Juárez

‘De estar peor, vamos a ir a lo más peor’

Hondureños empeñaron sus casas y vendieron sus animales para hacer caso al ‘coyote’ que los engañó; ahora deberán empezar de cero

Hérika Martínez Prado
El Diario de Juárez

viernes, 12 julio 2019 | 06:00

Omar Morales / El Diario de Juárez

Ciudad Juárez— Para ir en busca del llamado sueño americano, desde Caridad, Honduras, Juan de la Cruz Ramírez y Juan García tuvieron que empeñar su casa, vender sus animales y pedir prestado, pero tras ser devueltos a México ahora esperan en la Casa del Migrante la manera de regresar a su país.

Ellos son parte de los más de 18 mil 500 migrantes que hasta ayer había devuelto Estados Unidos a la frontera mexicana, más de 9 mil 200 de ellos a Ciudad Juárez, bajo el programa Permanecer en México, del Protocolo de Protección al Migrante (PPM), para que esperen aquí su proceso de asilo político; un acuerdo entre los gobiernos de Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador que los sorprendió y despertó del sueño de lograr una mejor vida.

“Uno se viene porque allá hay pobreza, no se puede vivir. Ahora estamos tristes, porque uno se deshace de sus cosas por venir, hace el esfuerzo por mejorar. Si hubiera sabido no me hubiera venido. Ahora de estar peor vamos a ir a lo más peor porque hay que ir a comenzar de cero”, confesó Juan de la Cruz.

Ambos son vecinos en el municipio de Caridad, donde cuando tenían suerte de ser contratados en la agricultura ganaban 100 lempiras, equivalentes a 77.80 pesos mexicanos al día, por lo que al ver “que estaba buena la pasada” a Estados Unidos, decidieron realizar el viaje guiados por un traficante de personas, quien les cobró a cada uno 6 mil dólares, lo que equivalente a más de 109 mil pesos según el tipo de cambio de ayer. 

Para poder pagarle al “coyote”, Juan de la Cruz, quien tiene 44 años de edad, empeñó su casa por 2 mil dólares, y el resto lo consiguió prestado.

Allá dejó a su esposa y a cuatro hijos de ocho, 11, 14 y 18 años, y se trajo con él su hijo de 16, ya que el coyote le aseguró que un hijo menor de edad era su pase a Estados Unidos.

Juan García, tiene 33 años, y también viajó con un hijo, de 14 años, pero dejó en Honduras a su esposa con cuatro hijos más, de 16, 11, cuatro y siete días de nacido. Para poder pagarle al coyote, él tuvo que vender unas vacas que tenía y el resto del dinero se lo  prestó su hermano.

El viaje hasta Ciudad Juárez duró 24 días, en los que dormían en hoteles, pero comían sólo una vez al día, hasta que finalmente llegaron a los límites de la frontera y cruzaron el río Bravo hace cuatro días, en una zona que desconocen pero aseguran no había Guardia Nacional.

Después de caminar aproximadamente una hora por el bordo del río Bravo, llegaron al final de la construcción del muro fronterizo, donde al ver que los barrotes de acero de casi seis metros de alto se terminaban y encontrarse a los agentes de la Patrulla Fronteriza pensaron que habían logrado su sueño, pero se encontraron con otra realidad.

“Ellos nos hablaban ‘vénganse pa’ acá’… y después nos dijeron ‘van a pagar las consecuencias por haber entrado ilegal a Estados Unidos”, recordó Juan García, quien desde entonces supo que no lograrían trabajar en Estados Unidos.

“Cuando nos dijeron que íbamos a pagar lo que habíamos intentado ya uno presiente algo”, dijo Juan de la Cruz, quien aseguró que hasta entonces no sabían del acuerdo que había entre México y Estados Unidos para retornar a los migrantes a Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez.

Los dos hombres y sus dos hijos adolescentes fueron trasladados a una estación migratoria de El Paso, donde permanecieron dos días detenidos “en las hieleras”, casi siempre junto a otros 20 hombres, quienes dormían en el suelo y aunque siempre les dieron comida, también recuerdan que fue frustrante regresar a México.

“Llenamos el papeleo, llegó uno de los gringos y nos dijo que íbamos a regresar a México uno o dos meses, que el Consulado mexicano iba a ver la manera de regresarnos a nuestro país”, comentó el migrante quien también se confesó arrepentido de haber emprendido el viaje hacia Estados Unidos.

Los polleros “saben, pero no le dicen a uno nada”, lamentaron los centroamericanos quienes fueron retornados a México con su primera cita ante la Corte de Estados Unidos para el próximo 27 de agosto, fecha que no quieren esperar tras ver que “unos van a una cita y luego los regresan otro mes y otro mes”.

“Gracias a Dios que no nos ha pasado nada”, argumentó Juan de la Cruz, quien todavía no le ha dicho nada a su esposa sobre su regreso.

“No me hubiera venido”, lamentó tras haber gastado 6 mil dólares “que no se vuelven a recuperar, pero hay que trabajar duro”, aseguró.

Juan García tampoco le ha dicho a su esposa, aunque cree que su hermano ya le dijo que fueron devueltos a México.

“Se siente un poco desesperado, ellos sabrán por qué ponen esas leyes, pero mientras esté uno vivo siempre sueña” con una mejor vida, dijo quien buscaba una visa de trabajo en Estados Unidos, pero ahora quiere regresar a su país para pedirle a sus paisanos que no arriesguen su vida ni  pierdan su dinero.

Según cifras del Instituto Nacional de Migración (Inami), durante los primeros 76 días del programa de retorno, antes del acuerdo para que el presidente Donald Trump no impusiera aranceles a los productos mexicanos que ingresaran a su país, el promedio diario fue de 59.1 personas al día, todas provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala, con citas ante la Corte de Estados Unidos hasta junio de 2020.

Pero a partir del 10 de junio, el promedio diario de retornados se convirtió en 155.9 personas al día, ya no sólo de los tres países mencionados, sino de todas las naciones hispanoparlantes, por lo que Juárez ya ha recibido a migrantes también de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Perú y Colombia, con citas ante la Corte en algunos casos hasta octubre del próximo año. 

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