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Juárez

Abren por minutos la frontera

Esperaba abrazar a su padre... recibió cenizas

Tras más de dos décadas separados Juan y Meregildo prepararon todo para reunirse, pero el hijo sólo pudo estrechar la urna de su papá

Alejandra Gómez
El Diario de Juárez

domingo, 16 octubre 2022 | 10:11

Fernando Méndez / El Diario Fernando Méndez / El Diario Fernando Méndez / El Diario Fernando Méndez / El Diario

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Ciudad Juárez.- En el interior de una pequeña urna, adornada con una pulsera de papel que marcaba su turno para derrumbar la frontera entre México y Estados Unidos y poder abrazar a su hijo y sus nietos, cruzaron sobre el río Bravo las cenizas de Meregildo Soriano, quien murió a los 64 años con la esperanza de volver a ver a su familia tras más de dos décadas separados.

Cuando el señor Meregildo se enteró de que podría ver a su hijo realizó todos los preparativos necesarios para viajar desde Torreón a Ciudad Juárez en compañía de sus hijas Claudia y Guadalupe, pero perdió la vida el pasado 7 de septiembre a causa de una enfermedad y tuvieron que ser sus cenizas las que se reunieran con su hijo justo sobre la línea fronteriza.

Fue en el 2001 cuando Juan Soriano, de entonces 21 años, dejó su hogar en Torreón, Coahuila, y viajó a Estados Unidos en busca de un empleo y mejores condiciones de vida. Desde entonces sólo se contactaba con su familia por teléfono y con el paso de los años pudo verla a través de una pantalla, pero ayer el evento “Abrazos, no muros” les dio la oportunidad de reunificarse.

Al fallecer Meregildo Soriano, a tan sólo un mes de poder reencontrarse con su hijo, Claudia y Guadalupe decidieron esperar al día del evento para decirle a Juan que su papá no alcanzó a despedirse de él, pero que ellas le llevaron sus cenizas para que le diera el último adiós. “Mi papá ya no alcanzó a venir, mi hermano no se lo esperaba, fue una sorpresa”, dijo Claudia.

“Le dieron sentimientos encontrados de que no se lo esperaba, él esperaba verlo en vida, pero pues ya no alcanzó. Ya veinte años sin vernos, se nos fue él sin ver a mi hermano”, dijo Guadalupe, quien en compañía de su hermana y su sobrina Eiimy López tuvo el turno número siete para derribar por tres minutos la barrera entre México y Estados Unidos y reunificar a su familia.

En medio de las políticas migratorias que día tras día separan a miles de familias, ayer por la mañana la frontera entre México y Estados Unidos fue abierta para que cerca de 300 familias que tienen meses o años sin verse pudieran unirse sobre el cauce del río Bravo en el marco de la iniciativa “Abrazos, no muros” o “Hugs Not Walls”.

“¡¿Familias, listas?!”, gritó Fernando García, director ejecutivo de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, quien en conjunto con la Alianza Reforma Migratoria para Texas y el Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos organizó la novena edición de “Abrazos, no muros”, cuando fue el turno de que las primeras familias se reunieran justo a la mitad del Bravo, sobre una tarima de madera.

Amarillo y azul, los colores del encuentro

“Nosotros empezamos este programa en 2016 y en ese entonces la deportación de familias y la separación sucedía y todos estábamos hablando de que había una política que criminalizaba al migrante, que abusaba del migrante, que militarizaba la frontera, pero nadie hablaba del impacto de esa política en las familias latinas”, dijo García.

Desde temprana hora cientos de personas comenzaron a enviarse saludos y señales de abrazos a cada extremo de la frontera, en las orillas del río, donde del lado norte las familias se distinguieron por el uso de camisas en color amarillo y del lado sur las prendas fueron en color azul. Además, cada persona portó consigo una pulsera que marcaba su turno para poder reencontrarse, como la pegada sobre la urna de Meregildo.

Cada año, a excepción de 2020, la frontera es abierta para cientos de familias por lapsos de tres minutos como un acto de amor que pretende devolverles la esperanza de que algún día podrán reunificarse de manera permanente, pero también como protesta para decirle al sistema político que las familias no tienen que estar separadas.

“Este año estamos viendo un récord horroroso de migrantes que están falleciendo, yo creo que ya superamos la cantidad de mil migrantes fallecidos mientras cruzaban la frontera. Y ésta es una crisis de derechos humanos y nos tiene que importar”, dijo García, por lo que antes de que las familias se unieran en la frontera solicitó un minuto de silencio por todas las personas que han perdido a algún ser querido en el intento por cruzar hacia los Estados Unidos.

También la familia Luévano

La familia Soriano no fue la única que no logró que todos sus miembros se reunificaran en el evento “Abrazos, no muros”. Desde Aguascalientes viajaron las hermanas Patricia y Rosaura Luévano para después de 21 años ver a su hermano Francisco Javier y darle el último adiós que le enviaron tanto su mamá como su papá, quienes fallecieron en enero y marzo de este año sin poder ver a su hijo.

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