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Juárez

El Viacrucis de los niños migrantes

La frontera entre México y EU se ha convertido en el juego más peligroso para menores que viajan tanto solos como con su familia

Pedro Sánchez Briones
Agencia Reforma

domingo, 09 mayo 2021 | 08:53

Pedro Sánchez Briones / Agencia Reforma Pedro Sánchez Briones / Agencia Reforma Pedro Sánchez Briones / Agencia Reforma Pedro Sánchez Briones / Agencia Reforma

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Ciudad Juárez— La frontera entre México y Estados Unidos se ha convertido en el juego más peligroso para menores que viajan tanto solos como con su familia, para salir de la violencia o de la miseria de sus lugares de origen.

Mientras que en todo 2020 el albergue oficial en Ciudad Juárez, Chihuahua, que acoge a menores no acompañados atendió a 184 extranjeros y 744 repatriados, en lo que va de este 2021, de enero a abril se han reportado 173 y 773, respectivamente.

"Ahorita ya casi alcanzamos la cifra del año pasado", indica Alfredo Villa, director del Centro Integral de Atención a Niñas, Niños y Adolescentes Migrantes "Nohemí Álvarez Quillay", dependiente de la Procuraduría de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes del Estado de Chihuahua, perteneciente al DIF Estatal.

"Ya casi es como si hubiéramos pasado todo el año", refiere.

En 2020, de enero a abril, se documentaron 45 extranjeros y 311 mexicanos, muy por debajo del mismo periodo de este 2021.

Y es que en los últimos meses se ha registrado un alza en el número de menores que son asegurados sin un familiar que los acompañe en su travesía.

Hasta la última semana de abril, entre mexicanos y extranjeros se encontraban 70 menores, cuando el espacio es para 74.

"No estamos rebasados, porque al final del día el trámite se puede sacar, pero sí (...) estamos preocupados porque si continúa con esa tendencia pues sí vamos a rebasar todos los números (...) sí va a llegar el momento en el que nos sobrepase esto y necesitemos a lo mejor ahí sí reforzar el equipo, reforzar las atenciones", indica Villa.

En 2019, el inmueble recibió a 184 extranjeros y mil 283 connacionales.

En este 2021, además, de enero a abril han atendido a 680 menores extranjeros que viajan con familiares, muchos de ellos del llamado "Título 42", que regresa Estados Unidos de manera inmediata por la emergencia sanitaria por Covid-19, y a quienes, al ser devueltos a la frontera mexicana, su caso lo analiza este centro, pero canaliza al menor y a sus familiares juntos a otros refugios.

En el caso de los menores que viajan solos y que llegan al albergue, el 80 por ciento de quienes ingresan son canalizados por el Instituto Nacional de Migración, y el otro 20 por ciento por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal.

Además, el 80 por ciento son repatriados mexicanos.

Sin embargo, no significa que los casos atendidos sean todos los que ocurran en la frontera, ya que existe una cifra negra superior, reconoce Villa, quien considera que hay muchos niños bajo estas condiciones en la ciudad sin ser detectados.

En el refugio se encuentran migrantes de 12 a 17 años, y el 80 por ciento tiene entre 16 y 17 años.

Cuando llegan pequeños de menos de 12 años, los canalizan a otros albergues que atienden a población infantil en general y que colaboran con el DIF en estos casos, como cuando arriban pequeños con edades de 8 y 10 años, que aunque no es el principal rango de edad que atienden, sí ha ocurrido.

"Sí llegan, son pocos los casos, pero sí llegan. Pero son situaciones pues muy particulares, no es como que lleguen solos, sino que llegan a lo mejor acompañados de la mamá o del papá a la ciudad".

También ha ocurrido que llegan migrantes que afirman ser menores, pero al revisar su caso se detecta que ya tienen 18 años.

"Aquí, sí nos han tocado casos, como dos. Uno de ellos era mayor de edad, el otro al principio manifestó que era menor de edad y otro caso, sí, un chico que incluso ya tenía su procedimiento de refugio, él ya estaba como refugiado en México, y llegó aquí a pedir ayuda".

Explica que suele ocurrir que los padres, por ejemplo, llevan a sus hijos al puente internacional y les dicen que crucen.

"Pero a la hora que los detectan, porque no alcanzan a llegar hasta donde está Estados Unidos, los detectan las autoridades mexicanas, entonces ya los tenemos que resguardar nosotros, hacer un proceso de investigación con la familia, trabajar con ellos para hacer conciencia de que hay un gran peligro que los dejen ahí, entonces trabajamos con ellos y en la mayoría de los casos se les reunifica otra vez", menciona.

"Sabemos que son niños migrantes, traen una infinidad de cosas que han pasado, que han vivido en su traslado, y pues afortunadamente contamos con el equipo de psicología", explica sobre el inmueble ubicado en la Colonia Centro.

"Un cinco por ciento llega así con alguna crisis, pero la mayoría por las circunstancias que han vivido ellos, son niños muy maduros, no cualquiera se avienta también esos viajes que hacen ellos, entonces sí, quien llega con una situación así, pues obviamente se le tiene que dar un seguimiento más cercano".

'Mami, no nos vayan a separar'

El color verde intenso del trompo de Omar sobresale en la tierra arenosa del patio del alberge en el que vive desde hace tres meses, cuando llegó de El Salvador junto con su madre para intentar cruzar hacia Estados Unidos.

Omar, de 10 años, opta por jugar alrededor del área recreativa bordeada con llantas de desecho, mientras que desde las resbaladillas, los columpios y el sube y baja, se escucha la algarabía de niños que en medio de la crisis migratoria ríen y corren con libertad.

Sin embargo, en su rostro se observa una expresión diferente a la de cualquier niño que busca conocer una nueva aventura, al cargar a su corta edad la experiencia de haber recorrido miles de kilómetros expuestos a ser víctimas de algún delito en su travesía por alcanzar el "sueño americano".

Aunque en sus casos viajaron con familiares, también enfrentan riesgos como los menores no acompañados que intentan cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.

Sin guía, Omar recorrió con su madre Ofelia desde Guatemala hasta Ciudad Juárez.

Pensando en que la frontera estaba abierta para los centroamericanos, se entregaron a la Patrulla Fronteriza en el bordo del Río Bravo, cerca del Puente Internacional Paso del Norte, pero la realidad fue otra a sus planes.

Fueron regresados a México y desde entonces esperan poder cruzar para iniciar una nueva vida.

"Cuando nos dijeron que no había solución, él se puso a llorar porque me decía 'mami, pero no nos vayan a separar, porque yo sin usted no puedo vivir', y él lloraba porque lo que le daba tristeza era escuchar de los niños que andan sin mamá, sin papá", narra la madre de Omar, Ofelia, de 32 años.

La mujer lleva consigo un teléfono celular con el que está pendiente de otros dos hijos, de 3 y 7 años, que dejó en Guatemala, de los que por necesidad tuvo que separarse y dejarlos al cuidado de parientes.

Con el dolor de haberlos dejado, ese sentimiento se incrementaría, reflexiona, si por alguna razón tuviera que separarse de Omar en Estados Unidos.

"Yo le pedí mucho a Dios y a pesar de que me tiraron para acá, tan siquiera estoy con mi hijo a su lado".

En el albergue Pan de Vida, donde reciben alojamiento y alimentación, Omar acude a una escuela que se acondicionó hace un año, junto a una gran cantidad de menores que esperan ser llamados por Estados Unidos para solicitar refugio.

Sueña con ser doctora

Dos de sus 12 años, Nuria los ha vivido en un albergue para migrantes en Ciudad Juárez, a donde llegó con su madre y dos hermanas, luego de ser enviadas de Estados Unidos a México a esperar su proceso de asilo político.

Estaba en quinto grado de primaria en El Salvador cuando, junto con su familia, dejó su país por amenazas, y ahora está inscrita en el primer año de secundaria en una escuela habilitada en el albergue Pan de Vida.

Aunque no sufrió de algún incidente delictivo en el trayecto de Centroamérica a la frontera norte de México, hizo toda la travesía con temor.

"Tenía un poco de miedo que me llegara a pasar algo, de que nos podía pasar algo en el camino", comenta la adolescente, quien refiere que había visto noticias sobre migrantes que eran secuestrados.

Su madre indica que por fortuna no pasó nada grave en el camino.

Ahora, mientras esperan ser llamadas por Estados Unidos para ingresar como parte de los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, en inglés), ha decidido atender a su hija por un problema en la garganta, cuyo diagnóstico aún desconocen.

La menor batalla para pasar los alimentos cuando come, por lo que ha requerido de citas médicas y estudios en el Hospital Infantil de Ciudad Juárez, lo que llevó a Sara, su madre, a dejar un trabajo que había conseguido en el Centro de la Ciudad.

Entre idas al hospital, clases en el mismo albergue o ver los atardeceres de la zona poniente de Ciudad Juárez, Nuria sueña con dedicarse a la Medicina.

"Quiero estudiar para doctora", comenta.

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