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Juárez

Dan refugio al dolor de migrantes

Albergue San Juan Apóstol ha recibido a mujeres víctimas de violación, embarazadas y niños expuestos a la violencia durante su recorrido a los Estados Unidos

Hérika Martínez Prado
El Diario de Juárez

lunes, 03 enero 2022 | 12:20

Hérika Martínez Prado / El Diario de Juárez Hérika Martínez Prado / El Diario de Juárez | Menores observan la televisión en el albergue

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Después de empeñar todas sus pertenencias, el 9 de agosto Eskarleth salió de Honduras con su hija de cinco años, “para poder ser felices”. Iban a reunirse con su esposo, quien después de cinco meses de camino y un secuestro había logrado cruzar la frontera y trabajar en Estados Unidos, pero en el día 14 de su viaje le hablaron para decirle que él había muerto en su trabajo.

Un tubo que le cayó en la cabeza terminó con su vida y con el futuro que planeaban juntos, por lo que llena de dolor, con deudas y sin dinero, la joven de 27 años continuó su camino hasta Ciudad Juárez, en donde encontró una frontera cerrada, pero también el cobijo del albergue San Juan Apóstol y Evangelista.

Se trata de un espacio creado en la parroquia de la colonia Jarudo, dedicado a alojar a migrantes embarazadas, madres con hijos o mujeres que han sido violentadas en su país de origen o al momento de cruzar México.

“La migración ya es un riesgo para la vida, en cualquier lugar del mundo por el hecho de migrar ponen en riesgo la vida, pero hay países mucho más difíciles para los migrantes, como es el cruzar México. Y las mujeres son un grupo mucho más vulnerable, vienen muy desgastadas, algunas de ellas con grandes secuelas por la violencia que vivieron”, destacó el sacerdote Francisco García Salinas, quien en febrero de 2019 decidió abrir las puertas de su parroquia a los migrantes. 

Los primeros días

Ciudad Juárez estaba recibiendo todos los días a decenas de extranjeros de países como Haití, Cuba, Guatemala, Honduras y El Salvador. La Casa del Migrante ya estaba rebasada y el gimnasio del Colegio de Bachilleres se convirtió en un albergue temporal, pero las autoridades habían anunciado que ya no aceptarían a más personas. Hacía frío y debido a la cercanía de la parroquia con el gimnasio, el consejo parroquial se cuestionó qué harían si los migrantes llegaban a tocar sus puertas. 

La decisión que tomaron los representantes de los grupos parroquiales fue que si llegaban se abriría un espacio para acogerlos. 

“Eso fue el martes, y el viernes ya teníamos 50 migrantes. El gimnasio ya no recibió personas, eran días muy fríos y estaban afuera. Llegó a la parroquia un grupo como de unos 15 cubanos, los recibimos, pero en ese momentito le avisaron a otros, porque estaban supercomunicados. Al final llegaron como 38 cubanos esa noche y luego dos familias centroamericanas. Y empezamos así, con un grupo de 50 personas”, recordó el sacerdote quien hace 11 años encabeza la comunidad de la San Juan Apóstol y Evangelista. 

Las primeras personas fueron albergadas en el salón de confirmaciones, y los jóvenes se reunían afuera. 

“No sabíamos por cuánto tiempo sería, sabíamos que era una urgencia para ellos, por muchas razones, porque el clima que era muy frío y por la seguridad de ellos, porque eran muchas mujeres, que inclusive estaban durmiendo afuera, en las calles. En realidad nunca hemos sabido por cuánto tiempo, porque son situaciones de emergencia. (Después) pensábamos que quizá en un año cerrábamos, pero los programas para el cruce se complicaron cada vez más”, recordó. 

Aunque no se considera que el albergue sea para siempre, mientras se necesite se buscará la manera de mantener abierta la parroquia hospitalaria, destacó. 

A finales de 2019 el albergue entró en una crisis porque los apoyos económicos eran pocos, la comunidad parroquial era la que sostenía el albergue, pero todos los días se tenían que servir al menos 150 comidas, y no se tenía dinero para el pago de servicios como la luz y el agua. 

“Estábamos considerando cerrar el albergue por la dificultad para sostenerlo; sin embargo, vinieron personas nuevas a apoyar y eso pues nos animó a continuar. Y, entonces, nos informan que hay una comunidad todavía más vulnerable, que son las mujeres que viajan con niños, mujeres embarazadas y mujeres que habían sufrido violencia en el país de origen o en el cruce por México. Y decidimos continuar el albergue pero sólo para este grupo de personas”, explicó el sacerdote. 

A principios de 2020, el albergue recibió un apoyo con que se construyeron los dormitorios, aunque dos salones parroquiales siguen siendo utilizados como comedor y cocina para los huéspedes, como la propia comunidad decidió llamarlos. 

“Algo que es muy importante para nosotros es que la comunidad parroquial nos sigue apoyando, con trabajo, con alimentos, con la cercanía al albergue, con ropa, con muchas cosas”; sin embargo, “tenemos los apoyos pero siempre faltan cosas, los apoyos que tenemos son los que nos hacen subsistir, pero, por ejemplo, el tema de los pañales, la ropita para bebé, inclusive todo lo que las mujeres necesitan después del alumbramiento, eso sí se nos complica y requerimos los apoyos”, destacó. 

“Nuestro albergue es pequeño, es un albergue hecho en una parroquia, en los espacios que tiene la parroquia y no cabemos, entonces siempre hay esta necesidad de apoyo”, explicó el director del albergue católico que actualmente aloja a más de 40 personas, más de 20 de ellas niños y bebés. 

Desde el año pasado ha recibido a más de 14 mujeres embarazadas, dos de las cuales acaban de dar a luz hace unos días, otra está a punto de hacerlo y una más acaba de arribar; ellas son apoyadas por la doctora Leticia Chavarría, médicos de la comunidad parroquial y el Hospital de la Mujer. 

“Tuvimos casos de quienes habían quedado embarazadas, por ejemplo, por temas de violación; casos en donde los niños que venían migrando con sus mamás presentaban comportamientos que nosotros no lográbamos identificar y era porque habían estado expuestos a mucha violencia. Tuvimos que armar, en un primer momento, un equipo de psicoterapia con gente de la parroquia, para poder acompañar a nivel personal y a nivel grupal a las mujeres y a los niños”, recordó. 

Sanar heridas

Psicólogos y médicos que acuden a misa apoyaron en consultas, coordinados por la psicóloga Patricia Galarza. Luego, organizaciones se unieron con sus equipos a la atención psicoemocional en el albergue. 

“Ahorita, las personas que tenemos son personas más jóvenes todavía, y yo no sé si sea por la juventud, pero son más resistentes. Llegan igual, con experiencias que no se pueden ni narrar, son experiencias muy muy complicadas, pero también las veo más fortalecidas, no sé las causas, seguramente están en ellas mismas, en sus historias, en sus búsquedas, yo creo que se van haciendo más resilientes. Ellas mismas se acompañan mucho más, son muy solidarias, hacen un camino juntas, creo que eso les da mayor fortaleza”, subrayó. 

De las mujeres embarazadas que han albergado, una era mexicana y se regresó a su comunidad, otra extranjera también se regresó. Dos acaban de dar a luz y dos más permanecen en el albergue. Todas las demás ya han ingresado a Estados Unidos, con hijos mexicanos, registrados en Ciudad Juárez. 

“De lo más difícil, ha sido abrir un espacio en donde aparte de todo el problema que enfrentan de cruces de países puedan sanar toda esa herida física, emocional que ellas viven y que a veces no sabemos cómo acompañar. Es un reto muy grande y una dificultad muy grande que hemos tenido, ver cómo apoyamos niños que vieron mucha violencia, y que de pronto tenían conductas también muy violentas aquí en el albergue. Esas fueron cosas muy difíciles de afrontar”, relató. 

Sin embargo, existe la satisfacción de muchas que estaban en situaciones de gran riesgo para su vida y el albergue las pudo proteger. 

El hecho de que crucen no siempre les facilita todo, muchas batallan en Estados Unidos, por lo que algunas inclusive han pensado en juntarse en ciertos lugares para seguir apoyándose y crear una comunidad de apoyo entre ellas allá. 

“Creo que las parroquias tienen una cantidad enorme de posibilidades para abrir espacios de acogida. Los migrantes son nuestros hermanos y reclaman esa fraternidad. Y un día, aunque en otro contexto, esperamos que también nosotros seamos bien recibidos. Hay migrantes que la están pasando mal, pero todavía hay unos que la están pasando más mal, y podemos aligerar esas cargas”, destacó. 

Hacen equipo

Martha Leticia Galarza, es la encargada de apoyar a las migrantes desde hace aproximadamente 21 meses, a quienes coordina de lunes a sábado en actividades como la cocina y el rol de lavado, ya que el albergue cuenta únicamente con una lavadora. 

“He aprendido mucho con ellas, hacemos equipo con ellas, y me gusta estar con ellas. Trato de darles un buen consejo, acompañarlas porque ellas llegan con nosotros muy mal en el aspecto psicológico, si ellas quieren contarme su historia yo la escucho, pero yo las paso con la doctora Paty, cuando es emocional. Y cuando es algo de salud, con la doctora Lety... es algo muy bonito estar con ellas”, comentó. 

Una de las huéspedes del hospital parroquial que ha buscado más el apoyo emocional de Martha Leticia es Eskarleth, quien después de perder a su esposo llegó a esta frontera con un gran dolor, la preocupación de tener empeñada hasta la casa de su mamá, y después de un viaje en el que estuvo a punto de perder también a su hija. 

“Cuando veníamos con el guía (traficante de personas) mi niña se me había quedado asfixiada, en un busito (camioneta) porque no tenía aire. Venía un compañero con su esposa embarazada y su otro niño. Y me dice: la niña se te está quedando. Se quitó su camisa y vino a darle aire. Yo le gritaba al chofer que por favor me bajara de ahí, que mejor me dejara ahí porque mi niña se me estaba muriendo. Ha sido una experiencia que nunca imaginé, pero gracias a Dios estamos aquí con vida”, relató la centroamericana. 

En el albergue, Eskarleth y su hija han encontrado cobijo, alimento y el apoyo emocional que no imaginó encontrar lejos de su hogar, del que primero salió su esposo en busca de trabajo, y luego reunió dinero para que las trasladaran a ellas. 

“Nosotros estamos aquí gracias a una prima mía, que también apoyaron aquí, a ella la encontraron debajo de un puente y la trajeron para acá. Ella ya pasó a Estados Unidos. Y ella también está muy agradecida con Marthita, con la doctora Paty y con el padre, igual que yo… si yo no estuviera aquí, no sé en dónde estuviera, no sé en qué situación estaría porque también he estado bien enferma”, comentó. 

Actualmente el albergue necesita ropa de invierno para mujer, niños y bebés, cobijas, chamarras y zapatos en buen estado y un calentón. Para mayor información puede comunicarse al teléfono 656-620-8024.

Albergue San Juan Apóstol y Evangelista

-Actualmente aloja a más de 40 personas, más de 20 de ellas niños y bebés

-Desde el año pasado ha recibido a más de 14 mujeres embarazadas, dos de las cuales acaban de dar luz hace unos días, otra está a punto de hacerlo y una más acaba de arribar

-Son apoyadas tanto por la doctora Leticia Chavarría, médicos de la comunidad parroquial y el Hospital de la Mujer

Requieren

-Ropa de invierno para mujer, niños y bebés

-Pañales

-Cobijas 

-Chamarras  

-Zapatos 

-Un calentón 

Para mayor información puede comunicarse al teléfono 656-620-8024 

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