Internacional

La táctica de un manifestante de Hong Kong

Hacer uso de la agresividad sin violencia para provocar a las autoridades y ganarse al público

The New York Times

lunes, 01 julio 2019 | 09:34

The New York Times

Hong Kong — Soy uno de los manifestantes de Hong Kong. Participé en las dos marchas masivas a principios de este mes, la protesta del 12 de junio que se tornó violenta y el bloqueo de la sede de la Policía el 21 de junio. Hoy estoy entre las decenas de miles de manifestantes en las calles afuera del Consejo Legislativo y fui testigo cuando un grupo de ellos tomaron el edificio.

No soy optimista de que podamos obtener lo que pedimos. La respuesta del gobierno ha sido robótica y aún se niega a anular por completo, en lugar de simplemente suspender, el proyecto de ley de extradición al que nos oponemos. Pero al igual que otros manifestantes, 

me dedicaré mi vida al movimiento de todas maneras. Sería cobarde no hacerlo; todo el futuro de Hong Kong está en juego en este momento.

Según la propuesta de ley, cualquier persona en Hong Kong que sea buscada por las autoridades en China continental podría ser enviada a juicio. Si se aprueba el proyecto de ley de extradición, el Partido Comunista Chino comenzará a atacar y purgar a sus oponentes aquí, uno por uno, grupo tras grupo. Si se aprueba el proyecto de ley, será como si el 2047, el año en que se supone que China obtenga el control total de Hong Kong, ya hubiera llegado.

En el 2014, cuando tenía 25 años, participé en el Movimiento Umbrella y me uní a la petición del sufragio universal real en Hong Kong. Pasaría la mayoría de las noches en las manifestaciones de ocupación, después del trabajo. Pero cuando los manifestantes fueron 

retirados después de 79 días de ocupación pacífica, sin ninguna concesión del gobierno, experimenté un abrumador sentimiento de impotencia.

Cuando comenzó el movimiento actual, yo, como muchos otros jóvenes, me inspiré en Edward Leung Tin-kei, un vocero de Hong Kong Indígena, un grupo localista que reclamaba la independencia de Hong Kong, o que solía abogar por la independencia antes de que públicamente el gobierno diera rienda suelta a sus represalias. En agosto del 2016, después de que se le impidiera formar parte del Consejo Legislativo debido a sus opiniones políticas, Leung dijo: “Cuando la dictadura es un hecho, ¿qué más podemos 

hacer? La revolución es nuestro deber”.

Eso me puso a pensar, qué medidas, más radicales que las del Movimiento Umbrella, podrían ser efectivas.

Luego, el enfrentamiento entre los manifestantes y la Policía ocurrió el 12 de junio, y eso agudizó mi pensamiento.

La reacción exagerada y violenta de la Policía puso dos cosas muy en claro. Lo primero que supe, por supuesto fue que: el poder y el equipo de los manifestantes no se compara con los de la Policía. Al mismo tiempo, la brutalidad policiaca provocó que casi dos millones de habitantes de Hong Kong salieran a las calles el siguiente domingo. Ese número, un récord, me sorprendió.

Eso es aproximadamente el tamaño del Ejército Popular de Liberación de China o la población de Eslovenia. Cuando Israel se convirtió en un país en 1948, tenía menos de 900 mil habitantes.

Una idea importante que ha estado circulando en foros en línea ahora está firmemente plantada en mi mente. Se llama Teoría de la violencia marginal y sostiene que los manifestantes no deben usar ni justificar activamente la violencia, sino que deben hacer uso de acciones no violentas, pero agresivas para llevar a la Policía y al gobierno al límite.

Esto es lo que algunos manifestantes han estado haciendo hoy, 1 de julio, en el aniversario de la entrega de Hong Kong a China por parte de Gran Bretaña en 1997. Después de una ceremonia de celebración del aniversario, un grupo de manifestantes irrumpió en el edificio del Consejo Legislativo. Aunque han dañado la propiedad, no buscan hacerle daño a nadie.

Tales acciones son una forma de hacer ruido y ganar atención. Y si incitan a la Policía a responder con una fuerza innecesaria, como ocurrió el 12 de junio, el público sentirá asco y reprobará las acciones de las autoridades. Los manifestantes deberán intensificar 

cuidadosamente la no violencia, incluso recurriendo a la fuerza moderada, para empujar al gobierno al límite. Ese es el objetivo de muchas personas que rodearon y bloquearon el 

cuartel general de la Policía durante horas el 21 de junio.

Es difícil implementar la Teoría de la violencia marginal. Es difícil calibrarla correctamente, si la Policía se vuelve violenta, nosotros, los manifestantes, ganamos a más de un millón de personas —como ocurrió entre las marchas del 9 y el 16 de junio— pero si 

los manifestantes se vuelven violentos, perdemos a un millón. Y algunos manifestantes siguen comprometidos con hacer uso de tácticas estrictamente pacíficas.

Por eso no estoy a favor de, por ejemplo, lanzar ladrillos a los oficiales de la Policía. Y en la noche del 21, no quería que nadie intentara entrar en el cuartel de la Policía.

Yo tampoco tiré huevos ni tomates. Pero no tenía nada en contra del hecho que otros manifestantes lo hicieran. Eso no fue violencia; Era un símbolo y una provocación, una prueba.

Una de las dificultades que enfrentamos es que ahora las autoridades, desde el 12 de junio, parecen haber descubierto en qué radica la efectividad de nuestra táctica, entienden nuestro enfoque. El 21 de junio en la sede de la Policía, un periodista a mi lado se preguntaba en voz alta por qué media docena de oficiales habían sido colocados en la parte superior de una escalera mecánica afuera del edificio, frente a una cortina de metal, en lugar de haberse colocado por detrás, dejándolos expuestos a ser humillados por aquellos lanzaban huevos y tomates. Creo que fue deliberado: la policía quería que los medios transmitieran las imágenes de una fuerza que también parecía vulnerable a los ataques. Las autoridades, también, están jugando a la opinión pública.

Durante las protestas de hoy, la policía respondió con gas pimienta y, en algunos casos, golpeó a los manifestantes con sus macanas. Pero más tarde en el día, incluso se retiraron. 

Quizás crean que las imágenes de los manifestantes rompiendo vidrios beneficien en cierto el gobierno.

Esa es una razón por la que nosotros, los manifestantes, debemos tener cuidado de no hacer ciertas demandas en este momento. Pedir la autodeterminación o la independencia total de Hong Kong de China son ideas un tanto controversiales. Podrían disuadir a ciertos miembros del público, o el gobierno podría encontrar una manera de usar tales ideas para desacreditarnos.

Como muchos de nosotros, decidí salir a protestar no por acudir al llamado de algún político u organizador, sino por varias publicaciones en el foro local en línea LIHKG.

Desconfío de la generación anterior de políticos pro-democracia, esos socialistas de champán que usan palabras elegantes para obtener votos, pero cuyas acciones a lo largo de los años no han ayudado a Hong Kong a avanzar hacia la democracia. Sólo han creado falsas esperanzas.

Los políticos más jóvenes que apoyo han sido descalificados por el Consejo Legislativo o sentenciados a prisión por haber participado en ciertos actos de protesta. Por eso es necesario el movimiento no tenga líderes.

Pero eso también es algo bueno, creo. Que no tengamos líderes refleja una cierta visión de la democracia: todos pueden expresar sus ideas y actuar con rapidez. Hemos intercambiado las prolongadas y organizadas sesiones en masa del Movimiento Umbrella por acciones espontáneas y por interrupciones momentáneas. La toma de la sede de la Policía del 21 de junio duró menos de un día. La espontaneidad nos hace menos vulnerables a la represión. 

El consejo de Bruce Lee, “Sé agua, amigo mío”, se ha convertido en un lema del movimiento.

Pero ser agua no significa simplemente ser fluido y esquivo. Para ser eficaces, también debemos estar en todas partes. A veces muchos de nosotros marchamos todos juntos. Pero incluso cuando actuamos sólo unos cuantos de nosotros, debemos hacerlo con el apoyo de 

muchos.

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