” de los llamados Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), para que esperaran el proceso de asilo político ante la Corte de Inmigración de El Paso, Texas, el cual permanece suspendido desde marzo debido a la pandemia.

“Los doctores están ahí –en el área Covid– por lapsos de ocho horas, tanto primer turno como segundo turno. Están completamente aislados con ellos, son quienes les proveen los alimentos hasta las habitaciones”, comentó Mani Arias.

Janeth Blanco y Adrián Reyes Gámez forman parte del equipo médico migrante en diferentes turnos. Se ha convertido en un equipo de héroes de la salud para los migrantes. 

“Anoche le dolía la garganta y hoy en la mañana no se quería despertar, siempre es la primera que se levanta y ahora fue la última”, le narró este fin de semana a Adrián la mamá de Laura, mientras la pequeña migrante mexicana, quien minutos dibujaba sobre una hoja blanca protegida con su cubrebocas, asentaba con la cabeza que sí le dolía la garganta.

“Ha sido una experiencia totalmente nueva porque nadie habíamos trabajado con Covid. El hecho de estar en primera línea nos deja grandes satisfacciones. Las personas llegan con caritas de miedo y después verlos salir con un rostro totalmente diferente es muy gratificante; ver que ahora sonríe, cuando a su llegada era miedo”, destacó Mani Arias, quien también es integrante de la Organización Mundial por la Paz.

Ese mismo sentimiento de miedo fue descrito por Coronado, quien en marzo comenzó a donar despensas a los migrantes que viven en casas de renta, y luego a ofrecerles casas de acogida a quienes se quedaron sin trabajo y sin dinero en la pandemia.

“Nosotros teníamos pavor, el primer caso fue los primeros días de abril o los últimos días de marzo, era cuando no sabíamos nada –del virus–. Y la verdad teníamos mucho miedo de que ella fuera a agravarse”, recordó la activista quien también ha canalizado a migrantes al hotel filtro mientras les consiguen un lugar dónde vivir.

Una de las familias apoyadas por la red binacional es la de Luis, de 13 años, sus padres y sus dos hermanos de ocho y 1.4 años.

Ellos salieron hace 15 meses de Honduras, desde donde formaron parte de un grupo de más de 100 personas que viajaron por tres meses hasta Ciudad Juárez, donde al llegar fueron dejados por el coyote para que cruzaran el río Bravo cerca del Puente Negro y se entregaran a la Patrulla Fronteriza.

“Al coyote le pagamos un buen de dinero, sí era bastante dinero. Sí tuvimos que vender cosas, yo vendí mi carro que tenía, otras cosas que teníamos ahí, y el dinero también que tenía mi esposa, nos deshicimos de todo, sólo de la casa no, eso sería lo último”, narró César, el padre de Luis, sin querer revelar cuánto pagaron al traficante de personas.

Con un bebé recién nacido en brazos, durante tres meses pasaron de un lugar a otro en camiones y camionetas, luego estuvieron ocho días detenidos en El Paso. Y cuando finalmente creyeron que habían logrado su sueño, fueron retornados a México.

“Cuando a uno lo regresan para acá, ahí están los letreros que dicen ‘bienvenidos a México’. Eso fue lo más triste, imagínense a uno sin conocer nada, con un niño de brazos, con mi familia. Yo lloré ahí en las instalaciones de Migración, no conocíamos a nadie. Grupo Beta nos llevó a un albergue en el Centro, luego me moví a rentar porque el niño estaba muy pequeño”, narró el hombre de 37 años.

En Honduras, su esposa, de 34 años, trabajaba como maestra de primaria, y él, con estudios de bachillerato, en una bananera como inspector de la fruta. Pero decidieron ir en busca de una vida mejor para sus hijos.

El 16 de julio cumplirán un año en Ciudad Juárez, donde aún esperan su tercera audiencia ante la Corte de Inmigración de El Paso a mediados de noviembre, luego de que les fuera pospuesta el pasado 7 de julio debido al cierre de la frontera.

Aquí, la pandemia les volvió a apagar el “sueño americano”, cuando César se quedó sin trabajo y poco a poco se les acabaron todos los recursos, lo que los llevó a pedir apoyo a la red binacional en la que se encuentran las diócesis de Juárez y El Paso, la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, Casa Anunciación, la organización de abogados Catholic Legal Immigration Network (Clinic), los Padres Columbanos de El Paso y las hermanas de la congregación El Verbo Encarnado, entre otros.

Tras quedarse sin el empleo en un taller de soldadura, debido a la contingencia, César ya no pudo pagar los mil pesos mensuales que le cobraban de renta por vivir con su familia “en un cuartito, de esos cuartos que hace aquí el Gobierno”, confesó.

Fue al ingresar a una de las casas de acogida que tiene la red cuando descubrieron que Luis era portador del virus, ya que es asintomático.

“Es el protocolo que tienen aquí –hacer la prueba de Covid-19 al ingresar–.  De la pandemia yo me enteré por mi teléfono, me metía a Internet a buscar información de los retornados aquí en México, y me salían notificaciones”, narró el centroamericano agradecido con Dios porque su hijo no tenga algún síntoma.

Aunque Luis no tiene síntomas, “estamos con todas las medidas de higiene, tenemos que usar cubrebocas, guantes. Y sólo estamos nosotros, nuestra familia en nuestra habitación”, aseguró.

“Los migrantes y las personas en movimiento enfrentan las mismas amenazas de salud del Covid-19 que las poblaciones de acogida, pero pueden enfrentar vulnerabilidades particulares debido a las circunstancias de su viaje y las pobres condiciones de vida y trabajo en las que pueden encontrarse”, destacó la Red de las Naciones Unidas sobre Migración.

Alex Rigol, coordinador de la OIM en Ciudad Juárez, subrayó el trabajo en colaboración que se ha logrado hacer en esta frontera para apoyar a los migrantes durante la pandemia.

“Una de las lecciones más importantes que yo me voy a llevar cuando todo esto termine, es cómo es posible adjuntar actores de tan diversa naturaleza para colaborar con la consecución de un mismo objetivo. Uno muchas veces llega a ciudades fronterizas, del sur, del norte de México, en Centroamérica, y se da cuenta de que muchos actores tienen el mismo objetivo, atender a las personas migrantes; sin embargo, en pocos contextos se ha dado una situación en donde tengamos a grupos religiosos, sociedad civil binacional, el sector económico, fundaciones, organizaciones internacionales y ciudadanos individuales sumando esfuerzos por un mismo objetivo”, apoyar a los migrantes, destacó.

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