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Juárez

Evitó la sociedad crisis humanitaria

Ciudadanos y organizaciones asumieron la protección de personas en movilidad

Hérika Martínez Prado
El Diario de Juárez

sábado, 24 julio 2021 | 09:42

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Ciudad Juárez.- Cuando Juan llegó a la Casa del Migrante tenía cuatro noches durmiendo con su hija de 3 años entre el muro fronterizo y el bordo del río Grande. Buscó albergue porque pensó que podían morir sin comida y sin cobijas. Era diciembre de 2018, el albergue católico ya sobrepasaba su capacidad y apenas comenzaba el éxodo hacia Estados Unidos, para el que Ciudad Juárez no estaba preparada.

Ante la emergencia migratoria, líderes religiosos y organizaciones civiles abrieron sus puertas a miles de personas que han llegado desde diferentes partes del mundo, por lo que 33 meses después esta frontera ya cuenta con más de 20 espacios de acogida, los cuales han sido acosados por grupos del crimen organizado y enfrentado distintos retos como la falta de recursos, la diferencia de idiomas y la pandemia por Covid-19, por lo cual recibieron el reconocimiento al mérito solidario por parte del Consejo Estatal para Protección y Atención a Migrantes (Coespam).

Los 18 espacios de la Red de Albergues, la Casa del Migrante, el Hotel Filtro, el gimnasio municipal “Kiki” Romero y el Centro de Atención para el Migrante Leona Vicario fueron reconocidos “por la destacada labor de brindar acogimiento a personas migrantes en el albergue, así como por su entrega generosa a la causa de salvaguardar la integridad y la seguridad de aquellos que más lo necesitan”.

“La vocación al servicio de una mejor calidad de vida para otros es una expresión de amor, la cual a su vez, puesta en obra con esmero y probidad, se evidencia como virtud; y si como tal se sublima en el trabajo arduo, haciendo del ejemplo prédica para inspirar voluntades, se constituye en la más pura definición humana de grandeza”, se lee en el reconocimiento que recibieron por la Coespam.

El inicio del éxodo

Mientras la primera caravana integrada por mil 600 centroamericanos arribaba al municipio de Arriaga, Chiapas, con el lema “No nos vamos porque queremos; nos expulsan la violencia y la pobreza”, el 25 de octubre de 2018 un grupo de 12 migrantes de Cuba, Honduras, El Salvador y Rusia encabezaban en el puente internacional Paso del Norte-santa Fe el éxodo en Ciudad Juárez.

La misma ciudad que en 2011 fue considerada como la más violenta del mundo y la cual desde 2018 aparece como la segunda con más homicidios del país, se convirtió desde entonces en la ruta, la espera, el retorno, el sitio de expulsión y la esperanza de un sinnúmero de extranjeros y connacionales en busca del asilo político en Estados Unidos.

Con 600 migrantes de diversas partes del mundo y sin apoyo económico de ninguna autoridad, el 13 de febrero de 2019 la Casa del Migrante –que actualmente cuenta con 37 años de trabajo en esta frontera– dejó de aceptar a más personas para poder atender adecuadamente a quienes ya albergaba y recibir únicamente a enfermos, personas en extrema pobreza y grupos transgénero, debido a su condición de mayor vulnerabilidad.

“Abrimos el gimnasio del Colegio de Bachilleres; la Casa del Migrante nos dio razón de que estaba saturada en sus capacidades”, y el albergue El Buen Samaritano, de la iglesia metodista de México El Buen Pastor tenía capacidad para 60 hombres, recordó Enrique Valenzuela, coordinador general del Consejo Estatal de Población (Coespo).

El gimnasio estatal albergó a migrantes de manera provisional “del 13 de febrero hasta fines de abril de 2019, y nos sirvió para encontrar otros espacios en donde se pudiera brindar ayuda humanitaria. Empezó con Solus Christus, luego se incorpora Pan de Vida, Alabanzas al Rey, y en la Red de Albergues de Ciudad Juárez tenemos hasta ahorita 18 espacios humanitarios que se han venido consolidando a lo largo de toda esta travesía, y que contra viento y marea se han sostenido y han procurado los medios para asistir a quienes más lo necesitan”, relató.

El funcionario recordó que el pastor Andrés Barraza apoyaba con alimentos a los migrantes del Colegio de Bachilleres, el cual se saturó rápidamente, por lo que tuvo que dejar fuera a un grupo de cubanos.

“Andrés le dijo a su papá: no hay dónde meter a estas personas. Y yo le dije: necesitamos espacio. Y él –el pastor Rodolfo Barraza– me dijo: yo no tengo un albergue, pero tengo un techo”, recordó sobre la apertura del albergue Solus Christus.

“Empieza en febrero de 2019, sin tener nada, ni una cama, ni mesas, ni nada. Gracias a Dios ya estamos equipados, gracias a las organizaciones. Nosotros estábamos sirviendo al Señor en El Pastorado, una iglesia evangélica, y mi hijo ya estaba llevando de comer cada tercer día a 600 y pico de personas que estaban en el gimnasio de Bachilleres, en donde un día ya no pudieron recibir a más y 54 personas se quedaron al exterior del gimnasio. Ahí es cuando a mí me hablan y me dicen: aquí están 54 personas que anoche se quedaron al exterior, y ese día había estado bajo 0 –grados centígrados– el termómetro”, relató el pastor.

Solus Christus era una iglesia católica en la calle Capulín de la colonia El Granjero, y no estaba acondicionada para que vivieran personas dentro de ella.

“Cuando me hablan dije: ya sé para dónde va esta llamada. Y yo estaba pensando, no, no, yo no me meto en eso. Cuando de repente recuerdo el versículo bíblico de Santiago 4-17, ‘Si sabes hacer lo bueno y no lo haces, se te toma por pecado’. Y ahí ya tuve que decirle al licenciado –Valenzuela– tráigaselos licenciado, a ver qué hago”, comentó.

Al enterarse, su esposa le preguntó “¿pero esto cuánto va a durar?”, y la respuesta del pastor fue “no te preocupes, va a durar unos dos o tres meses y se acaba”. Sin embargo, el albergue ya suma casi dos años y medio de atención a migrantes.

Ese primer día fueron 54 personas originarias de Cuba, al tercer día ya eran 70, a los 15 días ya eran 80 y llegó a albergar a 87 personas a la vez.

“Empezamos en el santuario, en lo que era el templo, ahí dormíamos todos juntos, ahí comíamos todos sin mesas. Tuvimos problemas con el dueño del lugar, porque era rentado y nos echaron de ahí. De ahí fuimos a otro lugar en donde nos cobraban 5 mil pesos de renta y de ahí el pastor Rosalío Sosa nos prestó un lugar en donde no pagamos nada de renta”, informó.

Añadió: “Lo más difícil han sido las épocas sin comida para los migrantes, lo cual los ha llenado de estrés; sin embargo, actualmente tienen seis semanas de despensa, gracias a la agrupación y al apoyo de otras organizaciones”.

“Por el contrario, lo más satisfactorio ha sido recibir llamadas de las personas desde Estados Unidos y saber que “en algo pusimos el granito de arena para que esas personas estén ya en su destino, en lo que ellos anhelaban, eso es muy satisfactorio”, confesó quien actualmente aloja a 52 personas de Ecuador, Honduras, Guatemala, Cuba y México.

Ante el arribo de una gran cantidad de cubanos, la iglesia Frontera de Gracia también abrió sus puertas, hasta donde llegó un grupo del crimen organizado.

“Lo más difícil fueron las amenazas del cártel, de los que controlan ahí. (Por lo que tuvimos que) conocerlos y aclararles qué es lo que estábamos haciendo, que no estábamos haciendo coyotaje, ni estábamos cobrando nada, al contrario estábamos apoyando. Y llevó tiempo aclarar todo eso, pero mejoró esa relación, ya no se meten con nosotros”, informó el pastor Samuel López.

Lo más satisfactorio ha sido poder ayudar a miles de personas de Cuba, Honduras, Brasil, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Haití y México, quienes han llegado retornadas de Estados Unidos bajo los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), expulsadas de manera exprés a través del Título 42 o en espera de poder cruzar la frontera.

Pese a tener capacidad sólo para 60 personas, el 27 de febrero de 2019 el albergue El Buen Samaritano se encontraba al 400 por ciento de su capacidad, luego de que le fue trasladado un grupo de migrantes del gimnasio del Colegio de Bachilleres y grupos de cubanos llegaban buscando un espacio.

El albergue solamente contaba con 25 literas, por lo que el resto dormía sobre filas de colchonetas en las habitaciones, la sala, la oficina y sobre las bancas y el piso del mismo templo que también funcionaba como cocina y comedor.

A través de los meses, su director, el pastor Juan Fierro, organizó a los migrantes que llegaron a vivir hasta dos años en el albergue, y amplió el espacio con nuevas áreas de acogimiento.

Ante el éxodo, en abril de 2019 la iglesia Alabanzas al Rey se convirtió igualmente en un espacio receptor de migrantes y desde entonces ha recibido a 380 personas de Honduras, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Cuba, Gua

temala y México, algunas de las cuales han permanecido hasta por casi dos años debido a la espera del proceso de asilo político bajo el MPP, informó su director, el pastor José Alfonso Unzueta Cázares.

“Es una iglesia cristiana que se hizo albergue, y primeramente no teníamos el conocimiento y la infraestructura para poderlos tener. Fue un reto poder recibir a las personas, pero la mejor satisfacción es verlos cruzar, que te hablen y te den palabras de amor”, externó.

En abril de ese mismo año Ismael Martínez Santiago, director de Pan de Vida, decidió convertir el espacio que desde hacía más de 30 años fungía como refugio para mujeres violentadas en un albergue para migrantes, y desde entonces ha recibido a cerca de 4 mil 900 personas.

Sólo en los últimos dos meses y medio han pasado por el albergue 2 mil 659 personas después de haber sido expulsadas por el Gobierno de Joe Biden a Ciudad Juárez bajo el Título 42.

“¿Y qué les voy a dar ahora?”, fue la peor pregunta a la que se llegó a enfrentar el director del albergue conformado por pequeñas casas, con una capacidad para 600 personas.

Más de dos años después “lo más difícil es el tema de las mamás solteras que vienen solas con sus niños, y el proceso que están trabajando ahorita, que ya no son MPP y ya no tienen una seguridad de si van a pasar o no van a pasar, eso es lo más difícil porque no tenemos cómo responderle a las personas migrantes”, comentó.

Pero el gran reto de alimentar y dar cobijo a miles de personas también le ha dejado grandes satisfacciones, como el haber participado en la realización de sus sueños.

“El haber participado en que lograran su propósito, que me escriban y me digan: Ismael, muchas gracias, no teníamos ni por la mente que íbamos a pasar –la frontera–, de todos los problemas que venimos cargando desde nuestro país, pasamos por México y llegamos hasta Pan de Vida. Que te den las gracias, que los niños se rían y no se quieran ir del albergue es una satisfacción y la verdad sí me siento muy orgulloso de ser partícipe de ese sueño logrado”, destacó.

“Pan de Vida ha recibido a muchísima gente y siempre ha tenido esa disposición. Cuando conocimos a Ismael, le dijimos que necesitábamos un lugar para recibir a migrantes, tal vez durante dos meses, y ya se convirtieron en más de dos años”, recordó el coordinador del Coespo.

En 2019, mientras nuevos espacios se sumaban a la Red de Albergues, la Casa del Migrante llegó a tener hasta

mil personas al abrir también las puertas de la Casa de Ejercicios Espirituales de la Diócesis de Juárez.

El 2 de agosto de 2019 el Gobierno federal abrió el Centro Integrador para el Migrante Leona Vicario, con capacidad para mil 500 personas, dijo durante su inauguración el subsecretario federal de Empleo y comisionado de Migración en la frontera norte de México, Horacio Duarte Olivares.

Pero la pandemia obligó a cerrar las puertas de los albergues para proteger a su población, por lo que en abril de 2020 abrieron los albergues filtro Espíritu Santo y San Matías, dirigidos por el padre Héctor Trejo, y en mayo siguiente el hotel filtro, operado por la Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas (OIM-ONU), la Organización Mundial para la Paz y la doctora Leticia Chavarría.

Y ante el arribo de al menos 100 centroamericanos diariamente, expulsados de Estados Unidos bajo el Título 42, las autoridades acondicionaron el gimnasio municipal “Kiki” Romero como un albergue temporal filtro, por el cual ya han pasado cerca de 3 mil personas.

Después de dos años y siete meses Juan y su hija ya viven en Estados Unidos, en donde él atesora los recursos de su paso por esta frontera, con la idea de contarle toda la historia a su hija y que no olvide cómo lograron el llamado “sueño americano”.

“Un componente importante en esta tarea ha sido desde luego la disposición de todos estos espacios para brindar acogida a todas estas personas en situación de movilidad. El otro componente que debemos reconocer como relevante es la capacidad para trabajar coordinados en la Coespam”, destacó Valenzuela.

Y es que abrir un espacio de acogida no es solamente ofrecerles un lugar para dormir, sino brindar acompañamiento y asistencia humanitaria integral, como asistencia médica, psicoemocional, legal y a veces en materia de procuración de justicia.

Según estadísticas oficiales, cerca de 21 mil extranjeros fueron retornados a Ciudad Juárez por el Gobierno de Donald Trump entre marzo de 2019 y enero de 2021, mientras que sólo durante los primeros nueve meses del año fiscal 2021, fueron 107 mil las personas expulsadas bajo el Título 42 a Ciudad Juárez.

Durante el reconocimiento a los albergues, la Coespam también destacó el trabajo realizado a favor de la población migrante por parte de las organizaciones locales, binacionales e internacionales en esta frontera.

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